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Opinión

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Empresas sociales y la generación de valor

¿Es posible que una empresa tenga un modelo de negocio pensado para la generación de un impacto positivo en la sociedad? ¿Y que a la vez sea rentable? Las empresas sociales tienen ese propósito y crece el interés en ellas por parte de una clientela cada vez más concienciada con su huella como consumidor, así como por los trabajadores que buscan desempeñarse en compañías cuyo propósito transcienda y responda a problemáticas del entorno.

La diversidad en el ecosistema de empresas sociales es muy amplia, si bien hay características transversales, algunas de las cuales han sido incluso recogidas ya en normativas. La Unión Europea está debatiendo la generación de un estatuto para las empresas sociales, si bien cuenta ya con requerimientos para la empresa social que pueden servirnos de marco de referencia (Reglamento 1296/2013). Entiende como tal a aquellas que en sus documentos constitutivos incluyan como objetivo primordial la consecución de impactos sociales positivos y medibles, en lugar de la generación de beneficios para sus propietarios, ya sea a través de los productos y servicios o de los propios métodos de producción. Eso no significa que no se genere retorno para los propietarios, si bien está supeditado a alcanzar el objetivo primordial y regulado para que ello se cumpla; adicionalmente, se entiende que la gestión debe ser trasparente y fomentar la participación de sus diferentes grupos de interés.

Existen diferentes esquemas para reconocer una empresa social, para que éstas puedan acreditar una administración, modelo de negocio y desempeño acorde con las características ya señaladas; destaca especialmente la certificación de Empresa B, creada en EU por B Lab en el 2006. Adicionalmente, existe un avance en legislaciones también en el ámbito del reconocimiento, como la propuesta de una etiqueta europea para las empresas sociales.

En México no existe como tal la figura jurídica de empresa social y las alternativas existentes encajan en la parte del negocio como sociedades anónimas o en la del beneficio social como Asociaciones Civiles (AC) o Asociaciones de Beneficencia Privada (ABP), pero no en el modelo integral. Si bien en la región de América Latina el escenario es similar, ya existen avances en Argentina, Chile y Uruguay con tramitaciones parlamentarias; destaca Colombia que ya cuenta con legislación desde el 2018, bajo el cumplimiento de la condición de Beneficio e Interés Colectivo (BIC), que amplía el objeto social de las empresas.

Profundizando en su naturaleza, ¿el tamaño es un limitante para fungir como empresa social? Es decir, ¿la integración de rentabilidad e impacto es sólo posible a pequeña escala? Esto no es cierto, existen diferentes estrategias para la escalabilidad en función de si se trata de producto o servicio, ya sea de la mano de socios (por ejemplo, para la distribución), de la participación de las comunidades en su implementación y de la inclusión en las cadenas de suministro de otras compañías de mayor tamaño. El objetivo de la escalabilidad comparte el enfoque primordial de la propia compañía: la generación de impacto social de una manera rentable. No obstante, es importante señalar también que no todos los emprendimientos de esta naturaleza son escalables, siendo viables en la atención de las necesidades de una comunidad y/o zona concreta.

Otra de las preguntas recurrentes es si la empresa social nace o se hace. Se originan fundamentalmente a partir del emprendimiento de líderes con un enfoque de propósito más allá de los beneficios financieros de corto plazo, conocedores de la temática y capacitados para idear modelos de negocio transformadores. Algunos de estos emprendimientos acaban luego en la mano de grandes compañías, con dificultades para conservar su filosofía. No hay que cerrar, sin embargo, la puerta a la revisión de estrategias y modelos por parte de empresas que se encaminen a un propósito social, o la promoción del intraemprendimiento con esas características.

Estamos ante un modelo en crecimiento. Un reciente estudio de la Secretaría General Iberoamericana dimensionaba al cuarto sector, formado por las empresas sociales en sus diferentes formas, en 10 millones de empleados y 6% del Producto Interno Bruto en Iberoamérica, integrando los escenarios de Argentina, Chile, Colombia, Brasil, México, España y Portugal. En las aportaciones a su respectivo PIB nacional, México lidera el lado americano con una tasa de 7 por ciento. El grueso de la contribución en Iberoamérica corresponde a las cooperativas, si bien van diversificándose las fórmulas empresariales empleadas.

Sigamos atentos y seamos partícipes de su desarrollo.

*Manager de Sustentabilidad en Valora Americas.

Twitter: @pabloarcofer

pablodelarco@valoraconsultores.com

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