Lectura 4:00 min
Para reivindicar la identidad afrodescendiente
El Centro de la Imagen ofrece un recorrido multisensorial por la historia de estos pueblos.
Negros cimarrones. Así llamaban en América Latina a los esclavos disidentes que lograban escapar es busca de vida de libertad, inmersos en las selvas más ásperas, emancipados en las costas más recónditas, tan distantes como fuera posible de los centros de comercio de esclavos y de las principales ciudades de explotación humana.
Algunas mujeres, sobre todo en Colombia, hacían intrincados diseños de trenzado en el pelo a manera de mensajes ocultos. Trazaban las posibles rutas de escape divisadas durante sus labores diarias y las ponían a disposición del resto de los esclavos sin decir palabra. En esa complejidad de peinados, era posible reconocer ríos, montañas, los puntos de fuga y de resguardo más seguros. Las “tropas” indicaban que la vía de escape más factible era por tierra, mientras que el estilo conocido como “espina de pescado” indicaba que la mejor oportunidad era por agua.
En el mismo pelo solían guardar semillas y porciones de oro que, tarde o temprano, serían indispensables para la sobrevivencia después del escape.
La gran mayoría fundaba pequeñas comunidades llamadas palenques, muchas de las cuales fueron creciendo hasta convertirse en poblaciones que hoy en día se caracterizan por su predominante taza de habitantes afrodescendientes.
Lo anterior lo cuenta la fotógrafa colombiana Liliana Angulo a través de su trabajo “¡Quieto pelo!”, parte de la exposición Africamericanos que se exhibe en el Centro de la Imagen, una mínima parte de los cerca de 400 testimonios fotográficos que se extienden en todo el recinto, y sus palabras son parte de las decenas de historias personales de sobrevivencia, de segregación, de pobreza, de violencia, pero también de fiesta, de identidad y reivindicación que son posibles de leer a lo largo de la muestra.
Narrativa colectiva
La curaduría fue ambiciosa. El reto para el curador Claudi Carreras fue tan grande como el de trazar un mapa de los pueblos afrodescendientes en el continente americano, no sólo referente a su extensión geográfica sino temporal (a lo largo de cuatro siglos de estoicismo) y, desde luego, sobre la contemporaneidad de dichas comunidades, con ejemplos de dignidad como el de los llamados negros mascogos, que cruzaron la frontera de Estados Unidos hacia México en el siglo XIX para huir de la exacerbada violencia racial y cuyas comunidades prevalecen en Coahuila; hasta aquellos herederos de los asentamientos más australes de esclavos rebeldes, en lugares donde aún son víctimas de racismo, como en las grandes ciudades de Argentina.
Se trata de una ambiciosa selección de imágenes provenientes de decenas de fotógrafos de todo el mundo que han documentado las distintas comunidades afrodescendientes en países como México, Cuba, Haití, Brasil, Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, Argentina y Uruguay.
Hay trabajos de artistas como Maya Goded, Mara Sánchez Renero, Manuel González de la Parra, Koral Carballo, Josué Azor, Pablo Chaco, Nicola Lo Calzo, Karina Aguilera Skvirsky y Pierre Verger, por mencionar un puñado.
Es una narrativa multiplataforma, con imágenes, audios, videos, arte mural, arte nativo, libros y textos que se suman a la emotiva narración en conjunto de la dignidad de un pueblo que ha sido fundamental para la identidad de lo latino tanto como ha sido víctima del desdén.
Actividades paralelas
A la par de la exhibición, que permanecerá en el Centro de la Imagen, de miércoles a domingo hasta el próximo 4 de noviembre, se dispondrán para el público actividades diversas, desde conferencias, presentaciones de música tradicional y contemporánea, talleres textiles y de fabricación de máscaras, proyecciones de cine, muestras gastronómicas y una visita guiada con el curador de la muestra.