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El legado de Alejandro Martí: permanece su incidencia en políticas públicas en seguridad
A la muerte de su hijo adolescente, víctima de secuestro, fundó la organización civil México SOS, con el objeto de “contribuir a poner un alto a la crisis de inseguridad por la que atraviesa nuestro país”, bajo tres líneas de acción: Transformación legislativa, Activación ciudadana y Fortalecimiento institucional
Un retén montado por supuestos agentes federales, el 4 de junio de 2008, donde secuestraron a su hijo, de 14 años de edad, Fernando, trastocó la vida del empresario Alejandro Martí, quien, sin reponerse de ese dolor, les dijo, casi en la cara, al presidente, Felipe Calderón y parte de su gabinete de seguridad: “Si no pueden renuncien”. Hoy ese hombre ha muerto.
Hace apenas 50 días, colgó en su cuenta de Twitter su último tuit para lamentar la muerte del periodista Ricardo Rocha.
Martí, no solo forjó una reconocida historia empresarial en el sector de los deportes, la cual comenzó en los Juegos Olímpicos de 1968, cuando empezó a vender artículos deportivos en la Villa Olímpica, del entonces Distrito Federal, que luego lo llevó a incursionar en los clubes deportivos y las carreras; también es reconocido por haber transformado su dolor en ayuda a las víctimas del delito, a través de la sociedad civil.
En el mundo empresarial destacó por crear la cadena de tiendas deportivas que lleva su apellido. Luego abrió los clubes Sport City Eureka e incursionó en el negocio de outlets.
En 2007 vendió al empresario Alfredo Harp Helú la totalidad de las acciones de Martí, por poco más de 6,000 millones de pesos.
En noviembre de 2008, fundó la organización civil México SOS, con el objeto de “contribuir a poner un alto a la crisis de inseguridad por la que atraviesa nuestro país”.
Definió su quehacer en tres líneas de acción: Transformación legislativa, Activación ciudadana y Fortalecimiento institucional.
Y sí, el trabajo desde la sociedad civil de este hombre, cuyo corazón dejó de latir este lunes, a los 73 años de edad, se remonta a aquella mañana del 21 de agosto de 2008, en el salón Tesorería, de Palacio Nacional.
Ese día, se dirigió al presidente de la República, Felipe Calderón, distinguidos invitados especiales, miembros de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, al jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard y representantes de los gobiernos y de la sociedad civil, ahí reunidos.
Comenzó diciendo: “seguramente ustedes recordarán aquellas épocas de oro de México, donde los niños jugaban en las calles. Las calles, los parques públicos eran una extensión de nuestros hogares. A nadie le preocupaba que salieran a jugar nuestros hijos y nosotros mismos salíamos a pasear. ¿Qué nos pasó?”.
En 788 palabras, dio voz a, quienes, como él, sufrían en ese momento la violencia de una forma descarnada.
“Yo perdí a mi hijo. Estoy seguro de que esta desgracia hizo que México ganara un hijo; porque la fuerza de Fernando y el gran sufrimiento de nosotros, canalizándolo a lo positivo, decidimos que él desde allá nos ayude a todos a ser un México mejor, a no permitirnos nunca más a tener operaciones, leyes reactivas…”, dijo visiblemente emocionado.
Luego de manifestarles que esa mañana estaban ante una oportunidad y que la sociedad mexicana no quiere cosas temporales y que “estaremos vigilantes”, así como recalcarles que había que recuperar la confianza en las instituciones, en el Estado mexicano y en nuestro propio país”, tomó aire y dijo: “Hagan conciencia, hagan sentirnos a los ciudadanos que las policías, los ministerios públicos y los jueces son gentes honradas y de honor, y que su fuerza y su voluntad haga que el corrupto se sienta desplazado. Señores si piensan que la vara es muy alta, si piensan que es imposible hacerlo, si no pueden, renuncien, pero no sigan ocupando las oficinas de gobierno, no sigan recibiendo un sueldo por no hacer nada, que eso también es corrupción”.
Dijo dos párrafos más y se dirigió a su lugar.
Llevaba un moño blanco en la solapa que quedó desdibujado por los abrazos de los funcionarios que le salieron al paso, incluido el presidente.
El trabajo de Martí, desde la sociedad civil, rindió frutos: se gestó la Ley Antisecuestros, la Ley de Geolocalización, el Código Nacional de Procedimientos Penales y las Mesas de Seguridad, donde ciudadanos y autoridades proponen ideas para mejorar la justicia y la seguridad de sus localidades. En eso incidió, al menos en parte, su activismo.
Los anhelos de ese hombre continúan siendo una exigencia.