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Dopaje en Tokio: el reto frente a la tecnología y el covid

Aunque los organizadores señalan que los JO 2020 son los más rigurosos en pruebas, la ciencia también juega del otro lado, encontrando nuevos métodos de alteración que se ocultan entre los retrasos por la pandemia.

Technicians Podolsky and Bochkaryova work at Russian anti-doping laboratory in Moscow

Technicians Podolsky and Bochkaryova work at Russian anti-doping laboratory in MoscowREUTERS, X00944

“Probablemente no puedo confiar en la mitad de los atletas contra los que compito”, dijo el nadador australiano, Kyle Chalmers, un año antes de ir a Tokio a sus segundos Juegos Olímpicos. Su frase define el ‘cáncer’ eterno que ha tenido este evento a lo largo de su historia: el dopaje, cuyo auge se estima entre la década de los 70 y el año 2000.

Pero eso no significa que no haya existido en lo que va del siglo XXI. Una prueba clara es la primera ausencia de Rusia en unos Juegos Olímpicos desde 1984, ya que en la edición actual no aparece ni su bandera ni su himno y sus atletas defienden las siglas ROC (Comité Olímpico Ruso).

Esto es debido a un dopaje de estado entre 2011 y 2015, descubierto por las autoridades internacionales y que derivó en una sanción para el país por dos años (hasta 2022).

El dopaje sigue presente en diversas competencias, pero más en las Olimpiadas, donde diversos países buscan la supremacía en el medallero a sabiendas de que algunos resultados de antidopaje pueden durar hasta 10 años en ser publicados.

Aunque los organizadores de Tokio 2020 han afirmado que estos serán los Juegos “con el programa antidopaje más extenso de la historia”, aún tienen enfrente diversos retos: los avances tecnológicos en las sustancias, creando nuevas difíciles de rastrear o aplicadas en dosis más pequeñas; así como la reducción de pruebas por el efecto de la pandemia y la falta de presupuestos.

Previo a la inauguración, la estrella del atletismo (100 y 400 metros) de Estados Unidos, Sha’Carri Richardson, dio positivo por marihuana en una prueba y la agencia antidopaje de su país la sancionó con un mes de inactividad.

Ya en la justa, la ucraniana Yuliya Yelistratova fue suspendida provisionalmente por consumo de eritropoyetina (EPO) y expulsada del triatlón un día antes de competir.

Dependiendo de la sustancia y la cantidad consumida, los castigos si se detecta un dopaje en Juegos Olímpicos van desde suspensiones temporales (algunas hasta de más de cuatro años), la pérdida de medallas e incluso la inhabilitación de por vida en su deporte.

El covid, un factor en contra

Para Tokio 2020, el Comité Olímpico Internacional (COI) otorgó la responsabilidad del dopaje a la Agencia Internacional de Control (ITA), con sede en Suiza, en conjunto con la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) y el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS). Realizarán más de 5,000 pruebas de orina y su equipo total estará compuesto de 24 gerentes, 250 oficiales de control de dopaje (DCO) y 700 chaperones, que son los que acompañan a los atletas a las estaciones de control.

Pero estas cifras no son una garantía. La estimación de pruebas de orina para Río 2016 de 5,380 y, de acuerdo con un informe de la propia AMA dos meses después del evento, se reveló que más del 50% de las pruebas ya no se pudieron realizar, culpando, principalmente, la deficiencia en el trabajo de los chaperones.

Otra barrera se suma en Tokio: debido a la pandemia, las pruebas alrededor del mundo se llegaron a reducir hasta un 98%. En abril de 2020, por ejemplo, la AMA solo registró 578 muestras de sangre en comparación de las 25,219 que se tomaron en ese mismo mes en 2019.

"La caída en las pruebas podría haber permitido a algunos atletas drogarse en preparación para los Juegos", analizó la Dra. April Henning, experta en antidopaje de la Universidad de Stirling (Escocia) para DW. La problemática envuelve años antes de Tokio, ya que los atletas suelen adelantarse a las autoridades, sobre todo en el periodo previo a los grandes eventos, y la mayoría de las sanciones por dopaje se imponen años después.

Ross Tucker, un científico deportivo sudafricano consultado por The Economist, coincide: “el covid-19 puede empeorar las cosas”, argumentando que las prohibiciones de viajes, los bloqueos internacionales y la premura por los Juegos han interrumpido el sistema de pruebas.

Además, según estudios científicos entre 2011 y 2018, citados por dicho medio, entre el 14 y 48% de atletas en diversas competencias resultaron con prevalencia de dopaje sanguíneo, mientras que David Howman, un ex director de operaciones de la AMA, calcula que el número real de atletas dopados supera las estadísticas y que “solo los tontos son atrapados”.

Avances tecnológicos del lado negativo

La AMA mantiene una lista de cientos de sustancias prohibidas que van desde productos químicos con nombres como igf-1, lr3 y aod-9604, a insulina (para aumentar el tamaño de los músculos), anfetaminas (por sus efectos estimulantes) e incluso diuréticos (utilizados para enmascarar la presencia de otras drogas).

En Tokio, las muestras se analizan mediante cromatografía sofisticada para buscar fármacos o sus metabolitos. También están los pasaportes biológicos, que son examinados en busca de evidencia indirecta de dopaje sanguíneo con cambios sospechosos en una docena de variables como los niveles de hemoglobina, recuento de glóbulos rojos y la proporción de células inmaduras.

Sin embargo, los países se han dado cuenta que no es necesario doparse para romper un récord, sino que es suficiente con superar a sus rivales. Bajo esa lógica, han experimentado con nuevos fármacos como ‘Clear’, un químico descubierto en atletas de EU en 2003.

También están los moduladores selectivos del receptor de andrógenos, fármacos experimentales destinados a proporcionar beneficios similares a los esteroides, pero con menos efectos secundarios y que, por ahora, solo existen pruebas para algunos de ellos.

The Economist también menciona a los inhibidores de la miostatina, que ralentizan la degradación del tejido muscular y ofrecen una forma alternativa de aumentar fuerza. Mientras que los ciclistas han estado experimentando con medicamentos que les ayuden a perder peso y aferrarse a la masa muscular.

Otra vía es la microdosificación: tomar pequeñas dosis de forma regular en lugar de grandes cantidades ocasionales, lo que asegura que los fármacos se diluyan dentro del cuerpo más rápido y así sea menos probable que sea detectado en una prueba antidoping.

A la par de las innovaciones químicas, la falta de ética sigue siendo un aliado del dopaje. Lamine Diack, ex director de World Athletics (Federación Internacional de Atletismo) fue sentenciado a prisión por cuatro años por aceptar sobornos y silenciar pruebas positivas, de igual forma que otros cinco de sus oficiales.

La AMA maneja un presupuesto de 40 millones de dólares en el año 2021, una cantidad que superan incluso algunos atletas por sus patrocinios individuales (solo Naomi Osaka recaudará 55 millones de acuerdos comerciales, según Forbes).

Los organismos nacionales nutren el trabajo de la AMA con pruebas preliminares, pero debido a la falta de presupuestos de los países, ahí se pueden ocultar varios dopajes. En 2013, Renee Anne Shirley, ex jefa de la Comisión Antidopaje de Jamaica, dijo que ante la falta de recursos su organización había realizado solo una prueba fuera de competencia en los meses previos a Londres 2012.

Sustancias prohíbidas en Juegos Olímpicos

Aunque son más de 100, se dividen en las siguientes categorías dentro del antidopaje mundial.

  • Estimulantes
  • Narcóticos analgésicos
  • Esteroides anabólicos
  • Beta bloqueadores
  • Diuréticos
  • Hormonas

deportes@eleconomista.mx

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