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El odio está de moda, pero en los equipos la división nunca suma
"Un líder que divide para fortalecer su posición, está debilitando a su equipo. La división puede darle a un líder control momentáneo, pero a costa de la confianza, la colaboración y la cultura organizacional".

El otro día, mientras revisaba redes sociales, me di cuenta de algo: el odio vende. Si alguien publica una idea polémica, los comentarios explotan. Si una discusión se vuelve acalorada, el algoritmo lo premia con más visibilidad. Pareciera que hemos normalizado la confrontación como una forma de interacción. Y lo peor es que este fenómeno no se queda en las redes; también está en nuestras empresas.
Porque sí, el odio está de moda. Pero lo que no nos dicen es que en el mundo corporativo, la división no es estrategia; es autodestrucción.
De competencia interna a guerra fría
Hace unos años trabajé en una empresa donde dos gerentes llevaban meses en una guerra fría. Uno manejaba el área comercial y el otro, la operación. Ambos eran buenos, pero en lugar de colaborar, se enfrentaban todo el tiempo: el comercial decía que la operación era muy lenta y burocrática; mientras que el de operación consideraba que el comercial prometía cosas imposibles.
Con el tiempo, la rivalidad escaló y armaron sus propios bandos dentro de la empresa. Las reuniones se volvieron combates disfrazados de estrategia. ¿El resultado? proyectos retrasados, clientes molestos por promesas incumplidas y un ambiente donde la gente tenía que “escoger un lado” en lugar de enfocarse en los resultados.
En ese entonces no tenía poder ni decisión en la mesa, pero tenía ojos. Lo que más me impactó fue ver cómo una empresa que tenía talento, recursos y oportunidades se autodestruyó desde adentro por falta de liderazgo real al grado de que la alta dirección tuvo que intervenir.
Al final, uno de los gerentes fue despedido; el otro, eventualmente, se fue. Cuando se intentó reparar el daño, el equipo ya no era el mismo. Los resentimientos, los chismes y la desconfianza habían calado hondo. La reconstrucción tomó años.
Y aquí está la lección más importante: un líder que divide para fortalecer su posición, está debilitando a su equipo. La división puede darle a un líder control momentáneo, pero a costa de la confianza, la colaboración y la cultura organizacional. Y cuando la confianza se rompe, reconstruirla es más difícil que haberla mantenido desde el inicio.
¿Cómo revertir la división?
Si sientes que tu equipo está atrapado en rivalidades internas, hay formas de cambiar la dinámica antes de que sea demasiado tarde:
- Rompe el ciclo con conversaciones reales. Enfrenta el problema. No dejes que las diferencias se conviertan en muros entre áreas. Fomenta reuniones donde la prioridad sea encontrar soluciones en conjunto, no ganar debates.
- Crea objetivos compartidos. Si cada área solo trabaja para sí misma, el equipo se fragmenta. Asegúrate de que haya metas en común que obliguen a colaborar en lugar de competir.
- Haz que la colaboración sea la norma, no la excepción. Si reconoces a las personas solo cuando logran cosas individualmente, estás reforzando la rivalidad. Celebra y premia los logros colectivos para cambiar la mentalidad del equipo.
Hoy más que nunca, necesitamos un liderazgo diferente. El odio está de moda y dividir es fácil, pero en el mundo empresarial, la división no es una estrategia; es un veneno lento.
Los equipos más exitosos no son los que tienen más recursos ni los que compiten entre sí. Son los que saben trabajar juntos, confiar unos en otros y construir algo más grande que ellos mismos. Así que la próxima vez que notes rivalidades en tu equipo, pregúntate:
- ¿Estoy fomentando la colaboración o alimentando la competencia?
- ¿Estoy construyendo un equipo que confía o que se destruye desde adentro?
Porque en estos días, necesitamos más que nunca revolucionar el liderazgo. Ser líderes incómodos, que hagan lo contrario a lo que estamos viendo. Que unan en lugar de dividir. Que construyan, en lugar de controlar.
Soy Mario Elsner, y creo en un liderazgo que transforma equipos y construye resultados. Acompáñame, y cambiemos la narrativa.