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Opinión

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Vargas Llosa y la libertad

Aspiramos a defender la libertad, dice Mario Vargas Llosa, cuando aspiramos a creer en la libertad como un valor fundamental de la sociedad civil.

Hace 20 años, el ahora recién laureado Mario Vargas Llosa escandalizó a la sabiduría política de México con su famosa crítica del sistema político del país: la dictadura perfecta. Y hace un año, Vargas Llosa realizó un acto similar, en una magna conferencia en Venezuela, cuando expresó fuerte temor de que el chavismo llevaba a la sociedad venezolana hacia una sociedad totalitaria .

Esto refleja la vocación profundamente liberal de Vargas Llosa. Un lema de sus obras es que la promesas de redención o felicidad instantáneas siempre se exhiben como mecanismos de control y fanatismo. Sus obras, declaraciones famosas y trayectoria como crítico cultural muestran esa actitud liberal: la actitud de refutar las fuerzas constructivistas que anuncian el fin de la historia, el cierre de la conversación civilizada, o la redención por parte de caudillos salvadores que presumen acceso privilegiado a la realidad.

Los protectores de la conversación abierta, como Vargas Llosa, o antecesores como Popper o Hayek o Berlin, poseen esta disposición. Si una voz o vocabulario se proclaman como autoridad dominante, la historia tiende a producir los horrores de Robespierre o Stalin o Pol Pot; o Castro. La tarea de comunicación es ver más allá de la falsa promesa de transformación inmediata. La tentación de imponer un esquema conceptual determinado, ese llamado de salvación basado en la premisa que uno sabe más sobre la realidad que los demás, constituye el común denominador entre el terrorista religioso, el mesías tropical, el tecnócrata moderno, y otras especies que buscan limitar la libertad.

El papel de la crítica en este proceso es determinante: criticar no es equiparable a denunciar, es un acto dialéctico de cuestionamiento cuya principal enseñanza es no bajar la guardia en el sistema de creencias populares, en el centro o la periferia. Así se logra mayor libertad. No hay proposiciones sagradas, verdades en todos los mundos posibles. Los blancos naturales del crítico cultural son los ídolos, los íconos, las creencias que no nos atrevemos a desmentir en la vida cotidiana, digamos, la dictadura perfecta del nacionalismo revolucionario.En una sociedad abierta todos tienen visiones y valores, pero norma básica es que nadie puede imponer su visión sobre otros. Ésa es la fuente de la libertad, ése es el origen del llamado para imponer límites al uso de la autoridad. No es doctrina, no es tesis ideológica, no es consenso orquestado. Aspiramos a defender la libertad, nos dice Vargas Llosa, en la medida que aspiramos a creer en la libertad como un valor fundamental de la sociedad civil.

rsalinas@eleconomista.com.mx

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