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Marco Rubio tuvo un deseo: derrocar a Fidel Castro
Al llegar a la adolescencia Marco Rubio le confesó a su papá que un día lideraría un ejército de exiliados para derrocar a Fidel Castro y así poder convertirse en presidente de una Cuba libre.
La anécdota ocurrió en Las Vegas, donde Rubio vivió con su familia durante algunos años.
Rubio se convertirá en secretario de Estado y su impronta se asentará en tres dictaduras dedicadas a devorar la libertad de cubanos, nicaragüenses y venezolanos.
A México lo ve y lo seguirá viendo como aliado de regímenes autoritarios, y no olvidará el desplante de AMLO hacia Estados Unidos durante la Cumbre de las Américas.
Los abrazos a Evo, las salutaciones a Nicolás, la amistad con Miguel y un largo repertorio de guiños, no serán olvidados por Marco Rubio al momento de articular su estrategia frente al Gobierno de Claudia Sheinbaum.
Las dos pasiones de Marco Rubio son el futbol americano y la política.
De niño admiraba a Don Shula, director técnico de los Delfines de Miami. Cuenta que durante varias ocasiones recibía llamadas telefónicas en los momentos en los que se negaba a usar aparatos ortopédicos en las rodillas. Su mamá le decía que Don Shula quería hablar con él. Una voz le decía: “Tienes que usar tus aparatos si quieres jugar para mí algún día”. Una estrategia de rápido convencimiento. Quien imitaba la voz de Shula era su padre.
Dos sucesos políticos lo marcaron: el reto por parte del senador Edward Kennedy al presidente Carter por la nominación presidencial y la crisis de los rehenes de Irán.
Rubio reconoce que el discurso de Kennedy aceptando su derrota le resultó inspirador.
De su abuelo paterno nació su empatía por Ronald Reagan. Dice Rubio que su abuelo “despreciaba” a Carter por la crisis de los rehenes de Irán. Su padre y su abuelo consideraron el episodio como una humillación hacia Estados Unidos.
Los Estados Unidos deben ser un país fuerte, predicaba el padre de Rubio, o el mundo se sumirá en la oscuridad; y un país fuerte requiere un líder fuerte.
Marco Rubio se entusiasma al recordar que la llegada de Reagan a la Casa Blanca se tradujo en la liberación de los rehenes.
“La elección de Reagan y la lealtad de mi abuelo hacia él constituyeron para mí una influencia políticamente decisiva”, comentó en alguna ocasión.
En la etapa que vivió en Las Vegas, sus familiares le enviaban por correo el Diario de las Américas. Su padre le sembró la costumbre de leerlo.
Entre sus vecinos recuerda a unos mexicanos, y revela que era la primera ocasión que interactuaba con amigos de otras nacionalidades más allá de la cubana y estadounidense.
Marco Rubio tiene en su memoria pasajes sólidos; que le pesan desde hace años. Uno de ellos es Fidel Castro. Su familia dejó Cuba tres años antes de la caída de Batista.
En 1959 nació su hermana Bárbara y en diciembre de ese año sus padres consideraban regresar a Cuba. Por fin había sido derrocado el dictador.
En abril de 1959 Fidel Castro visitó Nueva York y manifestó su aprecio por la democracia y negó ser comunista. Lo que siguió es historia.
Un hermano de su padre, Emilio, le advirtió a la familia que no regresara a Cuba: habían iniciado las expropiaciones.
El origen de Marco Rubio se encuentra en la humildad. Su padre abandonó los estudios antes de cumplir los 10 años para ponerse a trabajar debido a las carencias que vivió. “Cuando creces con hambre aprendes a no pedir”, le dijo su tía Georgina en alguna ocasión.
Marco Rubio, en caso de que sea confirmado, será el secretario de Estado en un momento complejo en América Latina, donde hay presidentes que no se hablan entre sí, y con un México cuya diplomacia es dogmática y no de Estado.