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En las alturas del diseño
Es un homenaje a Yves Saint Laurent a través de su amante, socio y compañero de toda la vida, Pierre Bergé.
Fue durante el invierno de 1983 que el Museo Metropolitano de Nueva York dio un vuelco. Se exhibía una muestra del diseñador de alta costura Yves Saint Laurent. Algunos decían que era evidente el desplome del Met. ¿Qué seguía después de semejante descaro? Voces furibundas condenaron a Diane Vreeland, antigua editora de la revista Vogue. Un crítico llegó a comentar que se inauguraba la época de la sociológica aristocrática . Otros más hablaban de una exhibición cercana al mal, de simple comercio. Al paso de los años, ese escándalo se convirtió en vaho y la iniciativa de la Vreeland culminaría con la creación de un espacio dedicado al diseño de moda dentro del Met. En la actualidad se exhibe el documental El amor loco (Lamour fou, 2010) de Pierre Thoretton, que es un homenaje a Yves Saint Laurent a través de su amante, socio y compañero de toda la vida, Pierre Bergé.
Si el recuerdo de aquella muestra en el Met aún emociona, pese a que han transcurrido cerca de tres décadas, salir de esa exposición magnífica hacía que se olvidara la nieve y el clima áspero, porque el trabajo del diseñador siempre estuvo ligado a un conocimiento profundo del arte y su obra era un reflejo de sus imaginaciones. Observar esas obras era un estímulo que iba más allá del aprecio por la haute coture, aquello era diseño excepcional. El montaje fue soberbio y una infinidad de cuadros, desde luego Picasso, Mondrian, Goya y Géricault dialogaron con la belleza exquisita de los modelos presentados durante la retrospectiva. El hecho es que un creador fundamental del siglo XX fue el diseñador francés nacido en Orán, Argelia, en 1936. El amor loco es un ejercicio de memoria, en donde Bergé es el narrador privilegiado. Él describe una fotografía tomada durante el funeral de Christian Dior en 1958, sin que se dieran cuenta, la imagen los enlaza, ambos están presentes, unidos por el suceso trágico. Poco después unirían sus vidas, compartirían una sucesión de triunfos de Saint Laurent, siempre amparados por Bergé.
Thoretton hizo un mosaico en donde la narración de Bergé está ilustrada con infinidad de fotografías y documentos fílmicos y televisivos que completan esta semblanza del mayor diseñador de moda del siglo XX. Los comienzos están dados por la capacidad prematura de un joven de 21 años que tuvo las mejores enseñanzas posibles con Dior, para que de inmediato se liberara de esos embrujos y realizara su independencia artística. Tímido y delgado hasta la fragilidad, de voz suave y acompasada, con un indudable aspecto gay, Yves Saint Laurent se convirtió en el icono de la moda en Francia, que luego se trasladó por el mundo.
El amor loco enlaza algunos momentos que fueron significativos a lo largo de este recorrido vital. De pronto aparece el artista pop Andy Warhol, en aquel 1972, cuando le hace una famosa serie de retratos sin anteojos. Ese momento es interesante, aunque el dato está expulsado del documental, porque el diseñador y el artista gráfico de las latas de sopa Campbells idean un perfume que, según ellos, será revolucionario: una loción para hombres con olor a esperma. Estaban en el café Angelina, de la famosa Rue Rivoli de París, de seguro ante un pastel Mont Blanc y un chocolate africano, cuando tuvieron ese momento transgresor que terminó en fracaso: era como llegar a un banquete exquisito con indigestión. En cambio, Opium se volvió un aroma clásico. Por más que, y esa declaración la incluye el filme, los chinos se molestaran porque la sustancia psicotrópica les remitía a una historia de guerra y abusos coloniales.
Pierre Thoretton permitió que Bergé se explayara, que lo mismo comentara de su departamento en la Rue Babilone que de las casas en Marraquech o del Chateau Gabriel, en Normandía.
Todo eso enmarcado por la depresión cíclica y casi cotidiana de Saint Laurent, apenas atenuada por el uso excesivo de champaña y vodka, además de drogas. Saint Laurent moriría en el 2008. El amor loco es un documental extraordinario porque la belleza nunca nos será ajena.