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Feminismo latinoamericano
A lo largo de la historia de América Latina, las mujeres han luchado incansablemente por su inclusión en los espacios de poder político. A pesar de los obstáculos y desafíos, han logrado ocupar puestos de liderazgo importantes.
Ahí están los casos de Lucía de la Mora, quien fue presidenta interina de Bolivia en 1871; y de la tercera esposa de Juan Domingo Perón, María Estela Martínez, quien a la muerte del militar asumió la presidencia de Argentina en 1974.
Violeta Barrios de Chamorro derrotó en las urnas al Frente Sandinista de Liberación Nacional, en 1990, y se convirtió en la primera presidenta electa, haciendo historia en Nicaragua y en Latinoamérica.
Otros rostros conocidos son los de Michelle Bachelet y Cristina Fernández de Kirchner quienes también llegaron a la presidencia de Chile y Argentina, respectivamente, a través de un proceso de elección popular.
Bachelet estuvo dos veces en el Palacio de La Moneda, 2006-2010 y 2014-2018, y su gobierno destacó por su enfoque en la justicia social, la educación y la reducción de la pobreza.
Mientras que Cristina Fernández estuvo en la Casa Rosada dos periodos presidenciales consecutivos, 2007-2015, y durante su gestión se empeñó en la nacionalización de los fondos de pensiones y la expansión del sistema de seguridad social.
Claudia Sheinbaum será, a partir del 1º de octubre, la primera mujer en la Presidencia de México y enfrentará diversos desafíos. Quizás el más importante es el legado, la alta responsabilidad para inspirar a las nuevas generaciones a seguir rompiendo barreras y construir un futuro más justo y equitativo.
La verdad es que poco se ha escrito acerca del estilo que impondrá durante su gobierno y de los temas prioritarios que impulsará a lo largo del sexenio.
Hasta ahora, la virtual presidenta electa se ha dedicado a responder públicamente a las instrucciones que le dan cada mañana desde Palacio Nacional, mientras algunos líderes de opinión insisten en que debe desmarcarse de
López Obrador y otros opinan que la supervivencia de la 4T depende del continuismo.
Lo deseable es que, durante el próximo sexenio, en México se ejecuten políticas públicas encaminadas a reducir la desigualdad y garantizar el acceso a derechos básicos para todos los ciudadanos; y que la inversión en educación y salud sean ejemplares, realmente decididos a mejorar la calidad de vida de la población.
También es prioritario dejar a un lado el encono y las rencillas. Ojalá que Claudia Sheinbaum Pardo tenga la madurez suficiente para impulsar un liderazgo conciliador y dialogante; y cuente con la capacidad de generar consensos y construir acuerdos, incluso en contextos políticos polarizados.
En la medida en que la próxima presidenta de México supere los obstáculos y desafíos, también abrirá camino para otras mujeres en la política. Demostrar capacidad para ocupar los más altos cargos con responsabilidad, sensibilidad y honestidad.
Y los desafíos empezarán desde el inicio de su sexenio. No hay que olvidar que, en noviembre próximo, habrá elecciones en Estados Unidos y aún es desconocido el destino de la Unión Americana.
La renuncia de Joe Biden a la candidatura presidencial, podría colocar a los demócratas con nuevas posibilidades de triunfo, pero la inminente presencia de Donald Trump de nueva cuenta en la Casa Blanca, retará la capacidad de todos.
Claudia Sheinbaum deberá defender la soberanía y la economía nacionales de los afanes, desplantes y agresivos discursos de Trump. Sobre todo, si como se avecina, nuestros connacionales son utilizados como carne de cañón. Ojalá que el sello y mano de una mujer en la presidencia sea tan ejemplar y sensible como la de una madre que educa, guía y ama a un hijo que al mismo tiempo lleva la economía del hogar. Las mujeres llegan al poder y pueden ser un gran ejemplo, “con una mano mecen la cuna y con la otra gobiernan al mundo”.