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Opinión

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El Paquete Económico sin riesgos de corto plazo

El régimen de Carlos Salinas de Gortari solía hacer lo mismo que hace ahora el régimen de Andrés Manuel López Obrador.

Durante la segunda mitad de aquel sexenio juraban que las finanzas públicas eran sanas, robustas y tan fuertes como la transformación que había emprendido el entonces Presidente.

Los funcionarios financieros de entonces explicaban, tal como ahora, muy a modo cómo estaban muy tranquilos y confiados en que ni la deuda, ni el crecimiento del gasto, ni la baja en la actividad económica y con ella de los ingresos fiscales, eran un problema para la estabilidad del país.

La bomba financiera estalló por aquel manejo financiero en tiempos de Salinas de Gortari y eso motivó cambios profundos a finales de los 90 para diseñar un esquema de mayor transparencia y resistencia de las finanzas públicas.

Hoy, gracias a dos décadas de reforzamiento estructural de las finanzas, hay manera de tener mayor estabilidad económica. Pero está de vuelta ese toque unipersonal y autoritario que hace que el poder legislativo no sea capaz de poner un freno a un Paquete Económico extremadamente optimista y que privilegia el gasto improductivo y electoral.

Para el 2023 habrá más deuda pública y para esconderla en su relación con el Producto Interno Bruto, pues calculan un nivel de crecimiento económico de más del doble de lo que espera el mercado.

El crecimiento del gasto no programable es notorio en este ambiente de altas tasas de interés y el gasto programable está dominado por las obras tan caprichosas como poco redituables del Presidente, además del gasto asistencialista que aumenta de manera exponencial.

Los ingresos no pintan para tener un gran año, a la par de una baja en el crecimiento y la ausencia de una Miscelánea Fiscal que aumente los ingresos tributarios. Otra vez, todas las expectativas de incremento en los ingresos están en las capacidades de cobranza del SAT.

Pasará el 2023 sin mayores sobresaltos, el paquete del 2024 será obscenamente electoral y podrá empezar a marcar los primeros focos amarillos de presiones en los balances financieros.

Y, a este paso, los verdaderos problemas empezarán en el diseño del Paquete Económico del 2025 que, de acuerdo con lo que dice la Constitución, ya deberá tocarle a un nuevo Presidente.

Por ahora, todo pinta muy bien con las finanzas públicas, el Congreso las aprueba sin chistar, buena parte del ejercicio del gasto está reservado por cuestiones de “seguridad nacional”, los funcionarios explican cómodamente en los medios que todo está requetebién, y la apariencia es que no hay de qué preocuparse.

Solo hay que esperar que no haya ningún tipo de sobresalto político en lo que le queda a esta administración para que esas finanzas públicas, que, dicho por el ex secretario de Hacienda de este régimen, Carlos Urzúa, serán una dinamita encendida para el que llegue, no vayan a provocar algún desaguisado como aquel de mediados de los años 90.

Es justo decir que este Paquete Económico, que con los ojos cerrados le van a aprobar al Presidente, no implica grandes riesgos para el 2023, pero también hay que ver que no se pueden cerrar los ojos ante los previsibles riesgos financieros que se podrán heredar a la siguiente administración.

ecampos@eleconomista.mx

Su trayectoria profesional ha estado dedicada a diferentes medios. Actualmente es columnista del diario El Economista y conductor de noticieros en Televisa. Es titular del espacio noticioso de las 14 horas en Foro TV.

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