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Opinión

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Sheinbaum y Sánchez

A raíz de la reciente crisis diplomática entre México y España, el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, manifestó en rueda de prensa como inaceptable la exclusión del rey Felipe VI a la toma de posesión de Claudia Sheinbaum. Al mandatario pareciera sorprenderle que un gobierno progresista como el de México y con quien parece coincidir ideológicamente, use la figura del Rey para avanzar intereses de política interna. Aunque bien dicen que entre gitanos no se leen la mano; pues Sánchez y sus aliados han sido expertos en revivir fantasmas del pasado para capitalizarlos políticamente, tal como sus pares mexicanos. 

En su libro más reciente, “España”, Michael Reid narra cómo en las últimas décadas la política española se ha transformado en una lucha por dominar las fuerzas centrífugas que tiran hacia los extremos del centro político. Las diferentes formas de separatismos han encontrado en la izquierda de Sánchez y el pasado franquista, una moneda de cambio para hacerse de facciones de poder. Un juego de estire y afloje bastante pernicioso al que a España le ha sumado bastantes tragedias. Ante la falta de respuestas a las crisis materiales de los españoles, como la escasez de vivienda asequible y empleo, la coalición de izquierdas ha recurrido a una estrategia antigua y efectiva para sostenerse en el poder: la exhumación (literal) de enemigos históricos. “Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento”.

Tanto Sheinbaum como Sánchez entienden el valor político de las heridas históricas. Con matices, pero no hay pueblo que adolezca de ellas. Pensemos en Estados Unidos y los estragos de la esclavitud que son palpables hasta nuestros días. El Holocausto y el Nakba son parte de la memoria viva del pueblo judío y palestino. Del mismo modo, sería una falta al intelecto y a la moral negar las atrocidades de la conquista y los siglos de presencia colonial de España en sus Virreinatos. Lo mismo para las víctimas de la Falange. Pero, parecieran pesar más los intereses de los neocolonialistas en mantener las heridas abiertas, que verlas sanar. Decía Karl Marx, que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa.

La política exterior de Sheinbaum comienza con el pie izquierdo. Quizá, para muchos esta caracterización es motivo de orgullo. Pero esta innecesaria crisis diplomática con España, más allá de enaltecer nuestro lugar en el mundo, nos relega. Es claro que la estrategia de Sheinbaum, como el sanchismo, necesita de artificios políticos para domar a las fuerzas centrífugas de su movimiento-partido. Pero hipotecar la política exterior de México, a cambio de disciplina partidista puede traer un alto costo, en un momento que el mundo transita hacia mayor inestabilidad geopolítica.

El futuro no siempre sopla vientos a favor. Si a finales de este año, Estados Unidos y Alemania se desplazan hacia la derecha, México habrá deseado tener un país amigo y aliado como España, que históricamente ha acompañado y promovido sus intereses en espacios internacionales. Escribía el profesor de El Colegio de México Mario Ojeda, que México no puede crecer en soledad. Y un gobierno de izquierda apalancado en una robusta política de gasto social, como el que encabezará Sheinbaum, necesita de aliados internacionales para generar desarrollo económico y bienestar. No hay duda, que brinda más prosperidad para ambos pueblos reconocer que México y España no son enemigos ni rivales históricos, sino hermanos. Como lo son los López, los Obrador, los Hernández y Fernández; o los Pardo y Sánchez.

Renata Zilli

Internacionalista

X: Renata_zilli

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