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Arte e Ideas

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Vacacionar leyendo

La lectura puede y debe ser la más grande vacación. Elija, antes que nada, un libro que sea como un viaje sorpresivo.

Es cierto. Una golondrina no hace verano. Ni tampoco cualquier libro vacaciones. Este periodo ideal, tan parecido al amor porque lo esperas con ansia, lo vives con expectativa y lo recuerdas con melancolía, resulta muchas veces ser más de lo mismo. Si se trata de la edad, la vacación ideal de la infancia quiere ser mojada, de alberca, arena y pelota; las de la primera juventud–la edad de la gónada, decía un amigo mío- mejores si son de música, desvelo, un lugar nunca antes visitado, con las siempre soñadas aventuras, quizá unos tragos, mirando a los ojos del adorado tormento y sin padres a las vista, por favor. Después, como la vida sigue y los años no dejan de pasar, cambian los deseos, desaparecen algunas ganas, otras llegan por asalto y la libertad de decisión, todo fuera como eso, puede ser más agobiante que una cárcel. Los calendarios –del trabajo, la escuela, los niños, la pareja, las temporadas altas- van determinando lugares, climas y material de lectura. Aunque nunca falta alguien que como Polanski, confesara alguna vez, no sabía divertirse ni tomar vacaciones, porque no podía estar sin hacer nada ni pasarse un día sin leer o escribir algo. Pero de raíz está mal todo el concepto. La lectura puede y debe ser la más grande vacación.

Elija, antes que nada, un libro que sea como un viaje sorpresivo. Nada que ver con la mesa de Lo más vendido o el Infierno de Dan Brown. Mejor un pueblo mágico que los casinos de Las Vegas, ¿no cree? Como el Anecdotario de Alfonso Reyes. Un texto que no es precisamente una novedad pero sí de novedosa reaparición, culpa de la editorial Lectorum. Un libro – de tamaño, extensión y contenido perfectos- que está fuera del tomo XXIII de las enormes Obras Completas de Alfonso Reyes y es transportable, de páginas que no llegan ni a las 130, reunido y prologado por Alicia Reyes, con textos sueltos -la primera parte de las briznas, como hubiera querido don Alfonso- con su muy cristalina prosa y el irrepetible duende alfonsino. Anecdotario le cuenta al lector en pocas líneas cuál es El colmo del aséptico , la historia de El burro del ingeniero , los usos de El calzón corto , la identidad de Elvirita , una Teología Inesperada y por si hubiera nostalgia del paisaje también algo sobre las Nubes , Gaviotas y hasta La mariguana de Valle de Inclán (nada más para que vea que Reyes siempre está en la coyuntura). El gotear espontáneo de la tinta que son estas anécdotas como las describe el mismo Reyes está coronado por sabiduría en cápsulas con frases como el dinero es un señor al que sólo le gustan las malas compañías o: La paciencia es más fácil de lo que parece, una vez que se descubre su nombre secreto, sólo accesible a los iniciados: indiferencia . O tal vez la que dice : era tan bueno, tan bueno que nunca pudo escribir bien . Si acaso es verdad que la lectura es a la mente lo que el ejercicio al cuerpo, lea a don Alfonso Reyes estas vacaciones y sienta cómo la gimnasia más leve, hasta en los días de asueto, puede ser tan emocionante como un deporte extremo.

Otro plan vacacional trata de otro texto insólito e incluye la lectura de El cine, décima musa también de la editorial Lectorum y de otro gran escritor y también leyenda de la literatura hispanoamericana, el más importante creador cubano: Alejo Carpentier. Un viaje, delicia turística recorriendo Cuba, Caracas, las viejas películas de Hollywood y cómo, desde principios del siglo XX, el cine se fue afianzando como espectáculo y poco a poco desarrolló todas sus potencialidades estéticas, primero, y técnicas después.

Carpentier, autor de novelas como El reino de este mundo, Concierto barroco y El recurso del método, inventor de lo que en literatura se llama lo real maravilloso en su labor como periodista resultó ser un magnífico crítico de cine. Evidentemente, no encontrará Crepúsculos ni chicas Almodóvar, pero sí a Orson Welles, a Chaplin , un magnífico texto sobre El Acorazado Potemptkin y una reseña, que parece tener incluso oportunidad periodística, donde Carpentier habla de Los Olvidados de Luis Buñuel, justo hoy que se estamos a punto de recordar los 30 años del fallecimiento del cineasta español, y escrita en 1951, justo cuando esta película acababa de arrasar en el Festival de Cannes. Donde los perros, andaluces o no, brillaron por su ausencia escribe Carpentier antes de decir que acaba de presenciar una cinta que será icono y referencia de la cinematografía mundial. Un libro de vacaciones que es como el viaje de los que no pudieron tomar el tren y mucho mejor, le juro, que hacer cola en los Universal Studios.

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