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Las nuevas tecnologías se basan en antiguas formas de trabajo: Gabriel Mendoza

Las leyes que regulan el trabajo en México se han adaptado a las necesidades de las empresas y los trabajadores se encuentran en condiciones precarias, de acuerdo con el fundador del Centro de Reflexión y Acción Laboral.

La industria electrónica mexicana vive un momento excepcional. En el 2016, las exportaciones de este sector alcanzaron niveles históricos. Jalisco, uno de los estados líderes en el sector, celebró la captación de 1,639 millones de dólares en Inversión Extranjera Directa (IED) el año pasado y empresas como Intel, IBM, HP, Sanmina, Dell y Oracle han extendido su participación de negocios en la entidad. Los trabajadores, sin embargo, no ven los frutos de esta bonanza de la industria.

La precariedad es inherente a los trabajadores de la industria electrónica. Reciben bajos salarios, tienen jornadas laborales extenuantes e irregulares y en muchos casos, no cuentan con las prestaciones laborales que exige la ley. Éstos son los temas del nuevo libro de Gabriel Mendoza Zárate, quien ha estudiado al sector desde hace más de 20 años, titulado La fábrica de la crítica. Los trabajadores subcontratados de la industria electrónica en México, editado por la Universidad Iberoamericana Puebla y por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO).

La industria electrónica, dice Mendoza, nunca pierde . De acuerdo con este teólogo jesuita, cofundador del think tank Centro de Reflexión y Acción Laboral de Guadalajara (Cereal), la industria podría dejar de ganar esos porcentajes que obtiene si ofrece empleos con calidad . Pero para lograrlo, se necesita que autoridades exijan a las compañías aumentar los salarios y las prestaciones de los trabajadores.

A propósito de la presentación de su libro este 18 de mayo, en el ITESO, ésta es una entrevista con el doctor Mendoza acerca de la precarización de los empleos dentro de la industria electrónica de Guadalajara, que puede servir de reflejo para otros sectores productivos de México.

—¿Me puede dar ejemplos de la precarización del derecho, la remuneración y las condiciones de trabajo de los trabajadores de la industria electrónica?

—Cuando hablamos de precarización del trabajo nos referimos en primer lugar a la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores; nos referimos también a las malas condiciones de trabajo, por sus excesivas jornadas, por una flexibilización en los horarios de trabajo, ya que trabajan jornadas de 12 horas de trabajo y jornadas irregulares: tres días trabajan 12 horas y la otra semana, 12 horas durante cuatro días. Y muchas veces esto ocurre sin advertirle al trabajador cuándo son los cambios de horario. Todo esto va precarizando y afectando la calidad de vida de los trabajadores, a quienes meten en un ritmo de sueño irregular que les crea problemas físicos y psicológicos.

Hablamos también de la precarización del empleo por los tipos de contratos que tienen los trabajadores, contratos temporales, justamente para precarizar los derechos a los que deberían tener acceso, como su derecho a tomar vacaciones, el derecho a las utilidades, el derecho al aguinaldo y otras prestaciones sociales. Hacemos esta distinción entre la precarización del trabajo y la precarización del empleo, el empleo son las condiciones que hacen posibles todas las prestaciones sociales.

Esta flexibilidad se va adaptando o ajustando en la aplicación de los derechos laborales. Se va ajustando el derecho a los requerimientos productivos de la empresa y no a las necesidades de los trabajadores, ni a los convenios colectivos tanto nacionales como internacionales.

—¿La ley se está ajustando a lo que las empresas desean?

—En la práctica sí. Y un ejemplo de esto es que nuestra Ley Federal del Trabajo no contemplaba la contratación por outsourcing, hasta las reformas del 2012. Ese es un clarísimo ejemplo de cómo se ha flexibilizado la ley laboral, de cómo se ha adaptado a la necesidad de las empresas.

—¿Qué importa más: la cantidad de empleos generados o la calidad de estos empleos?

—Importan mucho las dos cosas. Importa la cantidad de empleos que se crean, porque existe un problema real de desempleo, pero también importa la calidad de estos empleos. No tiene por qué desvincularse estas dos características, la calidad y la cantidad de los empleos, las empresas tienen posibilidades de pagar buenos salarios.

En una entrevista que realicé a uno de los representantes de una empresa sobre la crisis del 2008 le pregunté por qué la industria electrónica en México no estaba en crisis o por qué ésta no se reflejaba con pérdidas. Me contestó que sí se había reflejado: No hemos perdido, sino que hemos dejado de ganar , me dijo. Y ésa es la cuestión precisamente, que las empresas nunca pierden, pero podrían dejar de ganar esos porcentajes que obtienen si ofrecen empleos con calidad. Yo creo que está en manos de las autoridades negociar con esas empresas para obtener empleos con buena remuneración y calidad.

—¿Qué tipo de trabajadores son subcontratados?

—Las empresas llegaron a países como México buscando mano de obra de calidad y barata. Al principio, preferían la mano de obra técnica, de calidad. Pero realmente se dieron cuenta de que lo que necesitaban era una empresa maquiladora. Entonces, en la mayoría de estas empresas en el sector de la parte de ensamble, hay trabajadores con una baja calidad formativa y educativa y, en el caso de Guadalajara, la mayoría de los trabajadores son mujeres, mujeres que se caracterizan por ser madres solteras, mujeres divorciadas o mujeres que, aunque tengan una pareja, tienen más de tres hijos y necesitan aportar para el sustento familiar. Otro porcentaje son mujeres jóvenes de ambientes rurales alrededor de Guadalajara los poblados de El Salto y Juanacatlán que alimentan con mano de obra joven que no tiene otra forma de trabajar y para las que la electrónica representa una oportunidad. Gran parte de la reserva de mano de obra de la electrónica son estas mujeres en esta situación de precariedad, de desprotección social, que la industria absorbe para mantener este sistema de flexibilidad laboral y de bajos salarios. Se aprovechan de la vulnerabilidad en la que se encuentran estas mujeres.

—¿Está de acuerdo con que Jalisco es el Silicon Valley de América Latina, como ha dicho el gobernador Aristóteles Sandoval?

—Si es porque estamos de alguna manera trabajando en el área de la electrónica, sí. Pero es una mala reproducción del Silicon Valley de California, porque aquí se privilegia más bien el sector maquilador, con bajos salarios que provocan una mala calidad de vida de los trabajadores. Lo que vemos en Guadalajara es una industria que por un lado se promociona como una industria de nuevas tecnologías, pues es atractivo saber que en Guadalajara se producen smartphones, servidores de alta calidad, etcétera, pero pocas veces nos preguntamos sobre las condiciones de trabajo que hay detrás de toda esta producción de nuevas tecnologías, o sea que las nuevas tecnologías están basadas en antiguas formas de trabajo, que promueven condiciones de precariedad y explotación laboral.

—En el libro usted habla de diversas estrategias de los trabajadores para mejorar sus condiciones de trabajo, ¿cómo funcionan, cómo son?

—Yo me pregunté: si los trabajadores son conscientes y críticos de la situación laboral en la que están viviendo, ¿por qué continúan trabajando ahí? Me di cuenta primero de que es porque tienen una necesidad real material, son realistas, no ponen en riesgo su trabajo, aunque éste sea precario. Pero ¿cómo le hacen para soportarlo? Descubrí una serie de prácticas que desarrollan al interior de las empresas, prácticas típicas del sector industrial, como el alentamiento en el proceso de producción, cuando necesitan descansar porque están muy agotados; también hay todo un mercado oficioso, no oficial, al interior de las fábricas, saltándose toda la seguridad que supuestamente éstas empresa ponen, pero los trabajadores encuentran formas de saltarse esta seguridad para vender dentro de la fábrica toda una serie de cosas: cigarros, chicles, gelatinas, sándwiches. Hay toda una economía de subsistencia que se realiza al lado del trabajo formal para paliar su situación (de los trabajadores).

También hay que decir que existen cosas que se realizan al interior de la fábrica y otras que se realizan al exterior, en los barrios donde viven los trabajadores. Todos los puestecitos que hay en las calles de lonches, tamales, elotes, mucha gente que los atiende trabaja en la fábrica, pero en la tarde o los fines de semana se dedican a hacer otra actividad económica, para poder completar el salario precario que reciben en las fábricas.

A las estrategias que se dan en el interior de la fábrica las llamo arreglos, porque son arreglos que hacen entre sus compañeros y a veces hasta con los propios supervisores. E incluso, los ingenieros, los gerentes o los responsables de las empresas se dan cuenta, pero se hacen de la vista gorda porque saben la condición de precariedad en la que se encuentran estos trabajadores. Y las resistencias ordinarias son acciones que hacen los trabajadores con una mayor conciencia social, con una mayor estrategia, cuando se organizan para ponerse de acuerdo para reclamar sus utilidades o para reclamar una arbitrariedad cometida en contra de ellos. Son actividades que requieren mayor elaboración, diálogo, reuniones para hacer denuncias.

Lo que quiero poner de manifiesto con mi libro es que sí es posible hacer transformaciones. Es tal vez un trabajo que no es revolucionario, sino reformista, pero que a la larga sí puede ir logrando un cambio en las condiciones laborales, que es lo que toca más directamente a los trabajadores.

rodrigo.riquelme@eleconomista.mx

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