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Las batallas de tres mujeres migrantes en México
En el país hay más de 136,000 mujeres en situación migratoria irregular y 92,000 con permiso de residencia o en calidad de refugiadas. Maira transitaba por el país, rumbo a Estados Unidos, pero le quitaron a sus tres hijos y ahora lucha por recuperarlos.
Muchas mujeres migran por temas laborales, unas buscan mejorar su situación económica y otras son atrapadas por el magnetismo de los mexicanos. Esta es la historia de tres mujeres migrantes que llegaron a México por diferentes circunstancias buscando una mejor calidad de vida.
De acuerdo con la Secretaría de Gobernación, al cierre de 2022 en México se registraron 136,080 mujeres extranjeras con “situación migratoria irregular”, la mayoría en Chiapas, una cifra 34.1% mayor a la del año previo, según se desprende del informe Migración y Movilidad Internacional de Mujeres en México.
El documento reporta que durante el año pasado 91,017 mujeres extranjeras, mayoritariamente procedentes de Estados Unidos, Colombia, Venezuela, Cuba, Honduras, Canadá, Argentina, Guatemala y El Salvador, obtuvieron permiso para radicar en México de manera temporal o permanente, 23.8% de ellas radica en la Ciudad de México y 48.4% obtuvo Tarjeta de Visitante por Razones Humanitarias.
Según la categoría de inmigración temporal, 38.2% solicitó residencia temporal por asuntos familiares, 22.3% por trabajo y 14.2% por estudios. En 2022, 9,578 mujeres obtuvieron residencia permanente en calidad de refugiadas y provienen en gran mayoría de Honduras, Venezuela y El Salvador.
Tras un mes de enfrentar rutas peligrosas y desconocidas llega a México y le quitan a sus hijos. Es la angustiosa historia de Maira Alejandra Gelviz Gelviz quien sale de Venezuela rumbo a Estados Unidos enfrentando la crueldad de los mexicanos que la delataron como indocumentada.
Salió del estado de Zulia, Venezuela, con sus 3 pequeños con quienes enfrentó peligrosos recorridos, como montar en lancha en horas de la noche con rumbos desconocidos, caminar por senderos con abismos profundos y dormir en una carpa que siempre cargaban, como único refugio. Todo esto implicó que tiraran todas sus pertenencias y viajaran únicamente con documentos, celulares, para poder disminuir el peso, y los infaltables tenis negros para caminar más cómoda.
“Recorrimos diferentes ciudades de Colombia, Panamá, Nicaragua, Guatemala, hasta llegar a Tapachula —ciudad mexicana en la costa sur del estado de Chiapas—. En cada país teníamos un guía diferente quien nos ayudaba a desviarnos para despistar al personal de migración”, asegura Maira.
En Tapachula, Maira siguió con unos nicaragüenses hasta Río Bravo donde algunos ciudadanos los vieron y los entregaron a migración, los remitieron a una ciudad del sur de México de la que no recuerda nombre. Sin embargo, no se dio por vencida y viajó a Ciudad de México donde debía reclamar un dinero que le traían unas colombianas amigas de su esposo.
“Ellas estaban en un carro Ford Fiesta de color azul y me dijeron que mi esposo les había enviado 1,000 dólares a los niños y me los entregarían al verlos, las llevé hasta el refugio donde me estaba hospedando. Cuando llegamos subimos los niños al carro, pero no querían que yo me subiera, después de insistir aceptaron, pero más adelante en la avenida Canal del Norte nos detuvieron dos vehículos blancos diciendo que eran migración, pero no mostraron ninguna identificación y se llevaron a mis niños con Mary, una de las colombianas que traía el dinero y a mí me dijeron que no denunciara y que regresara al refugio”.
Lleva tiempo sin ver a sus niños, por eso entabló una demanda por secuestro ante la Fiscalía que los encontró y los llevó al DIF. Maira le pide al gobierno mexicano que se los devuelva, para seguir su camino y olvidarse de la pesadilla que ha vivido. Ella cuenta con todo el apoyo de su familia venezolana, quienes le ayudan económicamente para el sustento en México.
Ésta no ha sido la única dificultad para Maira. Cuando fue a la fiscalía se dio cuenta de la poca importancia y apoyo que le dan a las personas. Todos los días se ven secuestros, asesinatos y para ella esa es la razón principal por la que los mexicanos son tan desconfiados, en especial con los migrantes.
En su vida cotidiana ha extrañado la arepa venezolana, la cual no cambiaría nunca por un taco, también recuerda los amaneceres, la tranquilidad campesina, la seguridad y confianza de sus coterráneos. Todos los días lee la Biblia desde su celular por medio de una aplicación que tiene llamada “La Biblia Reina Valera” y le ora a Dios por los mexicanos, venezolanos y por sus hijos.
Llegó a México para convertirse en empresaria, cambió el escritorio por un delantal y una buena mesa. Ahora la cocina es su fuerte
La colombiana Olga Beatriz Gómez Gómez llegó a México como contadora de una multinacional, por las funciones que desempeñaba en dicha empresa tenía que viajar entre los dos países con cierta frecuencia. Los reiterados viajes la desgastaron anímicamente ya que era mucho el tiempo que permanecía lejos de su familia. Pero la empresa cambió de dueño, ella no se sintió a gusto con los nuevos jefes y renunció. Así transcurrieron tres años, al cabo de los cuales decide radicar en México para lo cual debería encontrar un medio de subsistencia.
Por eso aprovechó los conocimientos que tenía en todo lo relacionado con la cocina colombiana y quiso mantener vivo el recuerdo de su país, entonces creó un restaurante. Es de anotar que la experiencia culinaria la heredó de su abuela, quien trabajó en varios restaurantes y hoteles donde aprendió muchas recetas y trucos, en honor a ella dicho restaurante se llama: Sabores y Tradiciones de la Abuela.
“Para el colombiano va a ser como un pedacito de tierra porque eso ha sido lo más bonito, encontrar gente con la que he tenido la oportunidad de compartir, ayudarles. También mostrarle a los nativos que hay muchas similitudes en nuestra gastronomía porque comemos lo mismo: arroz, frijoles, maíz, pero preparado de una forma diferente, que sabe distinto pero es del mismo origen”, asegura Olga
Olga siempre está muy pendiente del restaurante, casi todo el tiempo permanece ahí, pero asegura que es un trabajo demasiado agotador y si se queda en su casa es preparando postres para llevar al negocio.
En su establecimiento también venden productos colombianos como el plátano verde, el lulo, arepas y harina pan. Para Olga no hay como las frutas de su país, sin dejar de reconocer que las de México también le saben rico. “Yo no puedo decir ‘mis chilaquiles con arrachera’, yo debo decir ‘mi bandeja paisa (…) hay muchas cosas que se pierden, por ejemplo, las empanadas. Mi abuelita siempre las hacía moliendo el maíz, ahora las hacen con la harina y yo no digo que sea malo porque ahora tenemos muy poco tiempo, pero siempre en nuestro restaurante las empanadas son hechas con el maíz molido”, comenta Olga.
Ella adquiere los productos en la Central de Abasto y debe madrugar cuando necesita conseguir el plátano macho, pues aquí acostumbran a ponerle etileno para que se maduren rápido, lo que altera el sabor del sancocho colombiano (plato típico con elote, papa, plátano macho, zanahoria, cilantro, cebolla y tomate).
El restaurante está ubicado en Patricio Sanz 403, colonia Del Valle. No solamente van clientes colombianos, también lo frecuentan muchos mexicanos, turistas que quieren conocer un poco de Colombia, se ven atraídos por sus mesas y sillas coloridas, por las almojábanas (torta horneada de queso y harina) y buñuelos (bolas de harina, queso y huevo que se fríen en aceite caliente) que tienen en una vitrina los cuales recomiendan acompañar con un café colombiano que allí mismo preparan.
A Olga los mexicanos le llaman mucho la atención por el amor a su país y la forma en la que festejan el 15 de septiembre, Día de la Independencia, porque las familias se reúnen como si fuera Navidad, lo que no es igual al 20 de julio en Colombia, esta fecha pasa casi desapercibida.
El amor le fue esquivo en su país, pero aquí llegó en plan turístico y terminó enamorada de un mexicano
Lida Isabel Montana Cárdenas llegó a México hace un año para conocer su cultura. Se enamoró de un mexicano y por eso se radicó en la capital. Encontró un trabajo en una tienda de celulares donde hoy labora de lunes a sábado.
No ha sido fácil el tema de la alimentación en México para Isabel, pues inicialmente pedía a domicilio, pero económicamente le era imposible seguir con estos gastos y además al no tolerar algunos sabores y condimentos de la comida mexicana empezó a enfermarse. Desde ese momento decidió preparar el almuerzo en su casa, situada en Xochimilco, y llevarlo a su trabajo.
“La comida me ha dado duro, hay sabores a los que no estoy acostumbrada, prefiero la comida colombiana, trato de cocinar muchas sopas, lentejas, arroz y el plátano que nos gusta mucho a los colombianos. No me he dado a la tarea de buscar productos colombianos, cocino con lo que encuentro en el mercado, trato de hacer las comidas muy similares a lo que se come en mi tierra”, comparte Isabel.
La comunicación con los mexicanos tampoco ha sido tan fácil. Considera que algunos son “un poco acelerados” y muchas veces no les entiende algunos términos, los cuales no se conocen en Colombia, como “pistear”, “vientos”, “vat” y “morra”.
En su trabajo ha tenido la oportunidad de conversar con diferentes tipos de clientes, por esto ya tiene su propia teoría de los mexicanos, considera que las mujeres son trabajadoras y luchadoras y que los hombres son muy apegados a su mamá y mueren por tener una novia o amiga colombiana, además son caballerosos y muy detallistas.
Disfruta frecuentar la Plaza de la Constitución (Zócalo), el Ángel de la Independencia, las trajineras de Xochimilco y la Basílica de Guadalupe porque es fiel devota de esta Virgen. Sin embargo, le gustaría que México fuera un poco más seguro, pues en varias ocasiones le han robado su teléfono celular.
Aun así, se siente a gusto, tiene trabajo y está enamorada. Guarda la esperanza de encontrar futuro en esta capital, donde tiene fincadas todas sus esperanzas.
Extraña de su país la alegría de las fiestas navideñas, la noche de velitas que celebran en Colombia los días 7 y 8 de diciembre, es un homenaje a la Virgen para lo cual alumbran con velas los balcones, ventanas y andenes. Isabel trata de continuar esta tradición en su casa de México.
En México en 2022 se registraron
- 136,080 mujeres extranjeras en “situación migratoria irregular”
- 34.1% más que el registro del año previo
- 30,781 mujeres con “situación migratoria irregular” son menores de 18 años
- 91,017 mujeres obtuvieron permiso para radicar de manera temporal o permanente
- 48.4% de ellas obtuvo Tarjeta de Visitante por Razones Humanitarias
Las razones de su estadía en México
Según la categoría de inmigración temporal del reporte de la Secretaría de Gobernación, en 2022, el 38.2% de las mujeres extranjeras solicitó residencia temporal por asuntos familiares, 22.3% por trabajo y 14.2% por estudios. En 2022, 9,578 mujeres obtuvieron residencia permanente en calidad de refugiadas y provienen en gran mayoría de Honduras, Venezuela y El Salvador.