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Proteccionismo, aranceles y tarifas: lecciones del pasado
“Los gobiernos no actúan necesariamente en beneficio del interés nacional, especialmente cuando realizan intervenciones microeconómicas detalladas”. Paul Krugman.
Frecuente es que, en periodos de incertidumbre económica, se recurra a la tentación de invocar el proteccionismo como medida de fortalecimiento de los sectores internos y de la economía nacional. Históricamente, esa mirada no ha sido precisamente la más adecuada.
En Trade Policy in American Economic History, Doug Irwin señala que es esencial analizar las políticas del pasado para entender el impacto potencial de aplicarlas nuevamente en condiciones diferentes.
Irwin lleva a cabo un análisis de la Ley Hawley-Smoot (1930), que fue un deliberado esfuerzo de política arancelaria con el propósito de combatir los efectos más negativos de la depresión del 29 y que, de acuerdo con este y otros autores, provocó, por el contrario, un agravamiento y una mayor duración de la Gran Depresión.
La crisis de 1929 dejó a Estados Unidos con fenómenos graves: desempleo masivo, quiebras industriales y una caída de 50% en el valor de las acciones. Frente a ello, el Congreso aprobó la Ley Hawley-Smoot, elevando aranceles a más de 20,000 productos con el objetivo teórico de blindar empleos y reactivar la industria local. Muy parecida a la lógica que hoy el gobierno estadounidense señala detrás de su intención de establecer tarifas arancelarias.
De acuerdo con el análisis de Irwin, el proteccionismo no sólo fracasó, sino que hizo más profunda la crisis y amplió su duración. Contribuyó al colapso del comercio global, y las exportaciones estadounidenses cayeron 40% entre 1929 y 1933, afectando gravemente sectores como la agricultura, que dependía fundamentalmente de mercados externos.
Frente a la imposición unilateral de tarifas por parte de Estados Unidos, países como Reino Unido, Canadá y Francia respondieron con aranceles. Para 1932, el comercio mundial había presentado una caída de 60% respecto de su nivel previo a la crisis. Además, como un efecto asociado a la imposición de tarifas, los costos de insumos importados crecieron y generaron un efecto inflacionario en bienes básicos en plena recesión. De acuerdo con el autor, este intento por salvar y recuperar la economía solo provocó que el estrangulamiento económico fuera mayor.
De esta manera, o con esta visión, la Ley Hawley-Smoot no fue solo un error técnico, sino sistémico, que provocó, por un lado, la protección a industrias ineficientes en EU, desincentivando la innovación y haciendo que muchas empresas perdieran competitividad a largo plazo.
Por otro lado, el mensaje de America First (muy similar al Make America Great Again actual) erosionó la confianza entre socios comerciales. Fue una visión diplomática unilateral que retrasó la recuperación global.
El resultado fue un círculo perverso: menos comercio generó menor crecimiento y más desempleo, lo que, a su vez, incrementó la presión política para profundizar el proteccionismo. Esa visión ideológica de proteccionismo interno es muy similar a la que hoy impera en el discurso político estadounidense. Para 1933, el PIB estadounidense había caído 25% y la tasa de desempleo superaba 25 por ciento.
Solo años más tarde, la política pública estadounidense volvió a enfocarse en una mayor apertura comercial, y los efectos más nocivos de la depresión empezaron gradualmente a disminuir.
La historia de las implicaciones de la Ley Hawley-Smoot no debe ser utilizada como referencia para entender el impacto de medidas proteccionistas que responden más a una dinámica ideológica de clientelas políticas que a la realidad económica de los países.
El autor es claro en señalar que el proteccionismo a través de tarifas puede generar la falsa sensación de un alivio a ciertos sectores vulnerables, pero su costo a mediano plazo (en inflación, pérdida de mercados y represalias) es mayor que los beneficios.
También es importante entender que la historia económica ha mostrado reiteradamente que las cadenas de producción, los mecanismos profundos de cooperación y la dinámica comercial que existen, por ejemplo, hoy entre México, Estados Unidos y Canadá no se cambian por decreto y mucho menos en el corto plazo.