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Opinión

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Activista económico (VIII). Estabilidad de precios

Una de las condiciones esenciales para lograr un desarrollo económico sostenido es la estabilidad del nivel general de precios, entendida como aquella situación en la cual la tasa de inflación es baja (alrededor de 2% anual) y con poca varianza. Podemos afirmar que la mayor contribución que un banco central puede hacer al desarrollo es dotar a la economía de un marco macroeconómico de estabilidad. También podemos afirmar que la inflación es una de las peores distorsiones que se pueden experimentar por los varios efectos negativos que genera. Como mencioné en uno de los artículos de esta serie, los agentes económicos poseemos recursos escasos, los cuales tenemos que asignar entre varios posibles usos. Una de las variables que determinan esta asignación son los precios relativos, cuya principal función es transmitir información sobre la escasez relativa de cada uno de los recursos y bienes. Tener un sistema de precios flexible no distorsionado es entonces crucial para lograr una asignación eficiente de los recursos, siendo para ello necesario que no haya inflación.

Es aquí en donde entra la primera distorsión. No existe la inflación pura, es decir, aquella en donde todos los precios de la economía aumentan simultáneamente a la misma tasa. Por lo mismo, la inflación distorsiona los precios relativos en la economía y éstos dejan de reflejar la escasez relativa, generando en consecuencia una asignación de recursos que no es óptima.

Un segundo efecto negativo de la inflación es que distorsiona la asignación intertemporal de recursos por parte de las familias. En un contexto de estabilidad de precios la tasa real de interés refleja el premio exigido por sacrificar consumo presente para poder consumir más en el futuro (los individuos, dada la incertidumbre sobre el momento de la muerte, prefieren naturalmente el presente). La inflación distorsiona la tasa real de interés dado que la nominal no se ajusta a la perfección a la inflación, por lo que esta última castiga el ahorro dada la incertidumbre sobre el poder adquisitivo futuro del ahorro. Además, puede generar una salida de capitales al preferir los individuos ahorrar en una moneda que conserve su poder adquisitivo.

Tercero, la inflación también distorsiona las decisiones de inversión por parte de las empresas al dificultar, primero, el cálculo sobre los flujos futuros de utilidades que el proyecto generaría y, segundo, por la incertidumbre sobre la tasa real futura de interés a la cual traer al presente (descontar) esos flujos futuros. En consecuencia, los proyectos de inversión se planean con un horizonte de corto plazo.

Cuarto, la inflación provoca que el dinero deje de servir como almacén de valor dada la continua perdida en el poder adquisitivo. Más aún, con muy altas tasas de inflación, el mismo dinero deja de servir como medio de pago generalmente aceptado, cayendo en una situación en la cual se vuelve al trueque, con mayores costos de transacción y menor eficiencia en la asignación de recursos.

Quinto, la tasa de inflación incrementa el costo de la deuda para individuos, empresas y gobierno, reduciendo los recursos que podrían haber sido destinados a otros usos. Más aún, la inflación provoca una amortización más rápida de la deuda en términos reales.

Finalmente, la inflación es un impuesto expropiatorio de la riqueza además de ser el impuesto más regresivo que existe: afecta relativamente más a los individuos de menores ingresos, quienes tienen menos posibilidades de protegerse de la misma.

Es por todo lo anterior que el objetivo del banco central es la estabilidad de precios.

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