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Opinión

Lectura 4:00 min

Donald Scrooge

(Cuento de Navidad) 

Cuando terminó de cobrar los aranceles ya era Noche Buena. Lo cual, a él le daba igual. Por costumbre él no festejaba nada en lo que no hubiera mujeres de moral relajada y, preferentemente, que se ganara dinero. ¡Navidad, paparruchas!

Estaba muy enojado con el que iba a ser su antecesor, el mismo que fue su predecesor, Marley Biden, quien por cierto llevaba cuatro años de muerto, pero no se había dado cuenta, ni nadie se lo había avisado. El motivo del enojo era porque Marley vendió como chatarra todo el material que no había sido empleado en construir la barda que Donald se había propuesto edificar para que nadie entrara a sus dominios. Biden justificó su acción argumentando que al descubrir el tiradero aprovechó que pasaba por ahí una camioneta en la que una voz femenina anunciaba: “We buy, mattresses, rebar, concrete and barbed” para hacer la venta.

Llegó a su casa. Cerró las ventanas. Se puso la pijama. Con mucho cuidado se colocó el gorro de dormir para no despeinarse. La última vez que amaneció despeinado tardó más de dos horas en peinarse.

Luego de acostarse, escuchó una campanada y enseguida alguien tocó a la ventana. ¿Quién? ‘Feliz Navidad’. Bah paparruchas, dijo Donald. Se levantó de la cama. En la ventana, traslúcida, se veía un campesino del Bajío mexicano. ¿Quién eres? ‘Soy el inmigrante del pasado. A nosotros nos dieron tarjeta verde’. Detrás de él aparecieron incontables fantasmas, semejantes al de la voz. ‘Nos dejaron entrar porque necesitaban de nuestros brazos’. De pronto Scrooge, rodeado de los espectros, estaba en un campo de hortalizas. Agachado. Doblando la espalda para recoger lechugas. ‘Sus hombres estaban en la guerra y nosotros les ayudamos para que comieran’. Con las manos sucias de tierra, Donald pidió regresar a su casa. Los fantasmas desaparecieron. Scrooge volvió a casa. Se sintió fatigado, se arrojó sobre el lecho antes de caer en un profundo sueño.

Se despertó a causa de un terrible ronquido. El reloj dio la una. Sonó una campanada. En la ventana apareció la imagen de un niño que llamó la atención de Scrooge. ¿Quién eres? ‘Soy el espíritu del inmigrante actual’. De pronto el niño, Donald y otros niños espectrales estaban frente a un muro. Con ellos, la aparición de sus padres que se alejaban de los infantes llorosos. ‘Somos la esencia de lo que hoy tu quieres separar, alejarnos unos de los otros’. A decir verdad Scrooge se mostró conmovido y se sintió uno de esos niños. Al borde de las lágrimas preguntó: ¿Y nadie nos va a dar asilo? Al terminar la frase, Donald estaba solo y en su casa. Frente a él estaba otro aparecido de majestuosa apostura. Sonó otra campanada.

La aparición llegó cerca de Scrooge, éste se arrodilló, experimentando el terror sombrío y misterioso que envolvía al espíritu. ‘¿Estoy en presencia del inmigrante del futuro?’ No, ahora tú eres el inmigrante. Poco a poco, los mexicanos, fuimos recuperando los territorios que en 1848 nos quitó Estados Unidos.

El espectro trasladó a Donald Scrooge al centro de Los Ángeles el cual había sido invadido por comerciantes ambulantes que con motivo de la Navidad ofrecían juguetes y mercancía china. ¡Qué le ofrezco güerito! Pasó un camión materialista que arrojó un humo negro que apenas permitía leer el letrero pintado en su defensa: “Si te estorbo tócame el pito”. Luego el fantasma trasladó al anaranjado que estaba blanco de espanto a Beverly Hills, donde la mayoría de las residencias tenían la televisión sintonizada en ‘La Rosa de Guadalupe’. El tradicional letrero de Hollywood estaba grafiteado con una mano haciendo ‘caracolitos’. ‘Quiero estar en mi país’, piensa Donald Scrooge con todas sus fuerzas. A su lado aparece otro fantasma. Dame 5,000 dólares y te llevo, soy un espíritu pollero. Feliz Navidad.

Nota

Este columna estará en receso hasta el siete de enero. Felices fiestas.

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Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem) y Guionista de televisión mexicano. Conocido por haber hecho los libretos de programas como Ensalada de Locos, La carabina de Ambrosio, La Güereja y algo más, El privilegio de mandar, entre otros

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