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La Salud Mental debe ser priorizada
La salud mental ha sido durante mucho tiempo una preocupación subestimada y marginada en los sistemas de salud en todo el mundo. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 puso en relieve la importancia crítica de abordar los desafíos de la salud mental y la necesidad urgente de priorizarla y financiarla adecuadamente. El confinamiento, el distanciamiento social y el miedo al contagio generaron un aumento en los trastornos de salud mental, como la ansiedad y la depresión. Además, la crisis económica derivada de la pandemia ha llevado a un aumento de los problemas de salud mental, a medida que las personas enfrentaban el estrés financiero, el desempleo y la incertidumbre. La Organización Mundial de la Salud estima que el aumento de los trastornos de ansiedad y depresión ha sido de más del 25% durante el primer año de la pandemia.
A pesar de estos impactos evidentes, la salud mental ha sido en gran medida invisibilizada en muchos sistemas de salud. Existe una estigmatización persistente asociada con los trastornos mentales, lo que dificulta que las personas busquen ayuda y que los sistemas de salud proporcionen los recursos necesarios. La falta de educación y conciencia pública sobre la importancia de la salud mental contribuye a esta invisibilización y perpetúa el estigma.
La OMS define la salud mental como un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. También puntualiza que la salud mental es más que la mera ausencia de trastornos mentales, sino que es un proceso complejo, que cada persona experimenta de una manera diferente, con diversos grados de dificultad y angustia y resultados sociales y clínicos diferentes.
La misma OMS en su Reporte sobre Salud Mental Mundial de 2022 indica que, en promedio, los países dedican menos del 2% de sus presupuestos de salud a la salud mental. Asimismo, enfatiza que en los países de ingresos medianos, más del 70% del gasto en salud mental sigue destinándose a los hospitales psiquiátricos. Casi la mitad de la población mundial vive en países en los que sólo hay un psiquiatra por, al menos, cada 200,000 habitantes. Y la disponibilidad de medicamentos psicotrópicos esenciales asequibles es limitada, especialmente en los países de ingresos bajos. El mismo reporte indica, que aproximadamente 1 de cada 8 personas (12,5%) en el mundo sufre algún trastorno mental, siendo los trastornos de ansiedad y los trastornos depresivos los más comunes, tanto en hombres como en mujeres.
La OMS enfatiza que los trastornos mentales son la principal causa de años perdidos por discapacidad (APD), y representan uno de cada seis casos de APD en el mundo (lo que se recoge en diversos estudios), por lo que las consecuencias económicas de los trastornos mentales son enormes. Las pérdidas de productividad y otros costos indirectos para la sociedad suelen superar con creces los costos de la atención de salud.
Por su parte, CDC de EE.UU (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) señala que más de 1 de cada 5 adultos estadounidenses padece una enfermedad mental. Más de 1 de cada 5 jóvenes (de 13 a 18 años) ha padecido una enfermedad mental grave debilitante en la actualidad o en algún momento de su vida. Asimismo, aproximadamente 1 de cada 25 adultos estadounidenses vive con una enfermedad mental grave, como esquizofrenia, trastorno bipolar o depresión grave.
Un reciente Comunicado de la Comisión Europea, publicado el 7 de junio de este año, indica que los problemas de salud mental afectaban a unos 84 millones de personas en la UE (1 de cada 6 personas), con un costo de 600,000 millones de euros o más del 4% del PIB. Puntualiza también las importantes desigualdades regionales, sociales, de género y de edad.
Existen diversas estadísticas mundiales sobre la salud mental, por ejemplo, comprando las tasas de depresión y suicidio, que evidencian diferencias importantes entre países.
De esta forma, se pueden identificar algunos países que están liderando el camino en términos de mejores prácticas y enfoques innovadores para abordar la salud mental. Países como Noruega, Finlandia y Australia han invertido en programas integrales de salud mental y han integrado la atención psicológica, entre otras intervenciones, en los sistemas de salud primaria, lo que va muy de la mano con las recomendaciones de la OMS. Estos países reconocen la necesidad de una atención preventiva y basada en la comunidad, brindando acceso temprano a servicios de apoyo y promoviendo el bienestar mental desde una edad temprana.
En contraste, hay países que todavía tienen grandes desafíos en este ámbito. La falta de recursos, la escasez de personal capacitado y los sistemas de salud fragmentados dificultan el acceso a la atención de salud mental en muchos lugares. La falta de inversión y el estigma social contribuyen a que los indicadores de salud mental sean preocupantes en estos países, lo que agrava aún más la situación.
Ahora, la salud mental no sólo se juega en los sistemas de salud, sino que en los hogares, en los establecimientos de educación, en los ambientes laborales, entre otros, los que pueden contribuir a prevenir enfermedades mentales o, en el peor de los casos, las pueden gatillar, como puede apreciarse en el reporte publicado en marzo de este año denominado The Mental State of the World.
Por todo lo anterior, es fundamental que los gobiernos y los responsables de la formulación de políticas, así como la población en general, reconozcan la importancia de la salud mental y asignen los recursos adecuados para abordarla y se redefinan los modelos utilizados para enfrentarla. Además, se requiere un cambio cultural que promueva la conciencia, la educación y la eliminación del estigma asociado a los trastornos mentales. Sólo a través de un enfoque integral y una mayor inversión podremos garantizar que la salud mental sea una prioridad reconocida y atendida en todos los sistemas de salud del mundo, en favor de los cientos de millones de pacientes que están en riesgo de sufrir una enfermedad mental o que ya la padecen.
*El autor es experto en políticas públicas en salud, Director de la Asociación Chilena de Derecho de la Salud, ha sido académico en diversas universidades chilenas sobre temas relacionados con sistemas de salud.