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Isinbayeva dejó ir el oro

La favorita se quedó en 4.70 metros, por detrás incluso de la cubana Yarisley Silva, que consiguió 4.75 metros.

Londres. Ha sido el aire frío que congela los huesos. Londres, Rusia y el mundo han visto caer a La Reina desde los 4.80 m. Mantiene intacta la sonrisa, diosa de azules ojos, Yelena Isinbayeva. Era la última Reina que los Juegos Olímpicos de Londres 2012 querían enaltecer, luego de convencerse de que ésta era la justa en la que las leyendas comenzarían a tomar forma.

Pero no. Ayer, la pertiguista rusa, otrora invulnerable, con 28 récords mundiales que presumía desde las alturas, decidió ceder los reflectores a la estadounidense Jennifer Suhr, que asumió el reto y saltó más allá de lo que Yelena podría hacerlo ahora.

Habían sido años difíciles para la rusa, el último con lesiones hasta el hartazgo. Mi cuerpo necesitaba descansar después de 10 años de tanto esfuerzo , había dicho la pertiguista, quien había iniciado su dominio en el mundo de la pértiga desde que alcanzó los 4.91 m en Atenas 2004.

No más. Isinbayeva no quiso, o no pudo, llenarse de gloria en el ocaso de su carrera. El listón estaba muy alto para Yelena, que marcó como primer punto en 4.55 m la distancia entre ella y el cielo. Falló en su intento. La Reina rusa alzó el listón a los 4.65 y a los 4.70 m. Parecía estar en la gloria.

Pero Londres no estaba listo para verla vencer de nuevo y a los 4.75 m La Reina se desvaneció. Su vuelo hacia la leyenda, desmoronado, apacible, yacía en el colchón que no amortiguó el duro golpe. Y no había más que hacer. De ojos índigos, La Reina lanzaba al aire besos, adioses repartía por doquier.

Dejó, pues, a Suhr disfrutar del vuelo único hacia el Olimpo. Tras haber tenido sus saltos casi perfectos y en una enfrascada lucha con la campeona panamericana, la cubana Yarelis Silva, la estadounidense no permitió que nadie le arrebatara lo que ya sentía tan suyo.

Y es que Jenn cree en el destino, porque fue él quien le puso en el camino a su coach y también esposo Rick Suhr, ese día en el que la vida cruzó sus caminos: ella jugando basquetbol, él entrenando atletas.

Fue Rick quien vio en Jenn y sus 1.83 metros de altura las posibilidades de verla coronarse un día, quizá no muy lejano, como una campeona en el salto con pértiga. Y fue irreverente, la estadounidense, sin tapujos para saborear el oro que en Beijing 2008 la imbatible rusa le había arrebatado. Permitió acaso que Silva sintiera por momentos el oro en sus manos. Pero no.

La cubana no supero en tres intentos los inalcanzables 4.80 metros. Y, si bien es cierto que Suhr tampoco, al menos ella había tenido un mejor desempeño en los cuatro saltos previos.

Estaba escrito, pues, que Londres vería coronarse a una reina, no sería de ojos azules, ni tendría la sonrisa perfecta. No, simplemente no se llama ya Yelena Isinbayeva. Se rinde el pueblo ante su majestad, Jenn Suhr.

cristina.sanchez@eleconomista.mx

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