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Arte e Ideas

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Restauran virgen “disfrazada” durante la Revolución

Una talla del siglo XVIII cuyo estofado y aplicaciones de hoja oro fueron ocultados con repintes para evitar su robo y quema por los revolucionarios, fue intervenida por expertos del INAH.

De acuerdo con información histórica, durante la Revolución Mexicana las comunidades apartadas de las grandes poblaciones solían proteger del robo sus esculturas religiosas que estaban decoradas con hoja de oro, haciéndoles repintes que cubrieran los dorados, porque los revolucionarios tenían la creencia de que al quemarlas podían recuperar el oro y así solventar el movimiento.

Este fue el caso de la escultura de la Virgen de Guadalupe de Santa Catarina Tayata, Oaxaca, que llegó a los talleres de restauración del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH- Conaculta), para ser sometida a labores de conservación, debido a su deterioro por repintes de hasta tres centímetros de espesor que cubrían el fino dorado y la plata con que fue decorara en siglo XVIII.

El trabajo fue realizado por la restauradora Fernanda Muñoz, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC), quien detalló que antes de iniciar la intervención de la pieza se llevó a cabo una investigación histórica para su correcto tratamiento, debido a que los repintes eran muy gruesos y no respetaban el contorno de la talla, ni permitían ver sus decoraciones, además de que tenía elementos visuales inventados que no existían en la escultura original.

Por relatos contenidos en archivos de la Iglesia católica, los especialistas lograron determinar que durante la Revolución Mexicana fue costumbre de algunos revolucionarios la quema de tallas religiosas doradas que encontraban en los templos, porque pensaban que de ese modo el oro se fundía y lo podrían recuperar.

Así se perdieron muchas imágenes pertenecientes a iglesias localizadas en lugares apartados , dijo Muñoz al detallar que con la finalidad de proteger a sus santos, las comunidades optaron por repintar las esculturas de tal manera que el dorado quedara cubierto con algún color que evitara que se vieran como objetos de oro.

La restauradora explicó que las capas de pintura de la escultura de la Virgen de Guadalupe fueron fechados y se pudo comprobar que se trata de pigmentos elaborados con una base de aceite del siglo XIX , es decir dijo coincide con el periodo revolucionario. Además se trataba de repintes muy mal hechos que demeritaban la calidad de la talla y de su policromía .

También explicó que el grosor y las características químicas de los repintes estaban agrietando la pintura original hasta su base y en muchas áreas ya se había desprendido; de tal modo que los daños en la pieza eran históricos y estéticos, que impedían apreciar los detalles de la escultura original al haber sido alterada en su iconografía.

Las afectaciones más graves estaban en la conservación, porque la talla estaba perdiendo la policromía original, aunado a una grieta profunda en la base de la escultura, que impedía que se mantuviera en pie, y que tuvo que ser resanada.

La especialista explicó los detalles del proceso para recuperar el esplendor de esta obra del siglo XVIII de factura poco común, ya que todo el manto fue decorado con hoja de plata y una corladura del mismo metal (barniz muy delgado y traslúcido que da el efecto de metal), por lo general usados solamente en detalles de menor extensión dentro de las piezas.

La intervención comenzó con una limpieza superficial y un tratamiento de consolidación con materiales empleados en su factura original. Para detener el desprendimiento de la pintura escamada fue necesario colocarle un velo de papel especial, lo que hace que las escamas regresen a la madera en lugar de desprenderse, luego con un poco de temperatura se regenera el efecto adhesivo del color.

En el siguiente paso se consideró la eliminación de los repintes de manera consensada entre varios restauradores, porque implicaba el riesgo de que al quitarlos también se perdiera el color original. La labor continúa con un análisis de las capas de color a través de diferentes radiografías y calas, y se realizaron pruebas con solventes para encontrar el más adecuado a este caso, que implicara menos riesgo para la policromía colonial.

Durante el tratamiento un factor que se cuidó mucho fue la humedad porque la base con que se prepara la pintura original es muy susceptible a éste, puede hincharse para luego desprenderse; el solvente se colocó de manera lenta en pequeñas áreas para luego retirar la pintura removida con un bisturí e inmediatamente se limpiaba para detener su acción sobre la capa de pintura original.

En algunas áreas estaba tan duro el repinte que se tuvo que retirar con el solo bisturí, tal fue el caso de toda la base sobre la que se encuentra la talla; en tanto que la parte superior de la virgen, donde la capa de pintura estaba más gruesa, fue necesario repetir el procedimiento con el solvente hasta tres veces.

Así, de centímetro por centímetro logramos recuperar en gran proporción el esplendor de la talla, no solamente ornamentada con la técnica del estofado (pintura horneada), sino que en su manto con una hoja de plata, y la corladura, que da un aspecto de lienzo metálico azulado.

Una vez que se lograron retirar todos los repintes Fernanda Muñoz dio paso a la tarea de resanar los faltantes y luego hacer la reintegración cromática en áreas donde había lagunas de color.

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