Lectura 4:00 min
Un vaso de dignidad: El agua como derecho laboral
En México solamente los trabajadores del campo tienen garantizado el acceso a agua potable durante su jornada, pero una propuesta en el Senado busca ampliar este derecho a todas las personas que laboran en los sectores público y privado.

En el Senado se impulsa el derecho al agua potable en el trabajo.
En pleno siglo XXI, garantizarles a las personas trabajadoras algo tan básico como el acceso a agua potable durante su jornada laboral parece una obviedad. Sin embargo, en México, esta prestación aún no es un derecho general para todos.
Ya nos pasó con la famosa "Ley Silla" el año pasado. En ese caso, la propuesta impulsada por Movimiento Ciudadano trajo sobre la mesa una realidad: miles de personas que realizan su jornada de pie –cajeras, meseros, cocineros, guardias de seguridad, por citar algunos casos– no podían hacer pausas para descansar, tampoco tenían acceso a sillas ergonómicas. Esto empezará a cambiar a partir de junio de este año, cuando entre en vigor la reforma que reconoció este derecho.
Ahora fue la senadora Anabell Ávalos Zempoalteca (PRI) quien señaló una nueva realidad: muchas personas no tienen acceso a agua potable para hidratarse en su turno de trabajo. Con la denominada "Ley Vaso de Agua" busca corregir esta realidad en las leyes Federal del Trabajo (LFT) y de los Trabajadores al Servicio del Estado (LFTSE).
La propuesta es sencilla: incluye dentro de las responsabilidades de las personas empleadoras, ya sea en el sector público o privado, la obligación de "proveer agua potable a las personas trabajadoras durante la jornada de trabajo". Y aunque pareciera algo obvio, esta reforma representa un paso importante hacia la dignidad laboral.
El acceso al agua potable es un derecho humano reconocido por la ONU y un factor clave para la salud y el rendimiento. En el contexto del entorno laboral la deshidratación puede causar fatiga, problemas de concentración e incluso enfermedades crónicas. No obstante, en México, sólo los trabajadores del campo tienen explícitamente garantizado este derecho en la legislación laboral.
El Convenio 120 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ratificado por México en junio de 1968, establece que todos los trabajadores deben contar con acceso suficiente a agua potable. Sin embargo, en la práctica, muchas empresas mexicanas no proporcionan este recurso, obligando a sus empleados a comprar su propia agua o a prescindir de ella durante largas jornadas.
La senadora Ávalos menciona en su propuesta, que la iniciativa de reforma a la LFT y la LFTSE sigue la lógica de la "Ley Silla", aprobada a finales de 2024, que obliga a los empleadores a proporcionar asientos adecuados a los trabajadores que desempeñan labores de pie.
Ambas iniciativas responden a una misma idea: que los derechos laborales deben considerar no sólo el salario y las prestaciones, sino también las condiciones básicas de trabajo. Con la "Ley Vaso de Agua", expresa la legisladora tlaxcalteca, se refuerza la noción de que el bienestar en el trabajo va más allá de lo estrictamente económico y debe incluir aspectos esenciales para la salud de los empleados.
Y sí, seguro no faltará el empresario que diga que se trata de un nuevo costo laboral en México. Sin embargo, ante una inversión mínima, los resultados más que lo compensan, pues una hidratación adecuada influye directamente en la concentración y la energía de los empleados, por ende, en su productividad.
La simple existencia de este debate evidencia las carencias que aún persisten en el ámbito laboral mexicano. Si bien hemos avanzado en derechos como la eliminación de la subcontratación de personal, la ampliación de los días de vacaciones y la regulación del trabajo en plataformas digitales, la discusión sobre la "Ley Vaso de Agua" nos recuerda que aún hay pendientes fundamentales en las condiciones básicas de trabajo.
Si garantizar un vaso de agua sigue siendo motivo de discusión, es momento de reflexionar sobre el tipo de derechos laborales que queremos construir para el futuro. El trabajo digno debiera ser una realidad generalizada, en el caso de México, y por varias razones, alrededor del 60% de las personas no lo vive como algo tangible en su día a día en el mundo del trabajo.