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Aves fénix del rock urbano
Los actores Arturo Ríos y Damián Alcázar se llevan ?la cinta que explora la escena del rock mexicano.
Qué trabajo le cuesta al cine mexicano no ser solemne y aleccionador. Siquiera por eso deberíamos festejar una película como Eddie Reynolds y los Ángeles de Ácero, de Gustavo Moheno.
He aquí una cinta mexicana (disculpen la aclaración, pero es que el cine mexicano se ha convertido en un género por sí mismo) que se atreve a ser puramente divertida, desenfadada y que casi logra contar su historia sin dar lecciones morales.
Y además lo hace con un reparto de leyenda. Arturo Ríos, Álvaro Guerrero, Jorge Zárate y Damián Alcázar son, sin duda, los mejores actores mexicanos. El más chimuelo sería Zárate, y eso porque es menos famoso. Aquí está extraordinario; masca rieles.
La historia comienza en Dublín. En una tienda vintage de discos suena un disco de un grupo mexicano desconocido, unos tales Eddie Reynolds y los Ángeles de Acero. ¿Cómo llegó ese disco allá? Misterio, los coleccionistas de discos se distinguen por sus gustos muy extraños.
A la tienda entra Bono (sí, Bono de U2, pero tampoco se sorprendan tanto, aquí está interpretado por un imitador) y, claro, se queda prendado de la música. Compra el disco con la idea de hacer un cover.
Corte A: Lalo Reynoso (Alcázar) es un músico versátil, estrella de bodas y XV años que se gana la vida cantando El venao y otras perlas del género bailable. De su época de rockero como Eddie Reynolds conserva la greña y el ego. Su leyenda es sobre todo sexual: nunca retiene una novia que tenga más de 25 años. Vampirismo puro, según él mismo reconoce.
En pleno éxtasis cumbiero en una boda, Lalo recibe la llamada de Fernando (Zárate), el bajista de su vieja banda. La noticia es lo de Bono y el cover, pero aún más importante es reunirse con el pasado. Cuando Lalo está listo para firmar el contrato, resulta que Lalo no es el único autor de la canción: falta la firma de Santos (un Arturo Ríos inspirado, se lleva la película), el guitarrista del grupo, el único que decidió vivir al ritmo del rock, drogas y sexo, sobre todo de las drogas. Urge la firma de Santos porque U2 está a punto de irse de gira.
Perdido en alguna playa remota, Santos odia a Lalo. El único que tiene cierto contacto con el guitarrista es Ulises (Álvaro Guerrero), el baterista del grupo, ahora convertido en un apocado encargado de farmacia a las órdenes de su esposa.
El grupo está casi junto. A Santos lo encuentran en una pulquería y sólo la aparición de Carlos Santana, el santo patrono de Santos, lo convence de reunirse con sus ex compañeros.
Realmente lo que importa de la película, además de la anécdota, que es divertida, es el retrato que Moheno, el director, hace de la escena rockera mexicana. Aves fénix del rock, Eddie Reynolds y los Ángeles de Acero son el típico grupo que sobrevivió a Avándaro, tocaron en hoyos fonqui y llegaron a grabar su disco bajo la identidad de rock urbano .
La cinta es totalmente divertida aunque le da por reformar a sus personajes, sobre todo al protagonista.
Ríos y Alcázar son un gran dúo cómico. Como Jagger y Richards o Page y Plant, o cualquier gran pareja del rock, ambos actores logran el truco de ser inolvidables.