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Opinión

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No existe un adjetivo

Las constituciones son documentos que se han construido a lo largo de siglos. Son el resultado de luchas sociales y de acuerdos entre el poder y los ciudadanos; los movimientos sociales, las revoluciones o las transformaciones institucionales con poco ruido, pero trascendentes.

Pero, sobre todo, son el resumen de la voluntad colectiva. La expresión de una voluntad social expresada en costumbres, moral y proyecto, que quiere poner en papel y en blanco y negro la voluntad colectiva; es, finalmente, lo que la sociedad quiere, aspira, desea.

Es un resumen de una voluntad, de una aspiración, de una esperanza y es, al mismo tiempo, la manera de dejar todo eso por escrito, para que todos lo compartamos y lo suscribamos, para que sea parte nuestra todos los días.

Es en muchos sentidos el espejo en el que nos vemos reflejados y representados. Ese espacio del que nos podemos apropiar todos.

Por todo ello, su modificación, sus cambios, su redacción debe ser cuidada, acariciada con debido respeto y debe atender a la diversidad y la complejidad de lo que somos. Pero sobre todo y, antes que nada, debe hacerse con profesionalismo, con seriedad, con cuidado, como quien cuida algo de verdad respetable e importante.

Escribo lo anterior, porque no puedo evitar hacer un señalamiento de los eventos de la semana anterior, que han sido soslayados en su mayoría, dentro de la cámara de diputados y que deberían causar vergüenza, y, por lo menos una disculpa pública ante la sociedad de nuestro país.

En la necesidad inexplicable de acabar con los órganos autónomos que son exigencia del T-Mec y un balance especializado técnicamente para la resolución de conflictos y la defensa de nuestros derechos (el IFT cuidaba nuestra libertad de expresión, por ejemplo) tuvieron que reformar el artículo 105 de la constitución.

Al hacerlo por las prisas y por la falta de respeto que le tienen a su trabajo legislativo y a la conseja razonable de la oposición, la mayoría morenista y sus aliados votaron una propuesta que borraba su propia reforma sobre la supremacía constitucional y las reformas a la ley de amparo.

La oposición les dijo, voz en cuello, que estaban borrando su propia reforma constitucional de hace más de 20 días y que estaban borrando la adscripción de la guardia nacional a la SEDENA.

Con la soberbia ya conocida en ellos y su desprecio por los demás que no sean los que están supinamente a sus órdenes, los tildaron de locos y de querer boicotear la votación. Y así lo votaron. Borrando su anterior reforma y dando marcha atrás a la adscripción de la guardia nacional.

Unos minutos después se dieron cuenta de que la oposición tenía razón y para no pasar la vergüenza, solicitaron que el error fuera resuelto en la comisión de estilo, lo que para efectos prácticos sustituiría al congreso, pues párrafos enteros fueron borrados.

Sencillamente inaceptable. En manos de esas personas que brillan por su ignorancia y por la falta de profesionalismo, estamos el día de hoy, no encuentro ningún adjetivo suficiente para nombrarlos.

Una vergüenza que van a tener que corregir en el senado, devolver la iniciativa a la cámara de diputados y ahí votar de nuevo sus pifias. Muy mala noticia tenemos que admitir los mexicanos: si el documento que nos rige a todos los mexicanos está en manos de está turba de ignorantes y obsecuentes con el poder del que manda en palenque y la vicepresidenta que todavía no viven palacio nacional, no podemos esperar nada positivo sino el caos y el abandono de las mínimas reglas de forma y fondo. Nada más, pero nada menos, también.

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Ensayista e interesado en temas legales y de justicia. actualmente profesor de la facultad de derecho de la UNAM.

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