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Invertir bien no es tan complicado como piensas
Mucha gente piensa que invertir es algo muy difícil. Podría decirse que eso es lo que la industria financiera quiere que pensemos, ya que así nos venden productos empaquetados, sencillos, pero que a ellos les producen márgenes elevados.
La industria maneja siempre términos complicados o rimbombantes como “La Bolsa ha tenido un comportamiento lateral debido al efecto negativo del empleo en Europa, contrastado con una menor producción en el sector automotriz”. Claro, uno no puede entender esto a menos que sea economista y esté al tanto de las múltiples interrelaciones que tiene la economía global.
El hecho es que hay demasiado ruido en información económica y financiera. Las notas y los reportes que sacan las áreas de análisis financiero de los bancos o corredurías parecen siempre enfocarse en el corto plazo: “Han cambiado las perspectivas de las tasas de interés, por lo cual sugerimos vender bonos de largo plazo y concentrar carteras en plazos no mayores a un año”.
Nos incentivan, con esto, a hacer movimientos en nuestra cartera porque de esta manera ellos cobran comisiones. Nos hacen rotar nuestra cartera y por lo tanto vender un sector que “no se ve tan bien”, por otro que tiene “mejores perspectivas”. O bien, aunque todo vaya bien, siempre es sano “tomar utilidades”.
Muchas personas creen que eso es invertir y buscan hacer lo mismo. Preguntan si es bueno hoy invertir en oro, o si recomiendo comprar dólares. Me piden mi opinión sobre si será mejor comprar Bonos (tasa nominal) que Udibonos, ambos al mismo plazo. Quieren conocer qué acciones se desempeñarán mejor en lo que resta del año o si el Bitcoin será rentable.
La verdad es que por más análisis que uno haga, las perspectivas económicas pueden cambiar significativamente de un día a otro. Lo hemos visto con la pandemia del Covid-19 que nadie, ni el analista mejor informado, podría haber anticipado. Pero también lo vemos con crisis financieras y con los ciclos económicos que se mueven cada día a una velocidad distinta. Cuando uno tiene esto claro, y quiere evitar el riesgo de equivocarse, cambia su manera de conceptualizar el mundo de las inversiones. No se trata de moverse de un lado a otro sino de diseñar un portafolio de inversión diversificado, que tome en cuenta su horizonte de inversión y tolerancia al riesgo.
Por ejemplo: si uno quiere invertir para crear un patrimonio largo plazo (10 años o más) y tiene un perfil de riesgo moderado, puede decidir hacer un portafolio 60% en instrumentos de deuda y 40% en renta variable. Puede hacerlo de manera diversificada sólo con dos instrumentos: uno que replique el índice de la Bolsa Mexicana de Valores, y otro que replique un índice de instrumentos de deuda de largo plazo.
Claro, uno podría sofisticarse más y crear un portafolio que invierta 20% en el Índice S&P500 de Estados Unidos (o uno de “Mercado Total” que incorpora acciones de pequeña y mediana capitalización), 15% en mercados desarrollados (fuera de Estados Unidos) y 5% en mercados emergentes, más la parte de bonos que se puede diversificar 20% en México en instrumentos gubernamentales de largo plazo, 10% en bonos de mercados desarrollados y 10% en bonos de mercados emergentes.
Esto se puede lograr fácilmente con cinco o seis instrumentos indizados y a muy bajo costo. De esta manera el inversionista únicamente se tiene que preocupar por mantener el balance de su portafolio (hacer un rebalanceo una vez al año) e invertir en él de manera regular, para potenciar el crecimiento de su patrimonio.