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Tres lecturas de un Nobel para una obra imprescindible "La Estación de Finlandia"

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OpiniónEl Economista

La casa editorial “Penguin Random House” creada en 1935 por Allen Lane con el propósito expreso de democratizar la cultura haciéndola masiva, tuvo la feliz idea de publicar en mayo de 2021, en medio de la última fase de la pandemia Covid 19 una de las obras esenciales de la ciencia política del siglo XX a saber: “To the Finland Station. A Study in the Writing and Acting of History” del escritor estadounidense Edmund Wilson. Esta edición contó con el prólogo de Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 2010, quien con gran elegancia y precisión conceptual describe el contenido de la obra de Edmund Wilson, cuyo tema central es la revisión crítico-biográfica de algunos de los pensadores estelares de la izquierda mundial.

La lectura del prólogo escrito por Vargas Llosa nos revela sin duda que, pese a su talante conservador, conforme pasa el tiempo su prosa ha adquirido una gran perfección y elegancia formal en conformidad con los ideales estilísticos de su maestro Gustave Flaubert. En el citado prólogo, el premio Nobel peruano ahora ciudadano español, y también ciudadano dominicano nos cuenta que ha leído tres veces el texto de Edmund Wilson y no duda después de una lectura exhaustiva de calificarlo como una obra excepcional. Muchos grandes escritores conservadores y progresistas han quedado fascinados por la lectura de “La estación de Finlandia”. El crítico Christopher Domínguez Michael expresó esta fascinación en los siguientes términos: “Entre los libros que siempre tengo en la memoria e imagino que releo constantemente está “Hacia la estación de Finlandia” (1940), que Edmund Wilson, su autor, subtituló “Ensayo sobre la forma de escribir y hacer historia”. Antes de leer “Obra selecta”, de Wilson, que acaba de aparecer en español, me atreví a releer, en la realidad y no en la imaginación, “Hacia la estación de Finlandia”, sin amedrentarme ante el miedo a la decepción. A pesar de algunos pesares, la historia de cómo algunos hombres soñaron con dominar la historia volvió a encantarme, como la primera vez, en la adolescencia. Es notorio que lo que Wilson sabía de Vico y de Michelet no era mucho o que Hippolyte Taine tuvo en el crítico estadounidense al único lector del siglo XX incapaz de avergonzarse de él. Y lo que dice Wilson de Marx y de Engels como letrados es hermoso, como emocionantes son, a la vez, sus estampas románticas de Lenin y de Trotski […]el motivo que le encuentro a la vigencia de “Hacia la estación de Finlandia”, está en la distancia tan artísticamente labrada que interpone entre él y su tiempo, en una piedad humorística, dickensiana, ante la gravedad de la historia”. (Christopher Domínguez Michael “Obra selecta de Edmund Wilson”, Letras Libres, 31 de mayo de 2009).

Los personajes que describe Wilson son agentes estelares del cambio social desde la izquierda de los siglos XVIII y XIX, sea en su calidad de intérpretes agudos de la evolución social como los historiadores Jules Michelet, Hippolyte Taine y Ernest Renán, sea como novelistas distinguidos como Anatole France; sea como precursores políticos del socialismo utópico como Babeuf, Saint Simon, Fourier, y Owen; sea como lideres intelectuales del socialismo científico y creadores del continente científico de la historia, dixit Marx y Engels; sea como actores políticos históricos como Lasalle y Bakunin; sea como revolucionarios socialistas que, cambiaron el rumbo del historia del siglo XX como Lenin y Trotsky.

Las descripciones de todos estos personajes y sus vicisitudes adquieren en la poderosa prosa de Edmund Wilson como lo señaló Vargas Llosa el nivel de una novela de grandes dimensiones comparables a los personajes inolvidables de “Los miserables” de Víctor Hugo (1862), de los “Hermanos Karamazov” de Dostoievsky (1880), o de “La guerra y la paz” de Tolstoi (1865-1869). Al respecto, dice Vargas Llosa. Otras páginas inolvidables en el libro es el relato de la extraordinaria amistad que unió a Marx con Engels; la descripción que hace Edmundo Wilson de la generosidad y entrega de Engels a Marx (y a su familia), convencido de que el autor de “El capital” cambiaría la historia de la humanidad, es imperecedera. Los capítulos últimos que tratan de Lenin y Trotsky son deslumbrantes. Wilson nos dice que detrás de Lenin, descrito en muchas biografías como un rígido e implacable revolucionario, habitó (y es la gran paradoja) un hombre de extraordinaria sencillez, de enorme cordialidad, una de las personalidades menos egocéntricas de la historia, carente de una viva personalidad, pero de un carisma singular y enigmático que hechizó a las multitudes. Wilson nos recuerda que en la estación de Finlandia paso indispensable de Lenin para llegar a Rusia, y dirigir la revolución de octubre de 1917, fue recibido por una multitud con las lágrimas deslizándose por las mejillas. Un momento estelar del libro de Wilson es su evaluación de Trostky, tiene interés su análisis del texto “Su Moral y la Nuestra” (1939), en donde Wilson hace una crítica penetrante y lúcida hasta el último grado de lucidez posible, de los defectos de enarbolar por parte de los revolucionarios pragmáticos de una ideología sin la suficiente autocrítica. El peligro para la humanidad de esta falta de autocrítica ha sido enorme lo que ha implicado un destino aciago para los pobres del mundo, como lo demostró el gran fracaso del socialismo real liderado por la URSS. Este experimento reveló, que puede constituirse una sociedad de privilegios para una reducida elite lo que derivó en una implacable explotación de las masas laborantes, bajo la bandera de la solidaridad y el fin de la explotación del hombre por él hombre.

¿Tiene vigencia el libro de Wilson en esta segunda década del siglo XXI? Sin duda, a lo largo del libro como un fantasma corre la sombra aviesa del peligro del faccionalismo en la praxis política socialista y progresista de los gobiernos de izquierda, y que tanto contaminó y perjudicó al proyecto humanista más majestuoso de la historia. Se trata, de un tema palpitante que, torna imprescindible su lectura desde el ámbito de la esfera política. Mucho pueden aprender los gobernantes y políticos de izquierda de América Latina del momento actual de una lectura del texto de Wilson. Pero además su lectura, tiene la inapreciable ventaja de ser una prosa de singular belleza estilística. Este estilo sencillo, de Edmundo Wilson no carece de complejidad, en mi opinión es un estilo que rivaliza en elegancia a “Limits and Renewals” de Kypling (1932), por ello quedó fascinado el escritor ruso Vladimir Nabokov al leer “Hecate County” (1946) obra glamorosa y exuberante de Wilson en el mejor estilo de Broadway, que recomendamos profusamente al lector sagaz y sabio.

Posdata: Penguin Random House y Lumen en abril de 2022 editaron en versión española una colección de ensayos notables de Edmund Wilson en su calidad de crítico literario bajo el título “Obra Selecta”. Todos los ensayos son de altísimo nivel. Destaca la rehabilitación como pensador social humanista del maestro de Vargas Llosa, Gustave Flaubert, en el ensayo “Las Ideas Políticas de Flaubert”. Para Wilson la descripción que Flaubert hace de la sociedad en “La educación sentimental” (1869) lo aproxima al poderoso gelstat que subyace en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” (1851-1852) de Karl Marx. La colección de ensayos de la “Obra Selecta” de Wilson publicada por Penguin Random House vale oro sólo por los ensayos sobre Flaubert, por el ensayo de James Joyce de su texto épico “Ulises”, y por el ensayo sobre “Eugenio de Oneguin” (1833), la obra cumbre de Pushkin.

Breve semblanza de un escritor excepcional

Edmund Wilson nació el 8 de mayo de 1895 tres meses antes del fallecimiento de su admirado Friedrich Engels en la ciudad de Nueva York. Se educó en las universidades de Princeton y Columbia. No quiso ser un profesor universitario por el vértigo repugnante que sintió toda la vida por la heteróclita y degradante lucha política existente en los claustros académicos, no menos intensa que la que existe entre las facciones de los partidos y grupos sociales que disputan el poder en la arena política, como señaló Aurelio Major “Edmund Wilson aborreció las mezquinas conspiraciones académicas y las pedanterías profesionales, no menos que las maquinaciones políticas que degradan tanto en el ámbito de la lucha política, el honor humano y la dignidad personal”. Prefirió ser reportero de revistas glamorosas de la vida social e intelectual. Fue director de Vanity Fair fundada en 1913, fue director también de la afamada New Republic, revista liberal cuasi-progresista que contó con colaboradores de primer nivel como George Orwell, Virginia Woolf, John Dewey, y el premio Nobel de economía Amartya Sen. Edmund Wilson alcanzó la inmortalidad con su obra maestra “El castillo de Axel: un estudio de la literatura imaginativa, 1870-1930” (1931). En este monumental trabajo puede afirmarse que lanzó al estrellato a figurones literarios como James Joyce, Marcel Proust, Arthur Rimbaud, William Yeats, Paul Valery y Gertrude Stein. Sobresale su profundo ensayo sobre “Ulises” la densa obra de James Joyce, una odisea literaria de grandes proporciones épicas como la Odisea de Homero. Wilson regresa en toda ocasión propicia al tema de Ulises de Joyce. Edmund Wilson fue un participante constante en ensayos y artículo para New Yorker e innumerables reseñas para “The New York Review of Books”.

Wilson consideró que, si bien la literatura rusa era comparable a la que prodigaron generosamente los escritores de la Atenas griega de la antigüedad, y la literatura inglesa de la época de Shakespeare, no era menos digna la literatura que se creó en la primera mitad del siglo XX en los Estados Unidos por las grandes figuras representadas por Ernst Hemingway, John Dos Passos, William Faulkner, y F. Scott Fitzgerald entre otros, a esta constelación no puede faltar el nombre propio de Edmund Wilson. En 1940 produce su memorable “Hacia la estación de Finlandia”, y en 1955 publica un gran estudio sobre “Los manuscritos del mar muerto” (existe edición en español por el Fondo de Cultura Económica) Para escribir esta obra Wilson aprendió el hebreo y tuvo que estudiar los manuscritos de Qumran, y tuvo la influencia de los sofisticados seminarios teológicos organizados por la universidad de Princeton.

Edmund Wilson fue un prolífico autor, su obra comprende cuarenta libros y setenta mil cartas. Fue un socialista pertinaz, liberal no dogmático -su obra siempre buscó reducir las diferencias sociales entre los hombres en lugar de buscar su consolidación e incremento-, por ello descreía de los oligopolios trasnacionales del capitalismo, pensaba que la imaginación humana ha llegado a concebir la posibilidad de recrear una verdadera sociedad humana. Edmund Wilson sabía también que había un obstáculo muy peligroso en el camino en virtud de que “las grandes cosas que uno quisiera hacer a menudo las estorban los hombres pequeños”. La prodigalidad literaria de Edmund Wilson le llevó a cultivar el cuento, la novela corta, el teatro la poesía, el ensayo, el estudio histórico, la reseña, textos que cubren decenas de libros […] leía con fluidez el latín y el griego, el francés, el alemán y el ruso (Aurelio Major Prologo a Obra Selecta de Edmundo Wilson, 2022).

Edmund Wilson fue crítico de figuras legendarias como Abraham Lincoln a quien comparó con Bismarck y Lenin por su carácter hasta cierto punto tiránico y unificador. Consideró Wilson que la estandarización intelectual y política conlleva el peligro de una praxis social donde campea la impunidad por la falta de autocrítica. Se crea entonces un sistema político aparentemente estable pero que crea anomia social destructiva en el largo plazo. ¿Cómo combatir este estado que corre el riesgo de presentar un invisible estancamiento social y político no inmediatamente sino en el largo plazo? Con el espíritu crítico y autocrítico como la que subyace en la obra de los grandes escritores y críticos literarios, por que ellos representan un pensamiento subversivo sin el sufrimiento que casi siempre acompaña a las revoluciones armadas.

¿Cuál es la vigencia de Edmund Wilson? Indudablemente que fue un gran escritor con talante progresista insobornable, anti dogmático y profundamente autocrítico tenía la virtud de Oscar Wilde que tanto resaltó Borges la de proponer a las artes y a la ciencia social un lujoso mecanismo: hacer de la frase -brillante, elegante, única- un bisturí que disecciona el mundo y de esa forma crea otro mundo, un mundo de belleza indestructible (Daniel Molina “Borges, autor de la obra completa de Oscar Wilde”. El Baikal/Ideas, 2021).

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