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Opinión

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¿Por qué las personas no construyen patrimonio? (Parte 1 de 2)

Es cierto que en nuestro país mucha gente vive al día y tiene muy poca capacidad de ahorro. Eso es una realidad muy triste. De acuerdo con el Inegi, estamos hablando de la mitad de la población.  

Pero también es cierto que muchas personas, con un ingreso medio y quienes en teoría sí tienen cierta capacidad de ahorro, en su lugar tienen deudas porque viven un estilo de vida superior al que pueden pagar. Ese es un gran problema.

Se dice que en México la gente tiene poca cultura financiera y es cierto. Pero también es verdad que mucha gente sí sabe que debería ahorrar y, sin embargo, no lo hace. Sabe que no debería tener deudas y, sin embargo, las tiene. Por alguna razón, prevalece ese deseo de “vivir mejor” hoy sin preocuparse de lo que vendrá mañana.

Lo curioso es que esa actitud ni siquiera genera una vida mejor. Es cierto: uno tiene más cosas, como el último modelo de celular, pero a cambio uno adquiere más preocupaciones y más estrés, que en última instancia deterioran la calidad de vida.

Esto sucede por muchas razones, que vamos a explorar a continuación:

1. El conflicto interno entre el conocimiento y el deseo.

En nuestra sociedad, el ideal de éxito no está representado por lo que eres, sino por lo que tienes: bienes materiales, experiencias exclusivas y estatus. Es un ideal que además está alimentado por los medios de comunicación y las redes sociales.

Todo esto genera una tensión interna: por un lado están el aspecto racional (lo que conozco, por ejemplo, no debo endeudarme) y por otro el emocional (la búsqueda, muchas veces inconsciente, de reconocimiento, aunque sea propio, pero también de validación social).

El aspecto emocional muchas veces termina por imponerse ya que sirve también como justificación: “además está rebajado y lo puedo pagar a meses”.

Por otro lado, parte de este fenómeno se relaciona con la construcción de la propia imagen. Muchas personas asocian su valor personal con el nivel de vida que aparentan tener. El autoengaño de “lograr una vida mejor” a través del crédito se convierte en una forma de validar esa imagen deseada.

Esto lo viví en mi primer trabajo, hace ya muchos años. Llegaba una vez a la semana un hombre que vendía corbatas de marcas muy finas, a buen precio y a pagos. Algunos de mis compañeros siempre compraban dos o tres. Yo no tenía capacidad, porque estaba por casarme con un bebé en camino –mi prioridad era el ahorro, para que naciera en las mejores condiciones.

Pero sí sentí la presión. “Son corbatas buenísimas y están a un precio increíble”, me decían. “Si te vas a relacionar con los directivos de nuestros proveedores y clientes, necesitas estar a la altura y usar las mejores corbatas”. “Además las puedes pagar en tres quincenas”.

Alguna vez, después de que nació mi bebé, sí compré un par de corbatas. Afortunadamente, lo que sentí fue culpa porque eran cosas que entonces, con lo que ganaba, en realidad no me podía permitir.

Muchas personas, sin embargo, experimentan otra cosa. Tienen miedo de quedar relegados en el “juego social” y prefieren incurrir en una deuda. El conflicto entre la imagen que se proyecta y la situación real de uno, genera ansiedad y frustración y alimenta un ciclo en el cual la posibilidad de pagar en quincenas (la deuda) se presenta como la solución para cumplir ciertos estándares sociales que uno ve como “necesarios”. Los cuales, al final de cuentas, están más vinculados a la percepción externa que a la estabilidad interna.

2. La influencia de la identidad personal y la pertenencia social

Las redes sociales nos ayudan a estar más conectados, pero también han intensificado la presión de cumplir con estándares de vida inalcanzables. Estamos constantemente expuestos a videos e imágenes de personas que parecen tenerlo todo arreglado y llevar vidas perfectas. La comparación, algunas veces, es inevitable. Queremos ser como ellos y por eso compramos lo que ellos nos venden.

Este fenómeno se conoce como “envidia social digital” y puede ser emocionalmente devastador. Impulsa a las personas a recurrir al endeudamiento para seguir ese estilo de vida idealizado.

De hecho, el sentimiento de exclusión o inferioridad que se da cuando uno percibe que otros viven un estilo de vida “ideal” activa mecanismos psicológicos que priorizan la aceptación social sobre el bienestar financiero y la construcción del patrimonio. Nuevamente, la deuda es una respuesta emocional.

Seguiremos hablando sobre esto en la próxima columna.

Ejecutivo de alto nivel en seguros y reaseguro con visión estratégica de negocio, alta capacidad de liderazgo, negociación y gerencia. Además es columnista de Finanzas Personales en El Economista, Coach en Finanzas Personales y creador de la página planeatusfinanzas.com

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