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Escocia quedará fuera de la Unión Europea a pesar de no desearlo
Boris Johnson tendrá el enorme desafío de unir a la nación a partir del sábado.
Edimburgo. El tema parecía haberse decidido en las urnas hace casi seis años. Pero el Brexit dio nueva vida a los partidarios de la independencia de Escocia, decididos a reabrir el debate, a pesar de la intransigencia de Londres.
La inminente salida del Reino Unido de la Unión Europea, después de varios años de postergaciones, es mal aceptada en Escocia e Irlanda del Norte, regiones semiautónomas que votaron abrumadoramente en contra en el 2016.
Esto hace temer que el Brexit produzca grietas en la unidad del país.
Para los independentistas escoceses, esta decisión justifica que se consulte de nuevo a la población de Escocia, que en el referéndum sobre la independencia del 2014 votó a 55% por permanecer dentro del Reino Unido, muy mayoritariamente por temor a quedar fuera de la UE si abandonaban el país.
Según los nacionalistas del SNP, que gobierna la región, algunos de 62% de escoceses que votó en contra del Brexit cambiaron de opinión respecto a la independencia y ahora querrían que la nación siga su propio camino, poniendo fin a más de 300 años de unión con Inglaterra.
“Brexit ha puesto de relieve un verdadero problema en la Constitución británica: Escocia vota por algo y eso no tiene ningún efecto”, dijo Christopher Clannachan, que en el 2014 había votado contra la secesión, pero ahora participa en una marcha por la independencia en Glasgow.
Nicola Sturgeon, primera ministra de Escocia y líder del SNP, incrementó la presión sobre el gobierno británico para que les permita celebrar un segundo referéndum de autodeterminación.
Sondeos poco claros
Sturgeon acusó a los conservadores británicos, en el poder en Londres, de ignorar la voluntad del pueblo. “El problema para los conservadores es que cuanto más intentan impedir la democracia más fomentan el apoyo a la causa proindependentista”, escribió.
Ante un Boris Johnson inflexible, el ejecutivo escocés podría tratar de emprender acciones legales, pero los expertos estiman poco probable que tenga éxito.
“El que haya o no un segundo referéndum y bajo qué condiciones es un asunto político que se resolverá en la arena política”, consideró la asociación británica de derecho constitucional.
El líder del SNP en el Parlamento británico, Ian Blackford, explicó en una entrevista con el diario The Herald que los ministros conservadores de Johnson dijeron en privado que la línea del gobierno británico sería “difícil de mantener a largo plazo”.
Si surge una clara mayoría a favor de un segundo referéndum, es probable que el gobierno británico tenga que aceptarlo, señala Nicola McEwen, profesora de Política Territorial de la Universidad de Edimburgo.
Si Londres finalmente permite un nuevo referéndum, las encuestas no muestran una clara mayoría para ninguna opción.
“Hubo un impulso (a la independencia), pero fue modesto y principalmente impulsado por aquellos que votaron por permanecer en la UE”, afirma Nicola McEwen.
Mientras tanto, en las calles de Edimburgo y Glasgow se celebran regularmente manifestaciones independentistas. La población defiende su causa ondeando banderas escocesas azules y blancas.
Si el Brexit tuviera consecuencias económicas negativas en los próximos años, podría alimentar el descontento en Escocia y dar nuevos argumentos a los defensores de la secesión.