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Del modernismo al posmodernismo urbano en San Ildefonso
Comienza el otoño en el DF y con él una de las citas más importantes para los amantes de la fotografía.
Comienza el otoño en el DF y con él una de las citas más importantes para los amantes de la fotografía.
Fotoseptiembre es un festival de imágenes en forma de múltiples exposiciones, coloquios, charlas y visitas varias.
Un espacio en el que la fotografía mexicana, con su historia y tradición, se encuentra con otras latitudes, otras herencias. La fotografía invitada esta edición de Fotoseptiembre es la brasileña.
Éste año uno de los platos principales del banquete fotográfico que se sirve en el Antiguo Colegio de San Ildefonso. Con el aire de Brasil, pero también de nuestra herencia fotográfica, se presenta en este recinto una breve revisión de la fotografía del siglo XX en tres exposiciones que, aunque separadas curatorialmente, tienen una continuidad innegable entre sí.
Se trata de Sol y Sombras de la Fotografía Moderna Mexicana; Moderna para Siempre: Fotografía Modernista Brasileña, y la individual contemporánea DF Penúltima Región, del mexicano Gerardo Suter.
Como una sola exposición
Uno puede comenzar su recorrido por cualquiera de ellas. De esta forma, no tarda en darse cuenta de la enorme armonía entre las tres muestras, aunque cada una quiera tener su propia identidad. El aire de los tiempos, sin duda, hermana a la modernidad mexicana con la vanguardia brasileña y cómo ambas corrientes desembocan en el trabajo contemporáneo de Suter.
Comencemos con Sol y Sombras, sin duda la más interesante de las tres. Tres fotógrafos mexicanos la protagonizan: Manuel Álvarez Bravo, Agustín Jiménez y el mexico-cubano Luis Márquez Romay, conocido por sus fotografías pero también, de manera muy especial, por su coleccionismo relativo a las indumentarias típicas de nuestro país.
En Sol y sombras se reúne a estos tres exploradores de la forma que entre 1925 y 1950 llevaron a la fotografía mexicana a una experimentación que la pondría en los ojos del mundo. La selección curatorial es muy afortunada y demuestra cómo Jiménez, Álvarez Bravo y Márquez Romay, coetáneos pero no cercanos personalmente, trabajaban sin saberlo en los mismos temas, en placas que, algunas separadas por uno o dos años apenas, son casi la misma fotografía aunque su autor sea distinto. Lo más interesante de Sol y sombras es observar cómo, paso a paso, la identidad fotográfica mexicana se fue conformando. De los nopales y los cielos azules al documento social posrevolucionario y finalmente a una búsqueda estética en el mundo de las fábricas de la naciente industria mexicana.
He ahí donde surge el vaso comunicante con la siguiente exposición: Moderna para Siempre. Alrededor de los años 50 los fotógrafos brasileños entraron en la misma exploración que los fotógrafos de Sol y sombras, especialmente en el mundo industrial, pero de un modo mucho más formalista. Recorrer esta exposición es entrar en un universo de líneas verticales, de instantes capturados en el lente que más bien parecieran haber sido dibujados por un pintor abstracto.
Es evidente la deuda que los fotógrafos contemporáneos como Gerardo Suter tienen con el modernismo ilustrado por Sol y sombras y Moderna para siempre.
Suter utiliza a la ciudad de México como pretexto para hacer un cruce entre el documento social y el esteticismo formal. Sus imágenes de los barrios bajos del DF, así como de los planos panorámicos en los que el entorno urbano en cruce caótico de líneas en gran formato hace de DF penúltima región un lienzo abstracto de varias salas.
cmoreno@eleconomista.com.mx