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Opinión

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¿Qué justicia para las mujeres?

La regresión misógina que atraviesa el mundo es evidente en Irán y Afganistán, donde gobiernos oscurantistas manipulan las escrituras para imponer un cerco de terror contra las mujeres. Ha levantado también murallas opresivas en entidades estadounidenses donde grupos fundamentalistas esgrimen la “defensa de la vida” contra miles de mujeres, condenándolas a una muerte evitable o a la tortura de soportar un embarazo producto de una violación. Se manifiesta incluso en la vileza de los discursos trumpistas contra la candidata presidencial y otras políticas destacadas. Despreciar a las mujeres, oprimirlas y acallarlas sigue siendo hoy tendencia entre hombres poderosos y regímenes autoritarios.  

En el México de este falso “tiempo de mujeres”, la misoginia autoritaria no se ha enunciado con la misma insolencia pero subsiste en la sociedad y va cobrando fuerza en la deriva autoritaria del régimen iniciado en 2018. Baste recordar el discurso moralista del expresidente acerca del rol de las mujeres en la familia en 2020, su trato condescendiente hacia sus funcionarias, sus descalificaciones de la primera Presidenta de la SCJN –que sus seguidores tradujeron en ominoso agravio. La deriva autoritaria y misógina no ha desaparecido con una presidenta que se burla de la dignidad de ministros y ministras que declinaron someterse al circo electoral, se ha expandido en un Congreso encabezado por líderes ensoberbecidos que desprecian la mesura y el diálogo.

No es este tiempo de mujeres. No puede serlo por la denostación que han sufrido ministras, magistradas y juezas, por el desprecio de los destructores de la Constitución hacia las necesidades de justicia y seguridad de niñas y mujeres, por el ninguneo oficial de los clamores de una ciudadanía lacerada. Como escribiera la investigadora Julia Monárrez, al aceptar esta reforma judicial basada en la injusticia, la presidenta “Deja fuera a una generación que se ha especializado en derechos humanos de las mujeres. Y las consecuencias serán para miles de mujeres que también son pueblo y sufren la violencia de manera diferente.”(La Verdad de Cd.Juárez, 30.X).

Al eliminar a cientos de juzgadoras/es capacitadas/es, algunas de las cuales se han esforzado por emitir sentencias comprensibles para niñas/os, se abrirá la puerta a personas ignorantes de los derechos humanos, sin perspectiva de género interseccional e intercultural, que juzgarán desde el prejuicio, si eso es lo más popular, o desde el autoritarismo, si así evitan ser sancionados por el Tribunal disciplinario. Ni Comités partidistas ni tómbolas ni cursitos al vapor pueden garantizar la calidad que el PJF ha logrado (aun con fallas) mediante la carrera judicial y la experiencia.

Suponer que ministras como las que han decidido someterse a la elección garantizarán la imparcialidad y el profesionalismo en la SCJN es olvidar cómo ésta ha ido perfeccionando su postura incluyente, abierta a la diversidad, respetuosa de los derechos humanos, sensible a las necesidades de una sociedad moderna y desigual.

Entre otros logros, las sentencias de la SCJN han determinado que las leyes no protegen sólo a las familias cuyas parejas están unidas por vínculos matrimoniales sino también, por ejemplo, a las concubinas y a sus hijas/os. Han sido decisivas para el reconocimiento de los derechos de las parejas del mismo sexo, para la defensa y reconocimiento de los derechos de las mujeres a decidir sobre su maternidad (2008, 2021), para la protección de la vida y la seguridad de las mujeres (como en el caso Mariana Lima, a partir del cual todo homicidio de mujer debe investigarse como feminicidio, o contra el acoso). Por no ir más lejos, la declaración de inconstitucionalidad de la ley de la Guardia Nacional –que desencadenó la furia revanchista cuyas consecuencias hoy padecemos– es en sí una defensa de los derechos humanos de la ciudadanía y de las mujeres, particularmente agraviadas por la militarización.

En este día decisivo, respaldar a la SCJN es defender nuestros derechos humanos, oponernos al autoritarismo despiadado, a la misoginia y a la injusticia.

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Es profesora de literatura y género y crítica cultural. Doctora en literatura hispanoamericana por la Universidad de Chicago (1996), con maestría en historia por la misma Universidad (1988) y licenciatura en ciencias sociales (ITAM, 1986).

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