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Arte e Ideas

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NRMAL: la música como híbrido

La realidad es que la agenda está plagada de eventos musicales para los gustos más variados y refinados con una oferta de géneros enorme.

No recuerdo cuál fue el primer festival de música al que asistí, lo que sí tengo muy presente es a mi papá contándome que cuando él era chavo los contados festivales de música eran organizados por comités estudiantiles a modo de mítines de protesta. Sí, uno iba a escuchar y corear rolas que gritaban la revolución en contextos no regulados, por decirlo de modo políticamente correcto.

Hoy, la realidad es que la agenda está plagada de eventos musicales para los gustos más variados y refinados con una oferta de géneros enorme y también los espacios donde se presentan. Uno de los rasgos que define al festival Nrmal es que reúne un amplio espectro de propuestas musicales innovadoras y aparentemente lejanas en un mismo lugar.

Así, el fin de semana del 12 y 13 de marzo se dieron encuentro en el Deportivo Lomas Altas, un espacio inaugurado en 1938 y administrado por el Estado Mayor Presidencial, jóvenes y adultos que disfrutaron menéandose con ritmos tropicales provenientes de guitarras y cencerros, pero también de recostarse en el pasto, cerrar los ojos y escuchar atmósferas generadas electrónicamente. El festival es una muestra de que la moda de lo que no está de moda genera valor y satisfacción.

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Del cartel conocía pocos proyectos, entre ellos a Pierre Bastien, músico e inventor francés y a (SIC), un dueto mexicano de improvisación con voz, batería y electrónica. El dueto fue lo primero que escuché al llegar al festival el sábado por la tarde. El público parecía más sorprendido que conmovido ante la estridencia de la voz de Rodrigo Ambriz. Sobre su experiencia en un festival que reúne propuestas musicales de nicho, entre las cuales la suya es de las más arriesgadas, coincidieron en que es un acierto por parte de los organizadores el conjugar en un mismo tiempo y espacio una oferta tan variada. Puedes estar parado tomando una cerveza y escuchando y al final terminas bailando. Eso es un análisis importante de lo que es una fiesta. , detalló Bonequi, quien además desde su faceta como gestor reconoce la gran capacidad logística de estos organizadores independientes.

Algunas curiosidades del festival estuvieron a cargo de los patrocinadores. Spotify, plataforma de streaming musical, participó con un caleidoscopio de dimensiones humanas, en su interior se proyectaban animaciones con motivos geométricos psicodélicos en donde más de un asistente posó para la foto o se tomó una selfie. Los organizadores también aprovecharon el creciente consumo de música a través de esta plataforma para conectar con su público desde otros dispositivos de escucha. Virgin puso a prueba el miedo a las alturas con un colchón inflable gigante al cual uno podía saltar desde una altura de cinco y 10 metros. La condición: no haber bebido más de la cuenta y presentar una identificación oficial.

Caleidoscopio de dimensiones humanas. Foto EE: Gabriela Esquivel

La zona de comida se repartía en tres áreas: los llamados food trucks en donde había desde tostadas de guisados vegetarianos, pasando por pizzas en cono, cup cakes, crepas y café hasta tacos de comida fusión con ingredientes mexicanos, chinos, tailandeses y vietnamitas. Estaba también #ComidaCentral, un espacio donde hubo cuatro sesiones gastronómicas de autor , un menú distinto para la comida y la cena de cada día. El Mercado el 100 participó con stands más modestos pero comida igualmente deliciosa en donde había hamburguesas y chapatas de guisados elaborados con carne de conejo, así como botanas y golosinas a base de amaranto.

Sin duda el domingo fue el que más oídos atrajo. Pasadas las tres de la tarde el lugar se llenaba poco a poco, sin que resultara imposible ni incómodo desplazarse de un lugar a otro. Incluso era sencillo ir de un escenario a otro antes de decidir en cuál quedarse.

Mark Fell presentó un set lleno de pulsaciones y ritmos percutivos que iban de lo orgánico a lo maquínico. Antes del atardecer comenzó el lúdico juego de Pierre Bastien, porque como bien dice en francés la música se juega, no se toca . Su presentación fue de los sonidos secos y ásperos generados por un trozo de papel movido por el aire hasta lograr una ensoñación surrealista que parecía responder a la pregunta ¿cómo suena una trompeta bajo el agua?, logrado por medio de micrófonos de contacto y sus piezas de Meccano.

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Cerraron la noche y el fin de semana la banda japonesa Acid Mothers Temple, uno de los proyectos con músicos de más larga trayectoria y quizá la discografía más amplia del cartel. A lo largo de una hora y media hicieron vibrar al público con la ácida y chillante guitarra de Kawabata Makoto , acompañadas por el desenfreno coros que evocaban cantos de monjes.

A mi parecer, los proyectos que se presentaron a lo largo de los dos días son todos herederos de la música de la segunda mitad del siglo XX. No podría ser de otra forma. Ciertos sonidos permitían entretejer los lazos genealógicos entre los distintos géneros escuchados: la herencia de la psicodelia estadounidense en Asia resonaba en las cumbias de Los Pirañas, quienes desde la hibridación latinoamericana mantienen viva la música tradicional de Colombia.

ana.medina@eleconomista.mx

mfh

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