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Opinión

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Lo que la Presidenta va a querer decir

Muchos recordamos la cómicamente célebre frase de Ruben Aguilar, vocero de la Presidencia de la República en tiempos de Fox: “lo que el presidente quiso decir es…” Cuánta hilaridad nos causaba el vocero tratando de dar sentido a los dislates y disparates de Fox al frente del Ejecutivo, y revestirlos de política pública, traducirlos en que se estaba cumpliendo la función de hacer cumplir la leyes del país.

Podríamos acuñar una versión contemporánea, una especie de mansplaining en esteroides y con bola de cristal: AMLO nos está diciendo desde ahora, no lo que la presidenta que aún no es presidenta quiere decir, sino lo que va a querer decir. Asombroso. (El mansplaining es este fenómeno en el cual un hombre le explica de forma condescendiente y simple a una mujer algo en lo que ella típicamente ya tiene conocimientos, posiblemente incluso superiores a los de quien la ilustra).

AMLO ya le escribió el programa de gobierno a Claudia Sheinbaum, bajo la presunción —que pretende convertir en realidad por su propia mano a través de la obvia elección de Estado que está operando sin pudor alguno— de que será la próxima presidenta de México. Por eso, de una vez nos comunicó que lo que la presidenta va a querer decir es que apoya como si fuera propio este paquete de 20 reformas.

Seguramente AMLO escuchó por ahí que CS podría ser menos radical, más pragmática, que con ella sí se podría hablar, que tiene más conocimientos sobre algunos temas, que podría diferir en algunas de las políticas actuales. Posiblemente, por cierto, sean rumores, porque la candidata de Morena no ha dado hasta ahora ninguna señal de nada de eso. Pero por si acaso: mejor dejarle la muestra puesta y que ella nada más haga la plana. Mejor ponerla en una posición donde no hay espacio para apartarse del script, que no improvise. Mejor poner su campaña en manos del siempre sumiso Arturo Zaldívar.

López Obrador necesita que Sheinbaum acepte este maximato sin reservas, no solo para garantizar la continuidad de las políticas existentes, sino para asegurar que se mantenga el entramado de opacidad y poder centralizado que tantos trabajos se ha tomado para construir y que tanto ha beneficiado a los suyos. Ese poder sin contrapesos tan sabroso no se puede dejar en manos de una mujer con ideas propias: capaz que le sale demócrata.

AMLO no militarizó el país, debilitó las instituciones autónomas, le dio línea al Poder Judicial, claudicó en la lucha contra el crimen organizado, retiró recursos y facultades a los Estados, minó la ciencia y la tecnología, desmanteló el aparato de salud pública, atacó y deslegitimó el periodismo nacional e internacional, fue a rendirle pleitesía a la mamá del Chapo y repartió abrazos a todos los carteles, abandonó la transición energética e impuso su total indiferencia al cambio climático, se peleó con nuestros socios comerciales, perdió el control de las fronteras, puso a sus incondicionales en la Corte, permitió que su parentela hiciera negocios incalculables, abandonó la educación, construyó infraestructura faraónica, terminó con el servicio profesional de carrera en el sector público… para ceder todo ese poder acumulado.

No importa que le deje a su sucesora —en este escenario donde no concede ni en la imaginación que pudiera ser otra que CS—las secuelas del sexenio más violento de la historia, ni el déficit fiscal más alto, sin todos los colchones que tuvo él. Hay que frenarle cualquier posible inclinación democrática, creencia en la separación de poderes, en los derechos de los ciudadanos a conocer el gasto gubernamental, en las fuerzas civiles, en los derechos de los consumidores a acceder a bienes y servicios en mercados competidos, en que la Constitución debe hacerse cumplir y en que la ley es la ley.

AMLO quiere asegurarse de que Claudia Sheinbaum no cometa el error de aceptar la Constitución y las leyes que de ella emanan, como están. Por eso, desde ahora está operando electoralmente no solo para que gane ella y gobernadores de Morena el los Estados en los que coincide el ciclo electoral con el federal, sino para manipular las candidaturas al Congreso para obtener los asientos de minoría y volver a lograr mayorías calificadas en ambas cámaras del Congreso para el partido oficial. Para tener carta magna y legislación a modo, además de continuidad.

Para decirle a la candidata (que no presidenta) lo que queremos decir los ciudadanos, salir a marchar un domingo no basta. Una marea rosa no hace verano. Hemos de decirlo con consignas y pancartas, pero sobre todo, con nuestro voto. Ese no admite traductor, intérprete ni profeta de lo que quisimos, queremos y querremos decir.

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