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Ocho claves para distinguir el envejecimiento normal del Alzheimer
Nos guste o no, el paso de los años hace estragos en todos nosotros. Inevitablemente, el envejecimiento implica una serie de cambios considerados normales, que entran dentro de lo que llamamos envejecimiento exitoso.
Sin embargo, no es raro confundir algunos de estos signos de envejecimiento –sobre todo el despiste– con los primeros síntomas del desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, una enfermedad neurodegenerativa progresiva que afecta a numerosas funciones, principalmente la memoria y el aprendizaje.
Para que no haya espacio para la confusión, recopilamos 8 aspectos clave que permiten distinguir claramente los síntomas propios del alzhéimer de los cambios asociados al envejecimiento normal:
1. Pérdida de memoria vs. olvidar temporalmente algo.
Olvidarse de vez en cuando de nombres de personas y acordarse más tarde no es motivo de alarma. Pueden existir múltiples causas relacionadas con los problemas de memoria inmediata, a menudo por fallos de atención o de concentración. Estos déficits pueden ser transitorios y deberse a la ansiedad, al estrés o al efecto de algunos fármacos. En el caso de los pacientes de alzhéimer, la pérdida de memoria o amnesia es uno de los síntomas más comunes. No es transitoria y suele empeorar con el tiempo. Lo habitual es olvidar la información recién aprendida, como fechas o eventos, y preguntar por las mismas cosas una y otra vez.
2. Desorientación en tiempo o lugar vs. no acordarse de la fecha actual.
Se considera dentro de la normalidad, y no solo del envejecimiento, olvidarse puntualmente del día en que estamos. Bajo situaciones de estrés (o por deseos de que llegue pronto el fin de semana), confundimos el día en que vivimos. En pacientes con alzhéimer, por el contrario, se produce una desorientación tanto temporal como espacial. Eso implica que se olvidan fechas (muchas), incluso el año en que viven o nacieron. Pero también tienen dificultad para llegar a un sitio conocido, y con frecuencia no recuerdan dónde están ni cómo han llegado ahí, corriendo el riesgo de extraviarse.
3. Afasia vs. olvidar la palabra exacta.
A todos nos ha pasado que, en ocasiones, no nos acordamos de una palabra específica y la tenemos “en la punta de la lengua”. Generalmente, más tarde, o incluso al día siguiente, nos viene a la mente de repente el término. Nada alarmante…
En la enfermedad de Alzheimer, aparece la afasia, cuyos síntomas iniciales son dificultad para comunicarse y conversar. Eso afecta a la expresión de palabras (o no encuentran la palabra adecuada o se repiten mucho), y genera fallos en el orden de las palabras y la escritura.
4. Alteraciones del comportamiento vs. malhumor.
¿Quién no ha tenido un mal día? El estrés diario, los problemas cotidianos y las preocupaciones pueden hacer que nos cambie temporalmente el humor, estemos irascibles o apáticos. A veces incluso nos enfadamos al vernos obligados a cambiar alguna de nuestras rutinas.
El alzhéimer va más allá. Puede provocar alteraciones psicológicas y del comportamiento, como ansiedad, depresión, agitación, agresividad, irritabilidad, cambios emocionales, delirios, alucinaciones, deambulación y hasta alteraciones del sueño y del apetito que no se pueden explicar por otros motivos.
5. Objetos fuera de lugar vs pérdida puntual.
¿Dónde he dejado las llaves del coche? Normal. Hacemos varias cosas a la vez y, a veces, de forma automática. Cuando queremos recordar dónde dejamos la llave, nos falla la memoria. Sin embargo, somos capaces de recordar lo que hicimos al entrar a la casa y caer en la cuenta que nos fuimos directamente a la cocina y, allí están, sobre la encimera.
Las personas que padecen alzhéimer suelen perder objetos, pero no son capaces de volver sobre sus pasos para encontrarlos. Es más, muchas veces incluso acusan a los demás de robarles porque no recuerdan que fueron ellos los que lo dejaron allí.
6. Falta de juicio vs. malas decisiones.
Malas decisiones las tomamos todos, por falta de experiencia o por impulsividad.
Los pacientes con alzhéimer, por el contrario, presentan conductas anómalas o inapropiadas para la situación en que se encuentran, problemas en la planificación de sus tareas o finanzas y dificultades para la resolución de problemas. Es posible que gasten o incluso regalen dinero de forma injustificada o que le presten menos atención al cuidado personal.
7. Apatía y aislamiento social vs. periodos de cansancio.
Un día agotador, el cansancio o la falta de sueño por todas las obligaciones que tenemos nos puede convertir temporalmente en personas más hogareñas con menos ganas de participar en actividades sociales.
Eso no es lo que les pasa a los enfermos de alzhéimer, ni mucho menos. En su caso, realizar actividades sociales o deportivas supone todo un desafío. Incluso se pueden volver introvertidos en situaciones donde están expuestos a otras personas.
8. Dificultad en tareas habituales vs. ayuda con tareas complejas.
Es normal que las personas mayores requieran ayuda para tareas complejas o a las que ellas no están acostumbradas, como el uso del teléfono móvil o la programación de un mando a distancia. Sin embargo, cuando afecta de forma significativa al desempeño de actividades cotidianas como realizar la compra, manejar dinero o cuentas bancarias, gestionar la medicación, asistir a las citas médicas u organizar un viaje, por ejemplo, podríamos encontrarnos en el inicio de un estado patológico. En etapas avanzadas, puede afectar a tareas más básicas incluyendo vestido, aseo, manejo en la cocina, etc.
Diagnóstico profesional
Dicho esto, conviene aclarar que la presencia de uno solo de estos síntomas no es suficiente para sospechar de alzhéimer. Siempre se ha de acudir a un especialista para obtener un diagnóstico profesional.
Aunque a día de hoy no hay cura para el alzhéimer, su detección temprana es clave para un mejor tratamiento sintomático y para mantener una mejor calidad de vida durante el progreso de la enfermedad.
Inés Moreno González, Profesora e Investigadora Ramón y Cajal en Enfermedades Neurodegenerativas, CIBERNED, IBIMA, Universidad de Málaga y José Antonio Reyes, Neurólogo. Hospital Regional Universitario de Málaga., Salud Pública Andalucía
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.