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La emotiva carta de Cristina Pacheco por la muerte de José Emilio
“Mañana escribiré en la primera libreta de las muchas que tendré que llenar contándote mi vida hasta el día en que vuelvas. Ya sé que esta vez no será pronto”, redactó la periodista días después de la partida de quien fue su compañero de vida por cinco décadas
Una semana después de trascender el fallecimiento, el 26 de enero de 2014, del novelista, poeta, ensayista y cuentista José Emilio Pacheco, una de las plumas más reconocidas de nuestro país y ganador del Premio Cervantes 2009, la periodista Cristina Pacheco, con quien contrajo matrimonio en 1965 y con quien formó una pareja inseparable, publicó una emotiva carta en su columna “Mar de Historias”, en el diario La Jornada, para despedir al amor de su vida. La tituló “El eterno viajero”.
“Si estuvieras aquí y te mostrara mi primera compra desde que te fuiste dirías: ‘Este libro lo tenemos. ¿Para qué trajiste otro?’. Pues para no ver tus anotaciones en los márgenes, las marcas que dejaste, la ceniza de tu cigarro que cayó entre las hojas. En las circunstancias actuales, encontrarme con esas huellas me lastimaría”, escribió la periodista después de detallar el emotivo momento de una despedida en uno de los tantos viajes que el escritor hacía, y cómo la periodista arropaba a su marido, le aconsejaba y una vez que se marchaba comenzaba a echarlo de menos.
“En cuanto abrí la puerta te grité el saludo de siempre, ya sabes cuál. Subí a tu cuarto rápido, como si estuvieras esperándome. No estabas, pero encontré la ropa que dejaste tirada, el encendedor que diste por perdido y la cachucha con que te protegías de la luz artificial ‘para ahorrar vista’, según tus propias palabras”.
En la publicación, la cronista y presentadora describió cómo con el tiempo, pese al remanso y la maduración del duelo tras el fallecimiento de su esposo, los momentos más efímeros, los más rutinarios, también agolpan sensaciones de pérdida y desazón por la costumbre de prácticamente 50 años de convivencia: el desconcierto de cómo, un día por la mañana, no hay que preparar dos tazas de café sino solamente una o el hallazgo de los pasos y objetos perdidos del autor.
“Mañana escribiré en la primera libreta de las muchas que tendré que llenar contándote mi vida hasta el día en que vuelvas. Ya sé que esta vez no será pronto. En cierta forma es mejor: me darás tiempo de cumplir con todos tus encargos, entre ellos encontrar la pluma negra con la que tenías mejor letra. Esto me recuerda otro de mis pendientes: descifrar lo que escribiste en hojas sueltas las noches anteriores a tu viaje”, continuó la periodista y cerró:
“Hice una pausa. Me levanté del escritorio porque reapareció frente a tu ventana el colibrí que tanto te gustaba. Si él regresó, es imposible que no regreses tú”.