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Opinión

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¿Y la lana apá?

La pared contra la que chocamos en Copenhague fue la de la lana. Necesitamos mucho dinero para arrancar la lucha contra el calentamiento global.

En Copenhague nos quedamos literalmente helados. Nos dejaron vestidos y alborotados, como se dice por ahí. Las expectativas que miles de científicos, activistas y gobiernos alrededor del mundo levantaron rumbo a la cumbre climática probaron ser demasiado altas.

No por el objetivo en sí mismo que pretendía alcanzar la cumbre mundial -ya que ese tendría que ser incluso más alto para detener el cambio climático en el planeta– sino porque, como se dice en la jerga diplomática, la cosa no estaba planchada , término muy científico para decir, simplemente, que en realidad no había un acuerdo global sobre los cómos y los cuántos necesarios para dar una respuesta al tema. Especialmente sobre los cuántos.

La enorme pared contra la que nos dimos el frentazo en Copenhague fue la de la lana, el dinero. El mundo necesita mucho dinero para arrancar su lucha en contra del calentamiento global y sus efectos.

Dicho de otra forma: necesitamos dinero, nosotros, todos. Y… ¿de a cómo nos toca?, diría por ahí algún valentón. La cuenta de nuestra desidia ambiental y despilfarro energético de décadas asciende a unos 100,000 millones de dólares anuales.

¿Que cuánto es 100,000 millones de dólares? Mucho, dirían algunos; comparado con qué, dirían otros. Si pensamos, por ejemplo, que el presupuesto en defensa que el presidente Barack Obama pidió al Congreso para el año fiscal 2010 es de 683,000 millones de dólares, 100,000 millones no suenan taaan inalcanzables, más aun cuando pensamos que el gasto de esta cifra podría evitar la degradación de la calidad de vida en nuestro planeta… y la verdad es que nos importa la calidad de vida del mundo, ¿cierto?

Ahora que se aproxima la próxima cumbre climática global que se llevará a cabo en Cancún en diciembre próximo, el tema del dinero vuelve a ponerse en lo más alto de la agenda mundial.

Sin lana no habrá acuerdo, esa lección ya la aprendimos en Copenhague. La pregunta ahora es: ¿Están los países desarrollados -quienes deben pagar un mayor porcentaje del cuentón- más dispuestos que hace un año a soltar la cartera?

La respuesta es sí: ya en Copenhague lograron acordar juntar 30,000 millones de dólares para lo que llamaron fondos de arranque rápido , que no son otra cosa que dinero que comenzará a fluir en lo que logran juntar los 100,000 millones anuales, cosa que en teoría debe suceder en el 2020.

El modelo financiero para apoyar el esfuerzo global en contra del cambio climático está en negociación. Será muy interesante analizar a qué acuerdos se llegan en los próximos meses y bajo qué esquemas los países más desarrollados del mundo se convencen de abrir la llave de los recursos.

Queda claro que una de las piezas clave para que el sistema funcione como debe de funcionar será la transparencia en la forma en que se adjudiquen y gasten los recursos.

Muchos países desarrollados desconfían -y con razones de sobra en muchos casos– de la forma en que países más pobres gastan sus recursos. Los fondos de arranque rápido –los 30,000 millones que deben estar a tiempo para Cancún– serán en ese sentido una prueba crucial de cuyo resultado dependerá, me parece, la posibilidad de que para el 2020 los fondos globales para combatir el cambio climático lleguen a los 100,000 millones anuales.

No pudimos con el paquete en Copengahue. Trabajemos para que en Cancún no nos quedemos preguntando, ¿y la lana apá?

afvega@eleconomista.com.mx

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