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Ser trans va más allá de la discriminación y el odio: Gia Gunn, el drag y el activismo

Ser trans con dignidad y orgullo: del drag al activismo con Gia Gunn

Ilustración EE: Juan Carlos Rodríguez

Ilustración EE: Juan Carlos Rodríguez

Los mexicanos viven en promedio 77 años, pero las mujeres trans en México apenas 35. Y, sólo por debajo de Brasil, México tiene el segundo índice más alto de transfeminicidios de la región. 

Las violaciones a los derechos humanos de las personas trans son persistentes y el camino que hay que recorrer aún es largo, pero la comunidad trans es más que precariedad, olvido y pena. Quienes representan la letra T del arcoíris son personas, con dignidad y sueños.

Gia Keitaro Ichikawa, mejor conocida como Gia Gunn, nació en un suburbio de Chicago, donde creció con diversas familias de migrantes de todo el mundo que residen en Estados Unidos. Es la cuarta generación japonesa-estadounidense y es por eso que desde muy pequeña empezó a bailar, un arte heredado por su abuela y que sin saberlo la llevaría a ser una de las figuras del activismo trans más importantes del continente americano. 

Con una infancia más o menos adaptada a la “norma”, una familia budista y amigos incondicionales, Gia Gunn creció en un barrio muy diverso hasta que se mudó de ciudad para estudiar. A los 18 años volvió a su hogar; visitó un bar gay en Chicago en donde vio por primera vez un performance de reinas del drag y supo que eso es lo que ella quería hacer.

Entrevistada por El Economista, Gia Gunn cuenta que inició en el arte del drag a los 21 años y muy pronto se puso como meta llegar a las puertas de uno de los reality shows más populares entre la comunidad LGBTQ+ en Estados Unidos: RuPaul’s Drag Race en su sexta temporada.

Pero después de su participación, de discriminación, rupturas emocionales, fama y algunas violencias, Gia Gunn decidió salir al mundo como lo que es: una mujer. No un chico que “hace drag por trabajo” sino una mujer trans que participa en este arte. 

Gia Gunn ha dejado el performance en pausa para dedicarse a solucionar sus problemas de salud mental, cuidar su transición, acercarse a su gente y sobre todo, hacer activismo por los derechos de las personas trans y crear espacios seguros para dignificar y desestigmatizar a su comunidad.

Pero la historia de Gia no es la suerte de las miles de personas trans en México y el mundo. De hecho, la norma es otra. Los prejuicios, la discriminación y el odio persisten alejando a las personas trans de sus derechos básicos: vivienda digna, trabajo, salud o seguridad social.

En mi experiencia sí percibí el cambio de la sociedad cuando empecé mi transición, no sé si era algo que está solo en mi cabeza pero sí tuve menos oportunidades de trabajo, especialmente en el área de los shows de drag, y cómo te empiezan a ver diferente. Pero aunque por mis privilegios no tuve muchas experiencias negativas no dejo de ver cómo la discriminación hacia la comunidad trans todavía sigue siendo muy fuerte, dijo Gia.

La comunidad trans en México y el mundo es uno de los grupos más vulnerados y violentados e invisibilizados bajo diferentes discursos de diversos grupos. 

“La violencia contra las mujeres trans se da incluso dentro de la misma comunidad persiste la discriminación cuando las expresiones de género no se adaptan a las normas”, dijo Gia.

Es muy triste ver cómo hace tiempo las mujeres trans de color iniciaban la lucha por los derechos de la comunidad LGBT+ y ahora que casi todos los miembros en la comunidad han conquistado derechos, las mujeres trans hemos quedado rezagadas y afuera de todo eso. Y no hay mucha gente que está tomando nuestros derechos, aunque representamos el 1% de la población global, hay muy poca gente que quiere sostener esta bandera”, agregó.

“Por eso yo creo que para darle fuerza a la lucha por los derechos trans, el cambio tiene que darse desde la comunidad, creo que hay que enfocarnos en crear conciencia y crear redes y espacios seguros para las mujeres trans. Y desde dentro hacia fuera creo que se puede lograr más”. 

Por eso es tan importante que las personas que tengan una voz pública o incidencia en las políticas públicas acompañen la lucha de la comunidad trans, evitando la revictimización y los estigmas. No se pueden implementar programas o crear leyes alrededor de las personas trans si no se conocen sus necesidades. 

“Creo que sí hay una falta importante de recursos en todos los países, no se gasta en buscar que las personas trans tengan una mejor calidad de vida, pero además de la discriminación, creo que esto también parte de que no se sabe lo que la comunidad necesita, no se le conoce, sólo se estereotipa”.

Ser transexual o transgénero no es un sinónimo de ser travesti o reina del drag y al mismo tiempo estas transiciones temporales o definitivas no deberían reducir la vida de las personas al trabajo sexual y la pobreza. 

Hay que caminar y hacer lo que se tenga que hacer para que las personas trans puedan ser quienes son y hacer lo que les gusta y no lo que pueden, concluyó la activista estadounidense.

La situación en México y la salud mental más allá de la violencia

En México vive casi un millón de personas que se identifican como mujeres y hombres trans o no binarias. Esto representa al 1% del total de la población mayor de 15 años, según cifras de la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género del Inegi. 

Una pista importante de que todavía hay un camino largo por recorrer es que todavía 3 de cada 10 personas trans no tiene ninguna persona cercana que conozca su situación de identidad, es decir, no tienen redes de apoyo. Y el 22% de las personas de esta comunidad han percibido con claridad algún tipo de rechazo de sus padres.

Y 26% de las personas que pertenecen a la comunidad LGBT+ han tenido pensamientos suicidas, esto es tres veces la tasa para la población de sexualidad e identidad de género normativas. 

Mucho se habla sobre el acceso a la educación, trabajo, seguridad social o sobre la violencia transfóbica en contra de la comunidad, pero dentro, incluso en los espacios más privilegiados la salud mental es un gran problema y no hay servicios especializados con perspectivas de derechos que guíen las transiciones de las personas. 

“Me peleaba mucho con la idea de si realmente yo era realmente una mujer o sólo me gusta vestirme, el show y todo lo que implica el performance. Yo estuve tres años sin tener claro lo que me pasaba, y además no era una decisión fácil, pero a los 25 años, después de mucho tiempo viviendo con depresión y pensamientos suicidas, salir a ser quien soy. Así que un día junté fuerza, me levanté y fui al doctor para iniciar mi proceso de transición, pero no fue fácil salir de eso, y todavía no lo es”, dijo Gia. 

La comunidad trans es uno de los grupos que más afectaciones a su salud emocional experimenta y también uno de los más invisibilizados. En muchas ocasiones todo se resume a que si no te matan a golpes, el odio, por lo menos, te quitan las ganas de vivir, concluyó. 

Pero pese a el horror en el que viven muchas personas del espectro trans, también resulta importante contar historias distintas y tener voces que incidan en la agenda pública es fundamental para conquistar derechos en términos de legislaciones y políticas públicas, pero sobre todo es importante para visibilizar otras realidades de la comunidad y erradicar todos los estigmas y las violencias. 

Las personas trans son personas. 

ana.garcia@eleconomista.mx

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Economista por la Universidad Nacional Autónoma de México. Periodista especializada en género, derechos humanos, justicia social y desarrollo económico.

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