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Opinión

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El reto de la seguridad alimentaria

El ciclo Otoño-Invierno ya arrancó en Sinaloa, donde aún prevalecen condiciones graves de falta de humedad, donde las presas al cierre de septiembre se encontraban al 31.7%, lo que significará que este ciclo se sembraran 295,000 hectáreas de maíz blanco, y 10,000 de maíz amarillo.

FOTO: ADRIANA ALVAREZ/CUARTOSCURO.COMAdriana Álvarez

El jueves y viernes de la semana pasada, tuve la oportunidad de participar en la vigésima primera edición del Foro Global Agroalimentario, en la ciudad de Aguascalientes, el cual es organizado por el Consejo Nacional Agropecuario, y el que en esta ocasión llevó por título: “Innovando para la seguridad alimentaria”. 

En el evento, se dieron cita autoridades gubernamentales y expertos de distintas partes del mundo donde compartieron su experiencia en temas tan variados como la seguridad alimentaria, la sustentabilidad ambiental en la producción de alimentos, los últimos avances en tecnología para el campo que han contribuido con mejoras sustantivas en la productividad, por mencionar algunos, y sin duda quedó claro que México y nuestros productores enfrentan grandes retos en el contexto actual.

Me sorprendió mucho escuchar a nuestras autoridades insistir en buscar la autosuficiencia alimentaria en maíz blanco, cuando todos sabemos que somos autosuficientes en la producción de maíz blanco desde hace ya un buen rato, que es el que usamos como alimento. En donde somos deficitarios es en la producción de maíz amarillo, que es el que se utiliza como forrajero y para la industria.

De acuerdo con información proporcionada por el economista en jefe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, Seth Meyer, pasamos de importar en el ciclo 2012/2013 aproximadamente 8 millones de toneladas de maíz amarillo, a superar las 20 millones de toneladas en el ciclo 2023/2024 y se espera que sea muy similar la demanda de nuestro país para el ciclo 2024/2025, lo que nos ha convertido prácticamente en el principal consumidor de maíz norteamericano, por encima de Canadá, la Unión Europea, Japón y Corea del Sur.

A lo anterior habría que sumarle, como les comentaba en este mismo espacio la semana pasada, que el USDA estimó en su reporte de oferta y demanda más reciente, que el maíz este ciclo tendrá el mayor rendimiento de los últimos 24 años, y que si bien no será la producción más alta sí será la segunda más abundante de este mismo periodo al alcanzar los 386.17 millones de toneladas, lo que ha generado que los precios vayan a la baja en perjuicio de nuestros productores, aunque los costos de producción no bajen en la misma proporción.

Lo anterior se traduce en que los márgenes de nuestros productores se reduzcan a niveles en que no sea rentable producir, y si bien es cierto que la depreciación del peso frente al dólar les amortigua en alguna forma la caída de los precios, el costo de los insumos se incrementa en la misma proporción por estar cotizados en dólares.

Estamos por empezar la cosecha del ciclo Primavera-Verano y los productores solicitan apoyos en el precio, ya que ahora sí habrá mejor producción que el ciclo anterior, pero el precio no les da.

Mientras tanto, el ciclo Otoño-Invierno ya arrancó en Sinaloa, donde aún prevalecen condiciones graves de falta de humedad, donde las presas al cierre de septiembre se encontraban al 31.7%, lo que significará que este ciclo se sembraran 295,000 hectáreas de maíz blanco, y 10,000 de maíz amarillo para un total esperado de producción de 3.2 millones de toneladas de maíz blanco y 110,000 de amarillo.

Es claro que con precios de venta bajos y costos elevados de producción, los productores no tienen incentivos para producir y la meta de autosuficiencia alimentaria se aleja.

En contraste, me llamó la atención un dato que proporcionó el funcionario del Gobierno de Brasil, el cual comentó que en su país la superficie sembrada se ha incrementado en 140% en los últimos 46 años; sin embargo, la productividad en granos en ese mismo periodo ha aumentado en 580 por ciento. Ello, debido a las innovaciones tecnológicas que han utilizado en su campo.

Solo como dato adicional: La agroindustria brasileña representa 23.8% del PIB y genera 26.8% de los empleos de ese país, mientras que en México la participación de las actividades agrícolas en el PIB al cierre de 2023 fue de 2.2% y ha generado aproximadamente el 10.4% del total de empleos en 2024.

No cabe duda que hay mucho por hacer en el corto, mediano y largo plazo.

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