Lectura 2:00 min
Murmullos, gritos, alaridos
Pocas obras contemporáneas salen bien paradas junto al arte clásico, la de Bosco Sodi es una de las benditas.
Susurros, apenas un ruidito, como si la gente reconociera la santidad del museo. Una iglesia.
En general esa actitud devota frente al arte no me gusta. Los museos son para disfrutarlos de diversos modos y si alguien quiere pegar una carcajada, venga.
Pero en Por los siglos de los siglos, exposición de Bosco Sodi (Ciudad de México, 1970) en el Museo Nacional de Arte (Munal), la solemnidad y la contemplación van bien.
El ejercicio no es nuevo. Se trata de hacer un diálogo entre las obras clásicas del acervo del Munal con la obra ultracontemporánea de Sodi. En esas mezclas normalmente el artista nuevo es el que sale mal parado: mientras el contemporáneo se ve malhecho o torpe, y los maestros de los siglos pasados aparecen como lo que son: verdaderos artistas hechos para la posteridad.
No es el caso de Bosco Sodi. Su obra conceptual da una nueva lectura a la idea del museo. ¿El museo es un moridero de arte o es un sitio vital? Con las piezas de Sodi la respuesta sería la segunda.
Y sin embargo, el silencio. ¿El visitante se da cuenta de que tiene frente a sí una obra importante o es que no sabe cómo reaccionar con las texturas de color de Sodi? Él hace una exploración de diversos materiales, como diciendo que el arte está en todas las formas y colores.
La pieza más impresionante es una gran roca volcánica pintada de dorado, frente a una obra de José María Velasco. La combinación va de obras del siglo XVII al XX; es rico el acervo del Munal.
Las piezas están hechas de piedra, cemento, ladrillos, grava. Es fascinante cómo Sodi puede transformar lo ralo, lo grosero, en delicadas piezas que merecerían al menos un gritito, dos grititos, del respetable. Porque cada sala es un descubrimiento, como naves espaciales aterrizando en los pulidos suelos del museo.
Es imprescindible que un museo como el Munal se mantenga vigente haciendo este tipo de ejercicios, aunque a veces no sean exitosos. El Munal, nuestro museo más importante, debe ser una institución que explora, avanza, grita, da un alarido por el arte nuevo.