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Cómo se erosionan las democracias
El mejor argumento en contra de la democracia, es una conversación de 5 minutos con un votante promedio”.
Winston Churchill.
En las últimas décadas se ha acentuado y complejizado el debate sobre el estado de las democracias a nivel mundial y sobre el proceso de deterioro que éstas han enfrentado a nivel mundial, incluso en países considerados históricamente como los ejemplos vivos de instituciones solidas y de culturas democráticas históricas y aparentemente consolidadas.
La discusión ha sido compleja y confusa, en gran medida como resultado de que los parámetros para determinar el estado de las democracias y las vías para su debilitamiento, provienen fundamentalmente, salvo en círculos académicos especializados, de los ejemplos del pasado de desaparición de democracias, en donde la destrucción era clara, rápida y con actores muy identificables; mientras que ahora los proceso son menos evidentes y difusos; además de que frecuentemente son revestidos de cierto tipo de legitimidad que le otorga el que el proceso es alimentado, que no siempre impulsado, desde una supuesta demanda de cambio de la mayoría (o una parte importante de la población.
Conviene destacar algunos aspectos relevantes para entender la discusión actual sobre el proceso de deterioro democrático.
El primero se refiere a la creciente desconfianza o crítica profunda a las instituciones democráticas como algo deseable por encima de todos y con la premisa de que las instituciones democráticas son la mejor vía para resolver los problemas que enfrentan las sociedades. Ello se expresa claramente en la frase de Winston Churchill: “la democracia es el peor sistema de gobierno con excepción de todos los demás”.
En las últimas décadas, se ha extendido, no sin razón, la visión de que los arreglos institucionales democráticos no solo no resuelven los temas que afectan a la mayoría de la población sino que frecuentemente, y así se enfatiza desde quienes pretenden cambiar esas instituciones, las instituciones y arreglos dentro de la democracia favorecen los intereses de ciertos grupos. Mas allá de la validez de la crítica, lo que ésta no reconoce es que lo que suplante esas instituciones representará otros Intereses, pero ahora sin que existan mecanismos formales institucionales para quitar el control o mantener un esquema de vigilancia y cuestionamiento público de quienes ahora detentan el poder institucional. En este sentido, conviene recordar la llamada “Ley de hierro de la oligarquía” de Robert Mitchell, que propone que típicamente cuando una oligarquía (como grupo cerrado de poder) se rompe, el resultado es la aparición de nuevas oligarquías mas pequeñas, las que típicamente con el tiempo adquieren la misma dimensión de aquella que pretendieron destruir.
Un segundo elemento relevante en la discusión es la polarización entre quienes ven en cada pequeño acto, la acción decisiva de destrucción de la democracia, y aquellos que no ven en ninguna acción del grupo en el poder, la mínima amenaza a los arreglos democráticos. Esa polarización, como hoy se vive a nivel mundial, dificulta en la discusión pública la capacidad de interlocución y la posibilidad de consensos. Todos los argumentos del contrario son reducidos al absurdo o sobre simplificados y consecuentemente descalificados, por lo que solo importa la visión de aquel grupo que gradualmente se ha ido haciendo de los mecanismos de control político real.
En ocasiones, prevalece una visión que considera que las instituciones generales no corren peligro, pero la experiencia histórica muestra cómo aún países que parecían sólidos acabaron siendo destruidos por conflictos que crecieron arrasando los acuerdos básicos de convivencia democrática. Incluso democracias como la de EU han tenido momentos de clara fragilidad como lo ocurrido después de la pasada elección presidencial con la toma del Congreso.
Finalmente, resulta importante destacar que para grupos amplios de la población, los temas que les aquejan son mucho mas importantes que la percepción de vivir en un arreglo democrático. Esa ha sido la falla en muchos países que los han llevado al surgimiento de movimientos o grupos que, ganan legitimidad señalando esos problemas y presentando soluciones (usualmente simplistas, ideológicas y desarticuladas) para supuestamente atenderlos. Planteando en el proceso mecanismos que deterioran procesos institucionales y crean condiciones para perpetuar su control.