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Sin derecho a fallar
Antes de que Andrés Manuel López Obrador entrara al reciento de la Cámara baja lo hizo el presidente saliente Enrique Peña Nieto quien, con una sonrisa apenas dibujada en su rostro, pasó de largo ante las preguntas arrojadas por la prensa y los gritos de los ciudadanos.
Uno a uno llegaron los invitados especiales, los testigos de honor.
Mandatarios de Bolivia, Guatemala, Ecuador, Paraguay, Cuba, de organismos internacionales como Naciones Unidas y la realeza europea, entre otros, asistieron para ser parte de un llamado surgido de las urnas mexicanas y un compromiso enfático, inapelable y casi utópico: “no fallar”.
Unos 12 años después de que Andrés Manuel López Obrador se declarara presidente “legítimo” en la plancha del Zócalo capitalino, en donde, en aquel entonces, sus invitados fueron miles de simpatizantes que coreaban su nombre entre puños alzados por la indignación que les generó un resultado electoral acotado, casi imperceptible, para un pueblo de más de 100 millones de personas, hoy, 1 de diciembre del 2018, la cita fue, antes que la plaza capitalina, el Palacio Legislativo de San Lázaro.
Mientras López Obrador transitaba el camino hacia la Cámara de Diputados desde el Palacio Nacional, en el centro del país, las expresiones de apoyo ciudadano al exjefe de gobierno de la Ciudad de México eran evidentes.
Por lo mismo adultos que jóvenes saludaban y coreaban su siglas y nombre: “¡AMLO, AMLO!”.
Este hecho sería recordado por el mismo López Obrador ante el Pleno de la Cámara baja, ante legisladores y mandatarios.
“Ahora que venía para acá se emparejó un joven en bicicleta y me dijo: tú no tienes derecho a fallarnos. Y ese es el compromiso que tengo con el pueblo: No tengo derecho a fallar”, aseveró el presidente ante los más de 900 invitados extranjeros y un pueblo de millones de almas expectantes.
El sueño de mandar a la nación, conseguido a través de las urnas, se transformó en una mayoría en ambas Cámaras del Congreso de la Unión, mayoría en al menos 19 congresos locales, una mayoría del apoyo popular, una mayoría para no fallar.
Antes de que entrara López Obrador al reciento de la Cámara baja lo hizo el presidente saliente, Enrique Peña Nieto.
La palabra “fallar” parecía haber hecho eco en su asistencia y su semblante. Apenas bajó de la camioneta que lo transportaba, decenas de ciudadanos al otro lado de la avenida del Congreso de la Unión le reclamaron los fallos: “fuera PRI… ¡asesino, asesino!”, se escuchó.
No obstante, con una sonrisa apenas dibujada en su rostro y con la premura en su caminar impulsada por elementos del Estado Mayor Presidencial, el mandatario saliente pasó de largo ante las preguntas arrojadas por la prensa y los gritos de los ciudadanos.
Y es que a cuestas, en su caminar, parecía cargar con miles de desapariciones, asesinatos y promesas de regresar a la paz a un país convulso desde hace décadas; cargaba acuestas el haber fallado.
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