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33,000 bocados son necesarios para desarrollar el sentido del gusto
El sentido del gusto no es innato; se forja con cada bocado entre el nacimiento y los 18 años. Bee Wilson, en El Primer Bocado, explica cómo 33 mil experiencias alimenticias mezclan biología, emoción y cultura para definir nuestras preferencias para toda la vida.
El gusto, tan cotidiano como profundo, va mucho más allá de ser una simple preferencia personal. Según Bee Wilson en El Primer Bocado, este sentido se moldea entre el nacimiento y los 18 años, a través de aproximadamente 33,000 bocados. Cada comida, desde el desayuno hasta la cena, no solo es una cuestión de sabores, también de emociones, contextos y memorias que fijan en nuestra mente lo que percibimos como "delicioso". Este viaje alimenticio es una combinación de biología, cultura y emoción, que establece una base sólida para nuestras futuras elecciones alimentarias.
La lógica de los 33 mil bocados
Wilson plantea un cálculo fascinante para ilustrar el impacto de la alimentación temprana en la formación del gusto. Una persona promedio consume alrededor de cuatro comidas diarias: desayuno, comida, merienda y cena. Al multiplicar esas cuatro comidas por 365 días al año, tenemos 1,460 experiencias alimenticias anuales. A lo largo de 18 años, esto suma unas 26,280 comidas. Con ajustes considerando el apetito variable durante la infancia y la adolescencia, la cifra simbólica llega a 33 mil bocados, cada uno cargado de oportunidades para moldear nuestras preferencias.
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Este número no solo es simbólico, sino un recordatorio de cómo cada comida es una experiencia única. Un bocado puede ser una revelación, mientras que otro, consumido en un contexto adverso, puede generar rechazo. Por ejemplo, un flan preparado con amor por tu abuela tiene un sabor emocionalmente superior al mismo flan servido como postre en la fondita, es la misma receta, pero jamás la misma intención.
Plasticidad gustativa
Durante los primeros años de vida, el cerebro y las papilas gustativas tienen una mayor plasticidad, lo que significa que están más abiertas a aprender y adaptarse a nuevos estímulos. Esta es la razón por la que los niños que prueban una mayor variedad de alimentos tienden a desarrollar un paladar más amplio.
Después de los 18 años, estas preferencias tienden a consolidarse y es más difícil modificarlas, aunque no imposible. Esto refuerza la idea de que las primeras 33 mil experiencias alimenticias tienen un peso desproporcionado en la formación del gusto.
En resumen, los 33 mil bocados simbolizan un proceso acumulativo y multidimensional donde biología, repetición y emoción trabajan juntas para formar las bases del sentido del gusto. Cada una de esas microexperiencias contribuye a que nuestro paladar se configure de manera única y personal.
¿Cómo se desarrolla el gusto?
- Biología: al nacer, los humanos somos más sensibles a los sabores básicos como lo dulce, lo amargo o lo ácido, una adaptación evolutiva que asegura que busquemos alimentos seguros. Con el tiempo, el paladar se expande hacia sabores más complejos, siempre que exista exposición regular a ellos.
- Cultura: cada cultura establece un repertorio de sabores que define el gusto de sus habitantes. Al crecer en un entorno donde predominan ciertos ingredientes o especias, nuestro cerebro los normaliza y los convierte en parte de nuestra base alimentaria. Así, un niño expuesto a chiles desde pequeño puede aprender a disfrutar de su picor, mientras que alguien sin esa experiencia podría evitarlo.
- Emoción y contexto: los alimentos no solo son nutrición; son vehículos de recuerdos. Los platos asociados a momentos felices, como una sopa casera en un día lluvioso, se graban en la memoria afectiva y tienden a ser percibidos como más sabrosos. Por el contrario, un bocado relacionado con estrés o imposición puede generar aversión.
El futuro del paladar
Aunque los primeros 18 años son cruciales, el gusto no es inmutable. Cada generación experimenta una transformación de su paladar, influenciada por la globalización y el acceso a nuevos sabores. Los niños hoy tienen más probabilidades de probar sushi, kimchi o curry en edades tempranas, ampliando la diversidad de su repertorio gustativo. Sin embargo, las raíces familiares y culturales siguen siendo un pilar esencial.
Lo que El Primer Bocado nos enseña es que el gusto no se limita a nuestras papilas gustativas. Es un reflejo de quiénes somos, de nuestras vivencias y del entorno en el que crecimos. Cada uno de esos 33 mil bocados es un puente entre nuestro pasado y las posibilidades infinitas de un futuro culinario.