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Llegó borracho el borracho
A 90 años del nacimiento de José Alfredo, ?el mayor poeta popular de México
Hace tres décadas, cuando a Fernando Savater se le empezaba a considerar el filósofo español más importantes de la actualidad, un periodista le preguntó por su poeta preferido, a lo que respondió:
José Alfredo Jiménez.
La declaración causó extrañeza, pues ni los periodistas ni los intelectuales españoles habían leído al susodicho bardo y, cuando lo descubrieron, darían cuenta que no se trataba de una ironía de Fernando, sino que el tal José Alfredo era un poeta mayor en cuanto, primero, la métrica clásica de sus versos y, segundo, el fondo de sus canciones que en mucho recuerdan el pensamiento de E.M. Cioran, tan de moda en la Europa culta de aquel entonces.
Tal recuerdo se me viene a la mente porque me encuentro en donde la vida no vale nada , y sí, si te cuentan que me vieron muy borracho, orgullosamente diles que es por ti, porque yo tendré el valor de no negarlo, gritaré que por tu amor me estoy matando, y sabrán que por tus besos me perdí , además de que se acaban de celebrar 90 años del nacimiento José Alfredo Jiménez.
Miguel Aceves Mejía, quien fuera el padrino artístico e intérprete de José Alfredo, en un reportaje en la revista El mariachi suena, comentó los pormenores de su primera jornada de trabajo con el de Dolores Hidalgo:
Llegó José Alfredo al estudio y me dijo:
Vengo a que oiga mis canciones.
¿Tocas la guitarra? cuestionó Aceves Mejía.
No respondió el recién? legado . No tocó ningún instrumento.
Llamé entonces a Rubén Fuentes y le pedí que acompañara al muchacho, al que le preguntó qué quería cantar.
Pus canciones contestó el guanajuatense toda candidez.
Sí, canciones, ¿pero qué canciones: corridos, valses, sones? se empezó a desesperar Fuentes.
No, pus algo así como tun-tata, tun-tata...
¿En qué tono? volvió a indagar Rubén.
En que qué... La verdad no sé nada de música; sólo sé escribir canciones.
Y aquel muchacho que hasta ese momento era un perfecto desconocido, se soltó a cantar a capela y luego acompañado por Fuentes, Ella, Tu recuerdo y yo, Serenata huasteca, El jinete y al mes José Alfredo Jiménez ya era José Alfredo Jiménez, famoso en México y en la víspera de ganar dinero a manos llenas (cita no textual).
Jesús Arroyo Aguirre, dueño del Restaurante Arroyo y amigo de media vida de San José Alfredo como a él le gusta recordarlo en una charla de sobremesa me confirma que Rubén Fuentes fue una persona importantísima en la obra no sólo de José Alfredo, sino del mariachi en México. La verdad es que José Alfredo y Rubén hicieron una dupla perfecta. El primero le tarareaba sus ideas y el segundo hacía los arreglos musicales y, así, de las 5 o 6 canciones que metían a la radio, al menos 2 o 3 alcanzaban un exitazo y lo mejor: esa música sigue vigente. Ah, otra cosa: Rubén siempre firmaba sus arreglos, menos los que le hacía a José Alfredo. ¿Por qué? No lo sé: tal vez eran almas gemelas o compartían un mismo talento o se admiraban mutuamente .
Arroyo, luego de remembrar sus noches bohemias con San Álvaro Carrillo , Pepe Jara, Marco Antonio Muñiz, Lucha Villa, entre otros, incluidos Fuentes y Jiménez, revela:
José Alfredo no bebía lo que se dice que bebía. Todo lo contrario: le gustaba tomar whisky con Coca-cola, y se podía pasar 2 horas con el mismo vaso en la mano, y si murió de cirrosis fue porque se enfermó de un mal hepático, no porque el alcohol le haya producido la cirrosis .
Y de la muerte del creador de El perro negro , Jesús Arroyo Aguirre cuenta una anécdota que casi nadie conoce:
Cuando José Alfredo fallece, poca gente fuimos a su entierro a Dolores. Estábamos la familia, las autoridades de la ciudad, los amigos y la gente del pueblo. No recuerdo si lo velamos en el Palacio Municipal, en su casa o en una funeraria; lo que sí recuerdo es que, a las afueras del lugar, un perro negro se soltó a aullar y, una vez que inició el cortejo fúnebre hacia el panteón, el perro nos siguió y, allí, en donde ahora hay una tumba con un gran sombrero de charro y un enorme sarape de saltillo, se quedó aullando por José Alfredo.
Y te digo: incluso ahora que revivo la escena, se me vuelve a poner la piel chinita, chinita .