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La Bauhaus, a 100 años de distancia
La especialista Raquel Franklin repasó el contexto sociopolítico de la escuela alemana por el centenario de su creación.
“La Bauhaus más que una escuela fue un idea, y si algo heredamos fue esa idea, una idea que para algunos casos fue arte y artesanía, y que para otros fue la visión tecnócrata o comercial. Es bastante difícil delimitar qué es estrictamente Bauhaus, qué es estilo internacional y qué es pensamiento moderno”, razonó la especialista en la Bauhaus, Raquel Franklin, doctora en Arquitectura por el Israel Institute of Technology y coordinadora del Área de Teoría de la Arquitectura en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Anáhuac México, quien este lunes impartió la ponencia “Bauhaus: Catedral de cristal de la nueva fe (1919-1933)”, en el Instituto de Investigaciones Estéticas, de la UNAM, a manera de conmemorar el centenario de la fundación de la escuela de arquitectura, diseño, artesanía y arte, en Wiemar, Alemania, en 1919.
Ahí, la especialista ofreció un contexto histórico y político sobre la vida de la Escuela de la Bauhaus, desde los primeros días de su creación hasta el final de la escuela a manos de los nazis, una escuela que sin embargo permeó tanto en los tipos de diseño y artes en Occidente que fue capaz de dejar semillas que todavía germinan en los estilos de arquitectura y diseño contemporáneo.
Las artes y la arquitectura
La vida de la Bauhaus, entre 1919 y 1933, estuvo irrenunciablemente vinculada a la situación política y económica de la Alemania de entreguerras a principios del siglo XX.
“La parte más importante para entender la Bauhaus es hacerlo como parte del proceso histórico y no como una condición aislada. La Bauhaus cambió tres veces de director y tres veces de sede, pero también cambió en orientación ideológica. Y eso se vio reflejado en el destino mismo de la escuela”, introdujo la especialista.
Describió que los fundamentos de la Bauhaus se remontan a 1911, con la fundación del despacho del arquitecto Walter Gropius, quien a la postre, después de participar en la Primera Guerra Mundial, y muy a pesar de las secuelas psicológicas que lo estigmatizaron el resto de su vida, se convertiría en el primer director de la Bauhaus.
La Bauhaus nació, entonces, en 1919 con una idea de transformación espiritual del pueblo alemán a partir de la artes. En el manifiesto escrito por Gropius, según mostró la doctora, se puede leer:
“Arquitectos, escultores, pintores, debemos todos regresar a la artesanía dado que el arte no es una ‘profesión’. No hay diferencia esencial entre el artista y el artesano. El artista es un artesano glorificado (...). ¡Creemos entonces un nuevo gremio de artesanos sin las distinciones de clase que se levantan como barreras entre el artesano y el artista! Juntos deseemos, concibamos y creemos la nueva estructura del futuro que abrazará a la arquitectura, la escultura y la pintura en una unidad y se elevará un día hacia el cielo de las manos de millones de trabajadores como el símbolo de cristal de la nueva fe”.
La especialista explicó que al hablar de un símbolo de cristal de la nueva fe, el texto hacía referencia a “una visión en donde los valores religiosos debían ser reemplazados por los valores del pensamiento social (...), donde la nueva religión sería el socialismo apolítico”.
Entre dos guerras
Varios fueron los nombres de gran peso que formaron parte de la Bauhaus. Franklin mencionó, entre ellos, a Paul Klee, Oskar Schlemmer, Lothar Schreyer, László Moholy-Nagy, Gunta Stölzl, Marcel Breuer y Vasili Kandinski, quien a partir de su incorporación en 1922 fuera uno de los principales detractores contra la subordinación de las artes y quien también fuera determinante para las decisiones de la Bauhaus en esos momentos en los que Gropius se encontraba enfrascado en cuestiones políticas o bien, luchando contra las secuelas de la guerra.
Franklin también hizo mención de Hannes Meyer y Ludwig Mies van der Rohe, los otros dos directores de la escuela, el primero de 1928 a 1930 y el segundo de ese último año hasta 1933, cuando la escuela fue cerrada por los nazis.
Destacó que de Meyer se instauró una visión de una escuela autosuficiente que pudiera sostenerse por su propia cuenta y que priorizara una función social: reordenar toda la escuela en función de las necesidades del pueblo por sobre las voluntades del lujo. “Eso reorientó por completo la producción. Lejos de las sillas cromadas empezaron a producir sillas de manera que pudieran resolver problemas de movilidad dentro de la vivienda”, añadió.
Expuso que fue con Meyer que la Bauhaus se emancipó de la política alemana para funcionar de manera independiente. Sin embargo, agregó que en 1929, con la aparición del partido nazi, fueron impuestas sanciones fuertes para la escuela por no promover al partido en cuestión y por las acusaciones de la conformación de grupos comunistas al interior de la escuela, lo cual culmina con la expulsión de Meyer y de los simpatizantes del Partido Comunista en 1930.
“La dirección la tomó Ludwig Mies van der Rohe. Lo primero que hizo fue cerrar la escuela y entrevistar a cada uno de los alumnos que querían una readmisión a la misma, obligándolos a comprometerse a no tener actividad política dentro de la escuela”. A pesar de eso, mencionó, seguía habiendo activismo dentro de la escuela. Nombró el caso del diseñador Fritz Ertl, quien a la postre se convertiría en autor de las cámaras de gas y crematorios de los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau.
Finalmente, la escuela fue cerrada por la Gestapo en 1932. Mies trató de mudar la escuela a Berlín, pero logró sobrevivir únicamente unos nueve meses más hasta su cierre definitivo.
A pesar de su desaparición, la Escuela de la Bauhaus, así como su método didáctico, se convirtieron en objetos de culto, estudio y referencia para las escuelas de diseño, arquitectura y artes del mundo, a tal punto que sigue siendo un referente, a 100 años de su gestación.