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Opinión

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La sociedad del café

No soy una gran bebedora de café pero entiendo el atractivo de los cafés. Lugares en los que se pueden departir grandes ideas alrededor de una concha, un americano o un lechero. Después la noche dirá si la plática se va a un bar.

No soy una gran bebedora de café pero entiendo el atractivo de los cafés. Lugares en los que se pueden departir grandes ideas alrededor de una concha, un americano o un lechero. Después la noche dirá si la plática se va a un bar.

Pero el café por sí mismo es atractivo por su aire intelectual. En la Ciudad de México han existido famosos cafés donde se reúnen bohemios de distintos colores y oficios. Existía el Café Tupinamba, donde se reunían los grandes del toreo. Afuera, los torerillos les hacían la corte y les mendigaban unos centavos para poder tomarse un café con leche en un café de chinos cercano. El Café San José, que todavía existe, invitaba a los famosos de la época de la radio, pues está muy cerca de la XEW. En sus paredes se pueden ver fotos de Agustín Lara, Pedro Vargas y Toña la Negra.

En épocas decimonónicas, la sociedad del café bullía. Era una época de ideas y cambios en México y la ciudad ardía. En los cafés, los jóvenes estudiantes que después perfilarían el México de la Reforma y luego influirían de manera indirecta en la Revolución tomaban café en el Centro.

Uno de los lugares más famosos fue el Gran Café La Concordia. Se ubicaba justamente en la esquina de Madero e Isabel La Católica. Precisamente hoy el Archivo Gustavo Casasola nos entrega una postal de La Concordia, casa de ideas que cambiaron a este país.

concepcion.moreno@eleconomista.mx

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