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Política

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El abuso sexual infantil persiste porque los adultos hemos sido permisivos: Dafna Viniegra

Levantemos la voz, dejemos de callar nuestras heridas y dejar de hacer como que todo está bien, remarca

Foto: Especial

Si estas líneas pudieran estar frente a los ojos de alguien que puede llegar a convertirse en abusador de un menor y está consiente de ese riesgo, este es un mensaje para esa persona:  agárrese de esa chispa de conciencia, de ese miligramo de luz y sepa que no es necesario vaciar su dolor y sus heridas en un cuerpo infante. Lo único que va a lograr es cargar a su vida una culpa tremenda, lo mismo que a su víctima.

Esa es la voz convertida en estos renglones de Dafna Viniegra, víctima de este tipo de atrocidad, que, hoy, después de mucho, ha decidido compartir el diario de su catarsis, hoy convertido en el libro “Sanar para crecer y trascender. Una historia real para detener el abuso sexual infantil”, editado por Aguilar. 

En entrevista, señala que estamos ante un problema que ya se nos fue de las manos, pero que todos, debemos parar, atendiendo a las víctimas, pero también a los perpetradores. “Si como sociedad no les damos un espacio en donde ellos puedan tratar sus dolores personales que les hacen actuar de esta forma, es imposible que esto baje”.


Si hubiera un solo caso de abuso sexual infantil, ya tendríamos un severo problema, pero ¿de qué tamaño es este problema en México?

Es casi inmencionable, porque desgraciadamente, solo el 1% de los casos se denuncian, Somos el país número uno a nivel mundial.

Hay un número que resuena muchísimo en las redes sociales, según el cual 

hay 10.5 niños abusados por minuto.

¿Qué explica ese tipo de conductas? y ¿qué explica que no sea tan visible?

Lo que explica es que, como sociedad, desgraciadamente hemos sido permisivos. A la hora de guardar silencio por no, incomodar, por no generar estas conversaciones incómodas, por no poner un alto.

Yo creo que ya se nos fue de las manos.

Necesitamos generar una conciencia muy, muy firme, amorosa y humilde para que este problema del abuso sexual infantil pueda bajar, no erradicar, porque es imposible para como estamos ahorita con esta degeneración social, pero por lo menos bajar este índice que ya es una cosa de locura.

¿Puede escalar aún más?

Todos tenemos que tomar este problema como nuestro, porque es de todos, porque los niños del mundo son de todos y tenemos que cuidarlos a todos, no solamente a nuestros hijos.

Necesitamos generar una conciencia comunitaria, donde nos deje de importar si son nuestros consanguíneos o no, y veamos por su bien.

Levantemos la voz, dejemos de callar nuestras heridas y dejar de hacer como que todo está bien. Que nos abusaron en la infancia y no pasa nada porque a todos les pasa. Basta de eso. 

¿Qué tanto estamos asumiendo esa responsabilidad, familias y gobierno?

Es responsabilidad de todos, tanto de las familias, como del gobierno. Todos tenemos que trabajar en conjunto y con la misma fuerza.

Es indispensable que haya políticas públicas que dejen de proteger a los agresores y tener unas penas correspondientes al daño que se genera.

Es indispensable que los mecanismos de denuncia sean a favor de la víctima, que la protejan, que no la revictimicen, que no la hagan pasar por un calvario peor que lo que es el mismo abuso.

Entonces, es indispensable generar modelos en donde la atención a las víctimas sea integral y la atención a los actores del abuso.

No podemos dejar de verlos (a los perpetradores) y tacharlos como unos monstruos y echarlos en una esquina. Si como sociedad no les damos un espacio en donde ellos puedan tratar sus dolores personales que les hacen actuar de esta forma, es imposible que esto baje.

Yo, con mi mejor amiga, fundamos una asociación que se llama Infancia Libre de Abuso Sexual (ILAS), donde tenemos la meta de llegar a generar una línea de atención para actores y espectadores del abuso sexual infantil. 

Actores, son todas estas personas que cometen el acto, adultos y adolescentes en riesgo de convertirse en abusadores.

Los espectadores, son esas personas que no saben cómo tener pláticas incómodas; no saben cómo llegar a atender casos como el no me gusta cómo él ve a mi hija, no me gusta cómo mi suegro se la sienta en las piernas.

Todas estas cosas que, por no incomodar a la persona adulta, las callamos. 

Los adultos tenemos que tomar la responsabilidad de tratar esto, como adultos, porque es un tema de adultos, no es un tema de infancia ni de niños. 

¿Cómo estamos en términos de la protección a las víctimas? 

La atención terapéutica a las víctimas es nula. 

Existen algunos programas en el DIF y cosas así, pero no son suficientes para la cantidad de víctimas que existen y mucho menos para darle el seguimiento que el trauma del abuso sexual infantil genera. 

No es una herida en el cuerpo, es una herida en el alma y  pareciera como un traje a la medida que te va acompañando durante toda tu vida y se te va representando. 

¿Qué tanto estamos haciendo como país para atender a las personas que están en riesgo de convertirse en perpetradores?

Ahorita no estamos haciendo absolutamente nada, en México nada.

En otros países del mundo muchísimo y está funcionando. Hay países que han pasado de ser el país número uno en este tipo de delitos al número  cinco.

En México no se está haciendo absolutamente nada por eso nosotros tenemos esta propuesta.

En Estados Unidos  hay una línea telefónica de ayuda para adultos y adolescentes en riesgo de abusar y dar terapia de contención, dan terapia de escucha; te canalizan con terapeutas especializados e inclusive hasta te llegan a poner las opciones de los tratamientos médicos para disminuir el apetito sexual, etcétera.

Esta misma asociación de Stop It Now se ha replicado en Reino Unido, Australia, Canadá, Costa Rica, Chile, Colombia, y pues han tenido un éxito maravilloso. https://www.stopitnow.org/

Inclusive en Alemania hay un centro que se llama el Centro Dunkenfeld, que tienen asistencia por parte del gobierno en terapia grupal, como si fuera una especie de alcohólicos anónimos, y la gente puede ir a atenderse, porque la pedofilia y la pederastía está considerada como un problema social. 

¿Ese tipo de traumas se superan?

Se superan en la medida en la que tienes las herramientas para lidiar con las reacciones del recuerdo, de los flashbacks, de los sueños, de la culpa, del autosabotaje.

Yo fui teniendo herramientas en mi vida para empezar a contenerme y no reaccionar como una niña asustada. Pero siempre está y se presenta de una manera u otra. 

¿Cómo logró transformar este caso de abuso a poder ayudar y lograr sacar de eso algo positivo ayudando a otras personas?

Lo que está publicado en el libro era algo que no era, no estaba hecho para ser un libro. Es mi diario de mi catarsis literaria en donde yo, a manera terapéutica, trabajé escribiendo para poder irme a reconocer, desde las lealtades familiares que tenía con mis bisabuelas y con mi abuela, con mi madre. O sea, aprender exactamente en dónde estaban alojadas estas heridas, estos traumas, estas dolencias, para desde ahí poder conocer y reconocerme, imperfecta y vulnerable.

Y desde esa imperfección y desde esa vulnerabilidad llegó una comprensión a que las personas que violentan a los niños, sea sexualmente, emocional psicológica de la manera que sea, vienen de corazones tremendamente lastimados y asustados y que no saben cómo comportarse.  De ahí que se derive ILAS.

Si estas líneas llegaran a una persona que está en riesgo de convertirse en un abusador, ¿qué le diría?

Que se agarre de esa chispa de conciencia, de ese miligramo de luz, que no es necesario vaciar su dolor y sus heridas en un cuerpo infante. Que lo único que va a cargar su vida va a ser una culpa tremenda él y la víctima.  

Que no es ahí la solución.  No es con los que menos se pueden defender.

Se pueden acercar y nosotros podemos darles una referencia para que tengan consultoría en terapia especializada.

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Periodista mexicano, originario de Amealco, Hidalgo. Editor del suplemento Los Políticos de El Economista. Estudié Sociología Política en la Universidad Autónoma Metropolitana. En tres ocasiones he ganado el Premio Nacional de Periodismo La Pluma de Plata que entrega el gobierno federal. También fui reconocido con el Premio Canadá a Voces que otorga la Comisión Canadiense de Turismo, así como otros que otorgan los gobiernos de Estados Unidos y Perú.

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