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Los ojos aceitunados... directo al blanco

Aida Román pasó de la ilusión a la satisfacción con la plata que se adjudicó.

Londres. De sus ojos acetuinados asoma la ilusión. Será la flecha, la que sostiene con fuerza entre sus dedos, la que saldrá a clavarse en el círculo con el número ocho, la misma que carga con el peso de todo un deporte, de todo un país, la que habrá de catapultarla a otra dimensión.

Han tomado un tono más serio sus palabras. Habla ya Aída Román la medallista de plata en tiro con arco de Londres 2012 desperté a media madrugada. Me estresó de pronto el pensar que no iba a llegar esto. No podía dormir , afirma, y del verde de sus ojos se advierte la tristeza.

Me sentía muy mal porque ayer (miércoles) habían eliminado a mis compañeros. Tenía miedo de no poder pasar a semifinales , reconoce.

A su lado, entre Ki Bo Bae (oro en Londres individual y por equipos) y Aída, su cómplice, su camarada, la tercera mejor de la prueba, a la primera que buscó esta mañana: Mariana Avitia. Le dije que sentía que podíamos conseguirlo y ella me contestó que pensaba lo mismo. Eso me tranquilizó . Y echó a correr para quitar las ansias como Rocky Balboa en la película .

Sonríe allá al lado la regia Avitia, quien en la mejilla recibe un beso de Román. Dulce imagen poniendo ambas la plata y el bronce en el cuello de Song I Woo, su entrenador, quien despilfarra el orgullo en el campo del Lord’s Cricket Ground.

Y Avitia que experimenta, por primera ocasión en su vida, espera que no la única, lo que se siente traer al cuello el metal olímpico, el orgullo de un país muchas veces, cuando veía los juegos de Atenas, cuando vi en Beijing a los demás ganar una medalla, me preguntaba qué se sentiría estar ahí, en el podio . Sonrisa angelical.

¿Y qué se siente? Emoción, felicidad, la sensación de que el mundo está tan pequeño que te lo puedes comer . Sonríe Avitia. Le alcanza el orgullo para estirar sus labios de oreja a oreja. Y el presidente Felipe Calderón, que con la de ayer hizo su cuarta llamada a Londres me dijo que ¿qué onda con ese ocho? , comparte Aída. A mí me dijo que estaba orgulloso y que había interrumpido una junta de gobernadores para vernos , dice Avitia.

De sus ojos aceituna, de color negro delineados, precisos, no se marcha la ilusión. Mantienen el brillo infinito que destella, la medallista de plata, la primera en subir al podio junto con otra mexicana, su amiga Mariana. La tercera en conseguir tal hazaña (sólo detrás del equipo ecuestre que en Londres 1948 lograron el oro, una plata y un bronce y de Ernesto Canto y Raúl González en Los Ángeles 1984 haciendo el 1-2).

Mantienen la alegría Aída y Mariana, y se pierden juntas, entre las cámaras, en el momento preciso en el que, como sus flechas, atinan justo en un círculo difícil de llegar: la historia.

cristina.sanchez@eleconomista.mx

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