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Locura por los colchones financieros
A raíz de las recientes quiebras bancarias en los Estados Unidos y Suiza, ha habido un creciente llamado a los bancos para que refuercen sus reservas de capital. Pero no está nada claro que un mayor capital regulatorio tenga algún efecto sobre la estabilidad financiera.
EDIMBURGO – En un discurso en el Foro del Banco Central Europeo, este verano en Portugal, Gita Gopinath, la primera vicedirectora gerente del Fondo Monetario Internacional, expuso lo que describió como las “Tres verdades incómodas para la política monetaria”. Pero fue el propio discurso lo que, por momentos, resultó incómodo para los oídos.
La primera verdad de Gopinath fue que “la inflación está tardando demasiado tiempo en regresar a la meta” y que “una inflación alta sostenida hace que bajar la inflación resulte más difícil”.
¿No me diga? ¿Qué haríamos si el FMI no nos brindará perspectivas tan osadas?
Pero escondida entre tantas perogrulladas hubo una observación que sorprendió a los banqueros en la audiencia: “Sería útil -dijo Gopinath- fortalecer aún más los colchones financieros. Los bancos deberían ahorrar parte de sus altas ganancias actuales como capital”. ¿Útil para quién?, uno podría preguntar.
Un mayor volumen de capital obtenido de esa manera resultaría en un crédito más costoso, y menos disponible. Y, desde la perspectiva de la estabilidad financiera, Gopinath sostuvo, en otro momento, que “los ratios de capital y liquidez del sistema bancario en su totalidad son sólidos”. Esa opinión fue confirmada esta semana por el Banco de Inglaterra, que concluyó que “los bancos tienen suficiente capital como para sobrevivir a una crisis severa”.
De manera que Gopinath está defendiendo el uso de una política macroprudencial en lugar de aumentar las tasas de interés, o quizá como un complemento. Pero ese no era el argumento original en defensa de mayores colchones financieros, que se promocionaban como una manera de enfrentar los riesgos sistémicos que surgieran de la interconexión y de las vulnerabilidades al interior del sistema financiero.
Como explicó recientemente Michael Barr, vicepresidente para Supervisión de la Reserva Federal, “el objetivo de los colchones financieros contracíclicos es generar colchones en los tiempos de vacas gordas para estar preparados para los tiempos difíciles”. Las consecuencias de usar una política macroprudencial para impulsar las metas de la política monetaria exigen una evaluación mucho más meticulosa de la que ofreció Gopinath.
El instinto de Gopinath de apuntar al nivel del capital bancario recuerda un intercambio durante una conferencia: “La respuesta es más capital. ¿Pero cuál era la pregunta?” Un documento del Centro de Investigación para la Política Económica de 2017 la formula. Tras revisar una larga serie de datos sobre los ratios de capital bancario, y mapearlos frente a episodios de inestabilidad financiera, los autores concluyen que “el ratio de capital prácticamente no brinda ninguna información sobre la probabilidad de una crisis financiera sistémica”, pero que “la política macroprudencial puede reducir los costos de una crisis financiera, aunque no pueda impedirla”. De modo que, si nos centramos en la estabilidad financiera, es razonable preguntar si los problemas recientes en el sistema bancario de Estados Unidos y Suiza representan un argumento a favor de más capital en general.
No está para nada claro que sea así. Tanto Silicon Valley Bank (SVB) como Credit Suisse (CS) operaban con modelos de negocios cuestionables -exposiciones sumamente concentradas en el caso de SVB, y un modelo de banca de inversión ávida de riesgo en el caso de CS.
La propia revisión que hizo la Reserva Federal de su supervisión de SVB describió la quiebra como “un caso de manual de mala gestión por parte del banco” y no identificó una debilidad de capital como un factor de incidencia. Sí dijo que el banco necesitaba más deuda de largo plazo que se pudiera rescatar, una carencia que se resolvería con las últimas propuestas de Barr.
Claramente fue un error eliminar esos requerimientos de los bancos estadounidenses de tamaño mediano en 2018. Todavía no ha habido una revisión comparable de por qué fue necesario rescatar a CS, pero a fines de 2022 el Swiss National Bank consideraba que su posición de capital era satisfactoria -e, inclusive, que estaba por encima del promedio en términos internacionales-. Ese respaldo de capital aparentemente sólido no sirvió de mucho cuando los inversores y los depositantes perdieron la confianza el pasado invierno.
De hecho, las quiebras de ambos bancos nos recuerdan la observación de Walter Bagehot en Lombard Street de que “un banco bien administrado no necesita capital: no hay capital que pueda rescatar a un banco mal administrado”. La réplica obvia es preguntar cómo sabemos cuándo un banco está mal administrado.
¿Quién decide en qué momento el modelo de negocios y la gestión de un banco son insostenibles? Los inversores venían rebajando el valor de las acciones de CS desde hacía algunos años, pero no lo suficiente como para llegar al fondo de la cuestión. ¿Los supervisores puede hacer este tipo de juicios?
Esta es una versión del eterno debate sobre reglas versus discreción en la banca central. La estrategia actual de los supervisores -asignar un valor numérico, expresado en términos del capital de nivel 1, como un sustituto para la sustentabilidad- no funcionó bien en los dos casos recientes. ¿Los supervisores, entonces, deberían poder llegar a un juicio cualitativo y poner a un banco en alguna suerte de procedimiento de resolución si concluyeran que, aunque una institución está cumpliendo con sus mínimos de capital, no es viable en el largo plazo?
Los accionistas, sin duda, adoptarían una visión crítica si los supervisores hicieran un juicio así de precipitado. Tan cierto como que después de la noche viene el día, lo que vendría a continuación serían demandas legales conjuntas o, posiblemente, una revisión judicial.
La barrera para alcanzar este tipo de juicio debe ser alta. Pero la alternativa -aún más capital, con consecuencias serias para la disponibilidad de crédito y beneficios sumamente inciertos en materia de estabilidad financiera- parece costosa y poco satisfactoria. Quizá las mentes brillantes del Comité de Basilea puedan dedicar parte de su atención a la pregunta de cómo operar un régimen robusto de discreción supervisora limitada, en lugar de seguir acumulando dificultades sobre las que ya existen en materia de capital regulatorio.
*El autor es exvicegobernador del Banco de Inglaterra, es presidente del NatWest Group.