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La lealtad según el presidente de EU
No puedes imaginarlo porque los escenarios son inconcebibles. Lo que sí es imaginable es el entorno caótico de la Casa Blanca si tomamos como referencia las revelaciones que hace Michael Wolff en su libro Fire and Fury que saldrá a la venta el 9 de enero.
Trata de imaginar a Barack Obama declarando que David Axelrod (quien se desempeñó como consejero) habría “perdido la cabeza”; o a George W. Bush diciendo que Karl Rove (su consejero en la Casa Blanca) “está aprendiendo que ganar no es tan fácil como pensaba”, o que los abogados de Bill Clinton cesaran a James Carville (su consejero) y le enviaran una carta amenazándole con tomar acciones legales “inminentes”. También imagine a Robby Mook (asesor de Hillary Clinton durante la campaña electoral) diciendo que Chelsea Clinton es un “tonta como un ladrillo”.
No puedes imaginarlo porque los escenarios son inconcebibles. Lo que sí es imaginable es el entorno caótico de la Casa Blanca si tomamos como referencia las revelaciones que hace Michael Wolff en su libro Fire and Fury que saldrá a la venta el 9 de enero.
Cuando Trump insiste en que Steve Bannon era uno más entre el personal que tuvo “muy poco que ver con nuestra victoria histórica” es similar al intento de Joseph Stalin de borrar a León Trotsky de la historia de la Revolución rusa.
¿Recuerda cuando Sean Spicer dijo que el Paul Manafort (quien se desempeñara como director de campaña de Trump) “jugó un papel muy limitado por un tiempo muy limitado” y que el exasesor de seguridad nacional, Michael Flynn, fue “un voluntario de la campaña”?
Lo que ha hecho Trump con Bannon forma parte de un patrón de comportamiento en el que trata a sus asistentes como productos desechables una vez que le han dejado de ser útiles.
Trump está obsesionado con la lealtad, pero no la de él hacia su círculo cercano, sino viceversa.
El miércoles por la noche, Bannon dijo en un programa de radio que Trump “es un gran presidente”. ¿Lealtad?