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Opinión

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Así empezaron los Gritos

Foto EE: Especial

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Ningún grito viene gratis ni se profiere sin causa. En general es motivo del hartazgo, la última advertencia de la rebelión o la expresión definitiva de algo que ya no puede encerrarse en el espíritu. Así terminan las grandes tormentas, se invoca la calma requerida o se inicia una nueva gesta. Por ello, no es extraño que nuestra Independencia se anunciara con uno.

Cuenta la leyenda que la madrugada del 16 de septiembre de 1810, en el atrio de la iglesia del pueblo de Dolores, don Miguel Hidalgo y Costilla convocó al pueblo a levantarse en armas y con la voz muy en alto se dirigió a los feligreses que lo rodeaban y dijo: “Compatriotas: no existen ya para nosotros ni el rey ni los tributos. Llegó el momento de nuestra emancipación; ha sonado la hora de nuestra libertad. Pocas horas faltan para que me veáis marchar a la cabeza de los hombres que se precian de ser libres”. Tan sentida palabrería – estarán pensando lectoras y lectores queridos— no se parece al Grito que nos resuena en la cabeza cada mes de septiembre. Y es muy cierto, porque distintas versiones abundan.

Lucas Alamán, historiador muy serio y conservador —en el sentido verdadero del término— escribe que el Grito de Dolores se profirió así: "¡Viva la religión!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la América y muera el mal gobierno!"; fray Diego Bringas, aseguraba que las palabras exactas habían sido: "¡Viva la América!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la religión y mueran los gachupines!". El obispo Manuel Abad y Queipo, afirma que la arenga del cura Hidalgo incluía a la Santísima Virgen de Guadalupe, y no falta quien cite al capitán independentista Juan Aldama, un testigo presencial del Grito de Dolores, cuando indicó que las palabras que Hidalgo habría dicho esa madrugada fueron "Hijos, ayúdenme a defender la patria. ¡Se acabó la opresión, se acabaron los tributos! El que me siga a caballo tendrá un peso. Y el que me siga a pie, cuatro reales”.  Nada de echar vivas a “los héroes que nos dieron patria” porque todavía no teníamos ninguna.

La celebración de aquella noche de 1810 no se repitió sino hasta dos años después. Cuenta Carlos Herrejón Peredo en su libro, La Independencia según Ignacio Rayón, que el secretario de Ignacio López Rayón, Ignacio Oyarzabal llevaba un diario de operaciones que comprendía de agosto de 1812 hasta septiembre de 1814. Hidalgo ya había muerto por la patria y Rayón con sus insurgentes se encontraban en Huichapan. Desde allí conmemoraron por primera vez el inicio de la independencia. El relato, fechado en septiembre de 1812, comienza un par de días antes de tan importante fecha y dice así:

“Día 13 [de septiembre de 1812].- En este día llegó Su Excelencia  [Ignacio López Rayón]  a Huichapa, concurriendo en su ingreso un gentío numeroso; y tanto la tropa como el vecindario de esta población benemérita, que es constante en los principios de patriotismo y honor han querido más bien ser sacrificados, que doblar cobardemente la cerviz al infame yugo del déspota (…).”

“Día 16.- Con un descargue de artillería y vuelta general de esquilas comenzó a solemnizarse en el alba de este día el glorioso recuerdo del grito de libertad dado hace dos años en la congregación de Dolores, por los ilustres héroes y señores serenísimos Hidalgo y Allende, habiéndose anunciado por bando la víspera para que se iluminasen y colgasen todas las calles. Asistió Su Excelencia [Ignacio López Rayón] con el lucido acompañamiento de su escolta, oficialidad y tropa a la misa de gracias, en que predicó el Señor Doctor Brigadier don Francisco Guerrero, y al tiempo de ella hizo salva la artillería y la compañía de granaderos de Huichapa; a las doce, en la serenata, compitiendo entre sí las dos músicas, desempeñaron varias piezas selectas con gusto de Su Excelencia  [Ignacio López Rayón]  y satisfacción de todo público.”

Los festejos, como es notorio, estaban a punto de oficializarse, pero fue en la inauguración del Congreso de Chilpancingo, o Congreso del Anáhuac. El 13 de septiembre de 1813, cuando José María Morelos y Pavón dio lectura de los “Sentimientos de la Nación” y en su punto 23 decretó lo siguiente:

“Que se solemnice el día 16 de septiembre todos los años, como el día aniversario en que se levantó la voz de la Independencia y nuestra santa libertad comenzó, pues en ese día fue en el que se abrieron los labios de la Nación para reclamar sus derechos y empuñó la espada para ser oída, recordando siempre el mérito del gran héroe el señor don Miguel Hidalgo y su compañero don Ignacio Allende”.

La orden se obedeció puntualmente. Cambiaron palabras y protocolo, pero a partir de tal momento y hasta la fecha —con casi todos los gobernantes y en casi todos los años— se ha repetido ritual y festivamente la ceremonia. Nosotros, vestidos de verde, blanco y colorado, sostenidos de un tequila y esperando la nogada para nuestros chiles siempre hemos estado ahí. Felices y respondiendo al Grito gritando ¡Viva México!, todas las veces que sean necesarias.

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