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Opinión

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Un error de 14,000 millones de dólares en Pemex

En la historia reciente de Pemex, no es inusual que Transformación Industrial –la subsidiaria responsable de sus refinerías, entre otras cosas– pierda buena parte de lo que Exploración y Producción gana. En 2018, por ejemplo, PEP generó un rendimiento de operación por 498,000 millones de pesos. Pemex TRI dilapidó un poco más de un décimo de esas ganancias, registrando pérdidas de operación por 54,000 millones de pesos.

Justo era ese balance el que la fórmula de López Obrador prometió cambiar. Apostarle más a la refinación no sólo rescataría el orgullo de la autosuficiencia gasolinera de los mexicanos. En su visión, también le permitiría a Pemex quedarse con la plusvalía de la refinación –en vez de vender las naranjas en los mercados internacionales-, de acuerdo con su metáfora favorita, venderlas en casa ya exprimidas, como jugo de naranja.

Antes del recuento de los daños, vale la pena empezar reconociendo lo que se logró. Aunque sea un logro parcial, las estadísticas petroleras de Pemex sugieren que produjo 56 por ciento más gasolina que el de 2020. Si hasta ahí llegaba el objetivo, misión cumplida.

Desafortunadamente, 290,000 barriles diarios de gasolina y 180,000 de diésel no están ni cerca de abastecer la demanda total en México. Seguimos importando mucho. Además, Pemex ahora está produciendo casi 100,000 barriles diarios más de combustóleo –un producto difícil de comercializar cuando tiene mucho azufre-. Esta es una externalidad bastante negativa. Y luego están las simulaciones de la entrada de operación de Dos Bocas, que no ayudan a proyectar una imagen de un Pemex competente o transparente. Pero es cierto que hoy Pemex produce más gasolinas que al arranque del sexenio pasado.

Justo esto hace las pérdidas financieras de Pemex mucho más preocupantes. En 2020, con una producción de gasolinas mucho menor, Pemex Transformación Industrial estaba generando pérdidas operativas por 200,108 millones de pesos. En 2024, ya después del despliegue de capital en las refinerías bajo la supervisión de la secretaria Nahle, la misma subsidiaria generó pérdidas operativas por 282,322 millones de pesos –prácticamente 14,000 millones de dólares–. Esto significa que, respecto a 2020, las pérdidas de TRI incrementaron en 40 por ciento. Respecto a 2018, en más de 400 por ciento.

Para variar, PEP fue la que le entró al quite. Su ganancia de 298,000 millones de pesos alcanzó para que, sumando al resto de las subsidiarias, Pemex saliera casi tablas en términos operativos. Pero, ya con costo financiero, impuestos y pérdidas cambiaras, las pérdidas consolidades de Pemex cerraron en prácticamente 30,000 millones de dólares.

En cualquier caso, lo que queda claro es que las ganancias en exploración y producción ya no alcanzan para amortiguar las pérdidas en refinación. Y ante la crisis financiera que Pemex enfrenta, el futuro de exploración y producción tampoco parece brillante. No es sólo que en 2024 la producción petrolera de Pemex haya caído en más de 6 por ciento. Su terminación de pozos de desarrollo cayó en 34.2%; la de exploración cayó en 45.9%; su número de pozos promedio en operación cayó en 15.4%; y que el número de equipos de perforación que usó en promedio cayó en un alarmante 56.1 por ciento. Mientras tanto, la deuda (reconocida contablemente) a proveedores aumentó en un brutal 37.4%, alcanzando casi 25,000 millones de dólares. ¿Todo esto fue una estrategia deliberada para cerrarle la llave a los campos menos rentables? ¿O simple y sencillamente va en picada, después de no poderle cumplir ni a sus proveedores más críticos para seguir operando?

Más allá de un milagro en las condiciones de mercado para la refinación, ¿cómo va a poder Pemex darle la vuelta, sosteniblemente, a un error que tan sólo en 2024 produjo 14,000 millones de dólares de pérdidas? Lo acumulado se ha vuelto insostenible.

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