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Opinión

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La previsible crisis de Turquía

El problema para el país va más allá de lo económico, es político.

La crisis actual de Turquía con la devaluación de la lira, la salida de capitales y el contagio a otras economías emergentes era una crisis previsible. No es tan previsible la solución. Puede recordar la crisis financiera del 2001, en paralelo a la crisis en Argentina del mismo año. Pero la historia no se repite, aunque sí los errores.

Ni la Turquía presidencialista de Erdogan es la del 2001 ni la Argentina de Macri hoy es la del corralito, aunque Turquía puede estar más cerca hoy de un corralito si no encuentra solución a la salida de capitales. En todo caso, la receta de ajuste y austeridad será necesaria.

Hay que señalar en primer lugar que la crisis financiera siempre tiene los mismos parámetros sea cuando sea y donde sea. Déficit por cuenta corriente y exceso de endeudamiento con inversiones en euros y dólares en un contexto de bajos tipos de interés, que en la poscrisis está cambiando con una alza progresiva y continuada de los mismos.

El problema de Turquía va más allá del económico. Es político. Turquía es un país europeo que tiene frontera con Siria e Irak. Es tapón de refugiados para la Unión Europea por la crisis provocada en Irak y Siria. Se acercó a Rusia después de derribarle un avión de combate en el 2015. Como consecuencia de su crisis interna con los kurdos, se enfrenta a Estados Unidos que apoya a las milicias kurdas, parte del éxito de la derrota del Estado Islámico.

Le reclama además a Estados Unidos la extradición del líder religioso Gülen, acusado del intento de golpe de estado a Erdogan del 2016. A su vez, Estados Unidos ha decretado sanciones económicas a Turquía por la detención del pastor evangélico ciudadano estadounidense, acusado de mantener contactos con los kurdos.

Sanciones y aranceles que han detonado la crisis financiera y el desplome de la lira turca (40% este año), que incide en el pago de la deuda nominada en dólares (20% de su PIB). A la que ha seguido la respuesta turca duplicando aranceles a mercancías y boicot a productos electrónicos procedentes de Estados Unidos. La protesta de Erdogan por el maltrato a un socio estratégico expresa su reiterada inconsistencia. La economía turca estaba al borde del precipicio y alguien la empujado al vacío.

Hasta hoy nunca se había dejado caer por una crisis financiera a un país perteneciente a la OTAN. Siempre se había salido al rescate. Incluso en la crisis de inicios del milenio, el FMI salió al rescate de Turquía y por el contrario se dejó que Argentina se hundiera. Siempre se consideró que la pertenencia a la alianza marcaba la diferencia.

Turquía sigue siendo un enclave estratégico, sobre todo para seguridad de Europa. Cierto que los errores de Erdogan lo han convertido en un socio poco fiable para Estados Unidos, pero con un Trump capaz de elevar a la categoría de éxito el fracaso del acuerdo con Kim Jong-un, esto no debería ser un problema.

Trump gana ante su electorado, ya que la crisis financiera de las economías emergentes supone una repatriación de capitales hacia Estados Unidos. El mundo, sin embargo, no gana con esta estrategia y Europa menos por la exposición de bancos europeos en Turquía, su fuerte vinculación económica y la seguridad europea mermada ya con el Brexit y la posición de Trump ante la OTAN.

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